Pensé que sería más fácil. De verdad que lo pensé. Me engañé a mí misma, dejando que mi voz interior me convenciera de que la mejor solución era estar lejos. Sin embargo, el primer pensamiento al despertar por la mañana es para Ezra. Han pasado más de dos semanas desde que hablamos por última vez y cada uno de estos días he sentido su ausencia como una nueva herida en mi maltratado corazón.
Oli no tardó en sonsacarme lo ocurrido, sin muchos detalles por mi parte, pero lo suficiente como para que desde el primer momento haya estado ocupándose de mi bienestar. No puedo negar que es la mejor amiga que puedo tener, sobre todo porque aunque no está de acuerdo con mi decisión, ha decidido apoyarme.
Mi padre y María se huelen algo, pero de momento no se han atrevido a preguntar y espero que aún pase mucho más tiempo antes de que lo hagan. Así por lo menos, tendré una respuesta convincente que darles.
El segundo pensamiento de esta mañana es para mi madre. Hoy hace un año que se fue y la echo de menos como el primer día. Duele, duele tanto... No me veo con ánimo para ir a clase, pero no quiero tener que dar explicaciones así que decido seguir mi rutina de cada mañana y después... ya veré.
Cuando salgo de casa dispuesta a coger el autobús, decido faltar a las clases del día. Sé que va a ser imposible que me concentre en nada, así que tomo otro autobús que me llevará al centro. Mientras dura el trayecto, le envío a Oli un mensaje, comentándole que necesito el día libre y aunque insiste en quedar para hacerme compañía, sé que no es buena idea hacer que ella también pierda las clases.
Me bajo en una de las paradas que conozco y voy directa a una cafetería a coger un café para llevar. Paseo por las calles sin prisa, deteniéndome a mirar los escaparates y entrando en alguna librería a hojear las novedades. Un par de horas después, estoy sentada en un pequeño jardín observando la fuente de piedra que hay frente a mí.
Siento tristeza aunque ni siquiera esté pensando en mi madre. No me empeño en recordar momentos con ella porque no hace falta, su ausencia es suficiente para que lo que me llene en este momento sea dolor. Hay quien piensa que el tiempo ayuda a olvidar o a que sea más llevadero. No creo que sea así, puede que ya no viva ahogada en mis propias lágrimas, puede que ya no me ataque la ansiedad de la misma forma que antes, pero saber que no está, que no va a estar, sigue siendo insoportable.
Oigo mi móvil sonar dentro de la bolsa y lo busco a regañadientes. Espero que no sea Oli insistiendo, o mi padre pensando que quiera compartir este día con él, sin embargo cuando miro la pantalla, el nombre que veo escrito es el último del que esperaría recibir hoy una llamada: Ezra. Me parece mucha casualidad su llamada y observo su nombre mientras decido si quiero hablar con él o no. Antes de que me decida, el móvil deja de sonar y durante un segundo creo que hubiera estado bien oír su voz después tantos días sin saber de él. Suelto el teléfono en la bolsa y justo en ese momento vibra. "Un whatsapp" pienso mientras lo rescato de nuevo de entre mis cosas.
Ezra: Es hoy, ¿verdad?
Suspiro mientras noto cómo las lágrimas se agolpan en mis ojos.
Yo: ¿Cómo lo sabes?
Ezra: Fui a la escuela y al no verte le pregunté a Oli. Cuando me dijo lo del día libre, solo tuve que recordar.
Es cierto, le conté que sucedió a finales de mes. Como siempre, Ezra me escuchó y tomó nota de ello.
Ezra:¿Cómo estás?
Esta vez resoplo en vez de suspirar. Cómo si fuera fácil de explicar.
Yo: Intentando pasar el día.
ESTÁS LEYENDO
La vida vuelve
Teen FictionAlma es una chica de 19 encerrada en sí misma. Llega a una pequeña ciudad costera para empezar en la escuela superior de arte, aunque a cambio tendrá que vivir con un padre al que apenas conoce. Por azar o por destino, el primer día coincide con Ezr...