Capítulo 4

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Oyuki no podía dejar de pensar en su pregunta, obviamente sí, sería su respuesta, ella ya sabía que todos le temían... sin embargo aún no podía superar ese dolor que se adueñaba de ella al pensarlo, cansada de sentirse perseguida por un psicópata que podría hacerla explotar en cualquier momento de distracción. Cada vez su situación era más extraña, luego de aquella caminata que ahora parecía ubicada en un mundo lejano y distante, ambos habían entrado a sus habitaciones sin mediar palabras. La luna estaba llena, su blancura iluminaba el desierto, Oyuki solo contemplaba aquel manto de arena que mutaba con los movimientos del viento, ese manto que ahora parecía blanco, que ahora parecía la más fina de las nevadas... una extraña calma la inundó, sin sentir nada su cuerpo estaba en el suelo, no había dolor, jamás lo había, sus ojos se cerraban lenta e inevitablemente.

El sol la obligaba a contemplarlo, una soñolienta Oyuki abrió los ojos, esa luz dorada que reclamaba atención, era tan dorada como el cabello de Deidara... Deidara, debía seguir durmiendo, seguramente luego de despertar se marcharía.

Había sido estúpido dormir en el suelo, se sentía como si ni siquiera hubiese descansado.

-¿Acaso soy una idiota?- se reprendió Oyuki, y sin muchas ganas se levantó. La puerta de la habitación de Deidara estaba abierta, y no había rastros del rubio por ninguna parte, se había marchado y ni siquiera se había despedido, ¿or qué le dolía? Si ni siquiera lo conocía lo conocía lo suficiente... no era respecto a él, obviamente no, era respecto a todas las personas, todas eran descorteses, falsas y solo pretendían usarla para su beneficio. Oyuki entró lentamente a la habitación, al parecer Deidara había olvidado algo, pensó si quitarle la mirada a la pequeña bolsa de arcilla, con mucho cuidado la tomó y la guardó en uno de sus bolsillos, entonces alguien golpeó la puerta con energía, estaba segura, debía ser él, no podía ser otro, seguramente regresaría a y le diría que solo estaba dando un paseo antes de partir, el jamás olvidaría su arcilla ¿verdad? A cada paso aumentaba su velocidad, en tan solo unos segundos ya estaba abriendo la puerta, ¿Acaso era una especie de broma? Tras la puerta había un ninja de la hoja al que no conocía, que le pasaba, ¿Por qué se sentía traicionada y estúpida?

-Hola...

­-¿Qué quieres?- dijo Oyuki con un notable tono de enfado que pareció asustar al ninja.

-Yo... Tsunade-sama me ha encomendado entregarle esto...

El ninja le pasó una carta, Oyuki la abrió y empezó a leerla "Oyuki, deberás quedarte algunos días más en Sunagakure, algunos equipos de la hoja han sido enviados para el rescate del Kazekage, sé que estás bajo las ordenes de Danzo, pero deberás interrumpir tu misión, te necesitamos como refuerzo de esos equipos, mientras que ellos tratan de recuperar al Kazekage, encuentra la guarida akatsuki y atácala, servirá como distracción, además tengo la seguridad de que no están todos a lo sumo tres, luego escapa no intentes pelear"

Oyuki rompió el papel con enojo, el ninja seguía parado si saber a dónde mirar

-¿Y tú qué quieres?- preguntó la muchacha.

-Debo llevarle una respuesta a la Hokage...

-Deja las formalidades, ambos sabemos que no me puedo negar

-¿Entonces, acepta?

-¡¿Y qué te ha parecido entender?! Dile a ese vejestorio que cubriré a sus preciosos ninjas en esa misión suicida.

-La hokage me ha dicho que te acompañe en esta misión...

-A las 8 PM, en la entrada- respondió con desgano

El ninja bajó la mirada ante la incómoda situación, y con suma rapidez se retiró.

-Ataca la guarida... seguro, seguramente para el monstruo será fácil encontrarlos y vencerlos, y si no lo hace no perdemos mucho- dijo Oyuki imitando lo que se imaginaba que diría el consejo de ancianos.

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