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J  I  M  I  N



A pesar de llevar un grueso chaquetón, el frío aún era capaz de traspasar la gruesa capa de tela que cubría su esbelto cuerpo. Sentado en una banca del parque cercano a su trabajo, el castaño tiritaba von un café medio helado entre las manos desnudas. Jimin no tenía intenciones de pararse, aunque estuviera a punto de la hipotermia, él prefería quedarse ahí y convertirse en una estatua de hielo que acudir a su trabajo. Miro al elegante edificio donde ejercía su trabajo, y rogó en su mente, que por un milagro del cielo la edificación ardiera en llamas hasta no quedar rastros de que alguna vez existió un lugar tan repulsivo. Sabía que eso no sucedería, así que solo tomo un sorbo de su ya helado café y se dispuso a caminar. Se colocó la capucha de su abrigo, en un intento de ocultar su rostro, pues aun no caía la noche por completo en la ciudad, alguien podría reconocerlo, verlo entrar a tal asqueroso lugar. No podía permitir eso.

A penas entró al imponente hotel, su jefe le ordenó subir al séptimo piso, pues su cliente lo esperaba hace ya 20 minutos. Jimin subió con toda la calma del mundo, después de todo él iba a la hora, el imbécil de su cliente fue quien quiso llegar antes.

Cada vez que el castaño llegaba a aquel lugar una sensación de náuseas y ganas de golpear a alguien le invadían. Veía desfilar por el vestíbulo a hombres importantes, algunos médicos reconocidos, celebridades, abogados adinerados o empresarios que casi tenían a medio país comprado con sonrisas cínicas en sus rostros ocultando sus perverciones.

Cruzó el pasillo hasta la última puerta, topándose con dos mujeres que al verlo le sonrieron con descaro, preguntaron si estaba ocupado y le ofrecieron pasar a su habitación. Jimin las miró con repulsión y siguió su camino. Odiaba y encontraba asquerosos a todos quienes frecuentaban ese hotel. Hasta el mismo era repulsivo.

Al entrar en la habitación, visualizó de inmediato a su cliente, este disfrutaba de un vaso de wisky, sentado en el pequeño living de la suite, con un cigarrillo entre los labios.

—¿Empezamos? — preguntó Jimin mientras caminaba hacia el perchero quitándose el abrigo.

—Tan frío como siempre —comentó entre risas— ¿No quieres conversar un poco? Podríamos tener una relación más cálida.

-Mi trabajo aquí no es forjar relaciones ni entablar conversación con mis clientes, Señor Joonyoung.

—Podrías pensarlo—apagó el cigarrillo en el cenicero a su lado, se levantó y miró a Jimin con esa mirada lasciva que el castaño aborrecía. Poco a poco se acercó a él, lo tomó por la cintura y lo apegó a él. — Haríamos una linda relación ¿no crees?

Jimin estaba cansado de pasar por la misma situación una y otra vez.

—Pienso que Usted fantasea mucho con cosas imposibles. Pero tampoco es como si pudiera impedírselo — lo empujó por los hombros obligándolo a caminar— Puede creer, fantasear, imaginar y delirar lo que desee, pero le pido no me lo comente, que es repugnante —lo empujó contra la cama que se situaba en la habitación— Supongo hemos comenzado, ¿que desea que haga Señor Joonyoung?

Su cliente negó derrotado, simplemente no podía convencer a ese chiquillo. Era millonario, guapo y joven, así que ¿por qué Park Jimin se resistía tanto a él?

—Lo que siempre hacemos.

Jimin, sin decir nada, subió sobre su cliente, sentándose sobre sus muslos delgados, dejando una pierna a cada lado y procedió a desvestirlo, saco su corbata con enojo y le rompió la camisa al tirar de ella. Los botones de la prenda salieron volando y Jimin sonrió con malicia. Él no quería excitarlo o jugar a uno de esos jueguitos sadomasoquistas, solo quería romper su ropa, desquitarse de alguna forma por tener que aguantar a tal estúpido imbécil.

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⏰ Última actualización: Nov 08, 2017 ⏰

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