Descubriendo

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Hacía ya diez días que un dolor insoportable en mi cabeza me aquejaba; iba y venia, pero siempre estaba ahí. Un día , al regreso del colegio, aburrido en el escritorio de mi cuarto, terminando mi tarea, miré fijamente mi cuaderno pensando qué carajos iba a hacer. Siendo sinceros la mitad de lo que venía en la guía no lo entendía y de la otra mitad ni siquiera comprendía muy bien su significado. Pero tomando valor, y por supuesto mi calculadora, me dispuse a comenzar. Fue cuando me di cuenta que
mi lápiz no estaba. Pude verlo a unos cuantos metros de mí en una repisa de un pequeño mueble. Me estiré lo más que pude, renuente a levantarme de mi cómoda silla. Pero por más esfuerzos que hice no lograba alcanzarlo, y mirándolo fijamente le dije -¡Ven aquí que te lo ordeno!-bajando la mirada y tirando una sonrisa de resignación, me levanté de mi silla dispuesto a ir por él pero él lápiz ya no estaba. Seguí buscando en la repisa debajo y detrás del mueble sin éxito.
-Habré visto mal-me pregunté. -Seguro es este dolor de cabeza que ya me ha vuelto loco-Me decía a mi mismo mientras regresaba a mi silla y me sentaba en ella-Dios, ahora tendré que ir a la papelería por uno-remilgaba mientras me tomaba el rostro con ambas manos. Después de un Gran suspiro cómo diciendo «¡Qué más da! tu vida siempre ha sido miserable ¿por qué cambiaría ahora?» Regresé mis ojos a los libros, mientras un escalofrío como el que nunca había sentido me recorría el cuerpo ¡Era mi lápiz! estaba justo ahí en medio de mis libros. Mi primera sospecha fue"fantasmas" no estaba muy seguro pero, para tener un poco menos de miedo, bajé a la sala. Allí estaban mi madre y mi padre, como casi siempre mamá cocinando y mi padre viendo algún tipo de programa en la tv.

-¿Estás bien?-Preguntó mi padre

-Sí ¿por qué?¿me notas algo extraño?-pregunté.

-Bueno es solo que estás muy pálido, como si algo te hubiese asustado-

-No, no para nada.. es solo que me pasó algo extraño, pero estoy bien-contesté, restando importancia.

-Pues parece que viste un fantasma-

-Vamos papá, los fantasmas no existen-respondí simulando una carcajada. Pero mi mente me susurró un muy cínico "¿o sí?".

-Yo no estaría tan seguro, esta casa la compré algo más barata porque aseguran que aquí mataron a varios. La familia entera para ser exactos-Tan pronto como escuché eso mis sospechas sobre fantasmas se hicieron aún más grandes y un miedo enorme me invadió el cuerpo como una ola grande y pesada. De repente una risa rompió el silencio; era mi padre doblado a carcajadas en el sofá.
-Rayos hijo, debiste ver tu cara, se puso casi transparente y tus ojos casi se salieron de sus cuencas, fue muy gracioso- con gran esfuerzo articulaba mi padre ya que sus risas no lo dejaban hablar libremente.
-no lo fue para mí- le respondí. Y ya un poco molesto por la broma aunado al pequeño dolor de cabeza que tenía, decidí subir de nuevo a mi habitación.
«Seguro vi mal, los fantasmas no existen» me repetía mentalmente.
Terminé pronto de hacer mi tarea y bajé a cenar ¡Era el guiso especial de mamá!
-¿Cómo me quedó? Sean sinceros-preguntó sabiendo de antemano que nos había encantado y que, aunque no fuera así, teníamos que demostrar lo contrario si queríamos seguir viviendo; sobre todo papá.

-Está delicioso madre, como siempre-respondí

-Mi amor, por este guiso me casé contigo-Respondió papá.

-¿En serio? ¿No fue porque ya me habías embarazado de tu hijo?- incordió entrecerrando los ojos.

-Para nada, él no tubo nada que ver ¡Fue tu guiso!- afirmó mi padre.

Una risa cálida inundó el ambiente. Eramos solo tres, pues yo era hijo único, pero nuestra relación, lejos de ser aburrida, era buena, alegre y nos teníamos gran confianza.
Terminé mi cena, dí las gracias y después de un delicioso postre de tarta de fresa, me retiré a mis sagrados aposentos. Tan pronto como me recosté en la cama me dije; «Rayos Óliver, si lo ves desde esta manera, tu vida no es tan mala». Pasados unos minutos cerré los ojos y me dormí.

A la mañana siguiente desperté con la misma esperanza que había tenido diez días atrás; que mi cabeza ya no doliera. Descubrí que el dolor aun seguía,pero que al menos ya era menor al día anterior.
«De nuevo a la escuela, otro día más en un lugar donde nadie me notará. Es más, dudo que alguien ahí sepa siquiera que existo». Y con esos pensamientos me dejé caer en la cama, cuestionándome fuertemente sobre si ir o no. Al fin y al cabo estaba seguro que si iba o si no, no habría diferencia ya que nadie se daría cuenta.

«No seas tonto Óliver ¡tienes que ir! Porque ¿sabes quiénes sí notaran si no vas a la escuela, y qué te matarán por ello? Exacto mamá y papá» Volteando la mirada a mi ropero, con un notable cansancio y un sueño tal qué pareciere que la cama me jalara y no soltara, me dije; «¡Rayos! quisiera tener a alguien que me vistiera, no quiero mover un músculo ¡tengo mucho sueño!»
-Camisa a cuadros ¡ven por favor! igual ustedes Jeans azules- me reía bromeando sobre mí mismo, mientras miraba al techo pensando que si había funcionado con el lápiz tal vez también funcionaria ahora. «Si esas cosas llegaran a venir, creo que saltaré por la ventana del susto».
La broma dejó de ser divertida cuándo giré la mirada y pude ver la camisa a cuadros y los Jeans azules justo a mi lado sobre la cama.
-Ok, no te asustes, tranquilo...respira. Alguna buena explicación ha de existir-Me repetía mientras en mi mente decía «¡Fantasmas, fantasmas! ¡huye! ¡corre por tu vida! ¡sálvate Óliver!» mis pasos apresurados me llevaron hasta la puerta, pero de nuevo la lógica en mi cerebro me detuvo. «Es de mañana y los fantasmas no salen a esta hora. Vamos ¡esta no es su hora!» Miré de nuevo a la cama donde las prendas de vestir seguían inertes.
-¿Y si yo lo hice?- Esa duda empezó a sonar un poco más razonable, aunque siendo sinceros ya no distinguía muy bien lo razonable de lo que no.«Ok tranquilo, si yo lo hice debo poder hacerlo de nuevo» respiré hondo, tranquilizándome, dispuesto a probar mi loca teoría. Me concentre un poco y, mirándolos fijamente, dí la orden en mi mente esta vez.

-¡Zapatos vengan!- Con mis propios ojos pude ver como el par de zapatos algo desgastados que tenía al otro extremo de mi habitación se levantaban en el aire para posarse justo al lado de mis pies. «¡Esto no puede ser verdad!» me repetía una y otra vez con más fuerza, incrédulo ante lo que acababan de ver mis ojos.
-Seguro es un sueño... ¡Sí, eso es!¡Seguro estoy soñando! Después de darme un pellizco pude ver que no, definitivamente no estaba dormido, lo que acababa de ver en realidad pasó.

A mi cuerpo se lo turnaban las sensaciones de miedo y emoción. No sabía que hacer; si decirle a mis padres o si guardarlo en secreto. ¡Qué tal y me toman por un loco! O mucho peor, ¡qué tal si me creen y el gobierno me lleva para hacer experimentos conmigo! «Eso es lo primero que el gobierno hace en las películas» me dije.

-Tranquilo, ordena tus asuntos- respiré profundamente y medité un poco, un par de minutos después la decisión estaba tomada. «Lo guardaré en secreto. Nadie tiene que enterarse de nada, si yo no lo digo podré seguir con mi vida normal... sin gente llamándome loco o el gobierno experimentando conmigo».

La Orden De Los Cuatro MagosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora