Dos días más tarde no he dejado de dar vueltas a mi última conversación con Ezra. Me planteo si es una buena idea mantener el trato ya que con él me siento más vulnerable de lo habitual. No quiero cometer de nuevo el error de hablar de mí y la única forma de evitarlo es guardar las distancias. Por suerte, en clase se comporta como si fuera una alumna más y espero que siga siendo así.
Con Oli es diferente, me entretiene lo justo para que no esté todo el tiempo analizando mis pesadillas pero no se entromete. Nunca pensé que agradecería tener una amiga pero me he dado cuenta de que me hace mucho bien los ratos que paso con ella.
—Bien, aquí las tienes.
Regreso al momento y miro a Oli totalmente despistada. Es viernes por la tarde y me he acercado a la cafetería del centro donde ella trabaja. No es que me apeteciera mucho salir, pero estaba empeñada en enseñarme las fotografías de su trabajo antes de tener que entregarlas el lunes.
Dejo de sostener la taza de café a medio tomar y cojo las fotos que Oli ha puesto sobre la mesa. Mi asombro es más que evidente al pasar las tres primeras.
—Te he sorprendido, ¿verdad? Estoy muy contenta con el resultado. Te juro que no tenía ni idea de qué hacer y de repente ¡bum! Se hizo la luz.
Sigo pasando una foto tras otra y en todas aparece la imagen de sus pies con diferente calzado.
—Sorprendente, sin duda. —Jamás se me hubiera ocurrido algo así—. Dime que todo este calzado no es tuyo...
Oli suelta una escandalosa carcajada que hace que varias personas se giren a mirar. Si son clientes habituales del local, ya estarán acostumbrados a ella, así que ni me inmuto. Yo también me he hecho a su personalidad.
—¡Qué va! Fui al centro comercial y me probé un montón de pares. Tuve que hacerle un poco la pelota al dependiente para que no se pusiera hecho un bicho y al final compré estas zapatillas. —Me señala una de las fotos—. Por las molestias.
No sé lo que pensará la profesora Lombard, pero lo que no podrá negar es la originalidad de su trabajo.
—Son estupendas, Oli.
—Tengo que seguir trabajando —me dice en voz baja mientras mira a su jefe que la observa desde la barra.
Amontono las fotos y ella las guarda con cuidado en un sobre.
—Sí, yo también debería irme ya. —Apuro lo que me queda del café y me pongo de pie—. Nos vemos el lunes.
—Pasa buen fin de semana. —Oli pone cara de fastidio—. Siento no quedar contigo mañana para salir y eso, pero Carlos me quiere llevar por ahí a celebrar que libra.
No entiendo que sienta la necesidad de excusarse.
—No te preocupes por mí. Además, tampoco tengo ganas de salir. Disfruta tú por las dos.
Antes de que pueda remediarlo, Oli me da un rápido abrazo.
—Tía, eres la mejor.
Vuelve a la barra donde veo cómo su jefe le echa una pequeña bronca por entretenerse conmigo y me rio de sus artimañas de chica lista con las que consigue que él acabe sonriendo. ¿Qué le habrá dicho?
Salgo de la cafetería y decido volver a casa andando. Nadie me espera así que puedo tomarme mi tiempo para regresar. Mi móvil vibra en el bolsillo de mis vaqueros y al sacarlo leo un mensaje de Ezra.
—¿Tienes algo que hacer mañana?
Me quedo mirando la pantalla más tiempo de lo habitual mientras pienso la respuesta. Un cosquilleo en mi interior me demuestra que en el fondo quiero verle pero eso hace que mi parte lógica me recuerde que debo alejarme de él. Quiero salir de mi bloqueo pero si para hacerlo tengo que volver a sentir, el precio me parece muy alto.
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La vida vuelve
Novela JuvenilAlma es una chica de 19 encerrada en sí misma. Llega a una pequeña ciudad costera para empezar en la escuela superior de arte, aunque a cambio tendrá que vivir con un padre al que apenas conoce. Por azar o por destino, el primer día coincide con Ezr...