Mi cumpleaños resultó mucho mejor de lo que yo esperaba. Quizás fuera la falta de expectativas, el caso es cuando regresamos a casa, después de todo el domingo fuera, tenía la sensación de haber disfrutado de uno de los mejores cumpleaños de mi vida. No es que hiciéramos nada fuera de lo normal, simplemente cogimos el coche nos aventuramos por la carretera de la costa. Paseamos por la playa, comimos en un pequeño local desde el que había unas espectaculares vistas y sobre todo hablamos. Conocí más de mi padre en esas pocas horas que en todos estos años y creo que a él le sucedió lo mismo conmigo. El caso es que al regresar a casa, realmente me sentía como una persona nueva, alguien que en los últimos días se había quitado un peso extra que llevaba meses arrastrando.
Sin embargo, la mayor sorpresa me la llevé cuando mi padre sacó del buzón un pequeño paquete con mi nombre escrito en él. Lo sostuve entre las manos extrañada y él simplemente se encogió de hombros en plan "yo de esto no sé nada". Me despedí, agradeciéndole que hubiera compartido el día conmigo y subí a mi cuarto dispuesta a averiguar quién me enviaba el regalo. Como siempre, me senté en el suelo y muerta de la curiosidad, rasgué el envoltorio y abrí la cajita. De su interior, saqué una fina cadena de plata de la que colgaba un trozo de vidrio pulido de color verde del que salían unas pequeñas alas moldeadas con algún metal que no logré identificar. Ya no me hizo falta más para saber que era Ezra quien lo había hecho para mí...
Y aquí estoy, tumbada en la cama dando vueltas a mis ideas mientras acaricio el colgante que llevo puesto al cuello. Es jueves por la noche y desde el domingo estoy pensando en enviarle a Ezra un mensaje de agradecimiento que no termino de escribir nunca. Cada vez que me armo de valor, me echo atrás en el último segundo, alegando que el que me haya hecho un regalo, no significa nada. Si él sintiera aún algo por mí, ¿no me lo hubiera entregado en persona?
Me sobresalto al oír el móvil sonar, como llevo haciendo toda la semana, esperando que en alguna de las ocasiones, sea él, pero mi sorpresa es mayúscula al mirar la pantalla y ver que es Noah. Me intriga tanto su llamada, que no dudo en contestar.
—¿Noah? ¿Qué ocurre?
Oigo música de fondo y no me cuesta imaginar que se encuentra en una fiesta.
—Alma, verás... siento llamarte a estas horas...
Noto preocupación en su voz, lo que me lleva a pensar que está en problemas.
—¿Que ocurre Noah? Si no me lo cuentas, no puedo ayudarte y supongo que si me has llamado es porque no te las puedes apañar tú solo.
—¡Es que si llamo a Ezra me va a castigar de por vida!
En eso no puedo quitarle razón. Me siento en la cama, contrariada.
—Habla conmigo, no puedo ser adivina.
—Es que... estoy en una fiesta. Patricia se empeñó en venir y bueno... una de sus amigas ha bebido más de la cuenta y no sabemos qué hacer. Se encuentra realmente mal, le cuesta mantenerse despierta.
Me froto la frente intentando pensar.
—Tenéis que llamar a una ambulancia.
—¡No puedo hacer eso! La fiesta es en casa de un chico del instituto y si hacemos eso se la va a cargar.
Me esta empezando a cabrear el asunto.
—¡Debería cargársela por organizar una fiesta con alcohol siendo menor! —Respiro hondo intentando calmar los nervios—. Está bien, dime dónde estás, iré a buscaros.
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La vida vuelve
Teen FictionAlma es una chica de 19 encerrada en sí misma. Llega a una pequeña ciudad costera para empezar en la escuela superior de arte, aunque a cambio tendrá que vivir con un padre al que apenas conoce. Por azar o por destino, el primer día coincide con Ezr...