La ciudadela

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Cuándo desperté lo hice por el sonido de unas voces que parecía que hablaban a lo lejos, pero que se hacían cada vez mas cercanas a medida que recuperaba el conocimiento.

—¿cómo puedes estar tan seguro de que sea él, Éracan? él es muy débil; un simple y corriente muchacho mortal—Dijo una voz muy parecida en tono a la de la figura que me visitó en mi habitación aunque notablemente mas atemorizante y autoritario.

—Si él no fuera el correcto ¿creés que Aglaia nos hubiese dado la orden de que lo trajéramos?—Contestó una voz que en esta ocasión sí parecía ser perteneciente a mi captor.

Empecé a mover mi cuerpo tomándome la cabeza con ambas manos, muy aturdido, recuperando poco a poco la movilidad en mi cuerpo y mis sentidos. Pude darme cuenta al abrir los ojos que estaba acostado en el piso, el cuál no parecía estar hecho de concreto, asfalto o madera, como la mayoría. Mas bien parecía ser de roca.
Comencé a observar mi alrededor tratando de que mis ojos se adaptaran a la luz del sol. Cuando por fin mi vista se aclaró, pude ver que estaba en el centro de algo parecido a una ciudadela enclavada en lo alto de algunas montañas. ¡Había cuatro picos rocosos rodeando todo! Y en cada uno de ellos, talladas con todo lujo de detalle, edificaciones parecidas a casas con enormes pilares y torres. A pesar de lo escabroso que podría parecer el terreno, la vegetación era abundante, aunque perfectamente equilibrada. Era hermoso, parecía obra del mejor jardinero del mundo. Por las declinaciones de los cuatro picos bajan pequeños arroyos de agua cristalina como las que nunca había visto y se encontraban justo en el centro, donde  rodeaban la roca circular sobre la que yo estaba, para seguir su curso hacia una grieta que había entre dos picos, y desembocar, en lo que aparentemente era (por el ruido que se escuchaba) una gran cascada.

—¡No estas aquí para admirar el paisaje niño!- dijo una voz detrás de mí. Todo lo hermoso que me rodeaba resto importancia cuando recordé como fue que llegué aquí en primer lugar.

Al volver mi vista pude ver tres figuras enormes, ocultas por el reflejo de el sol que se encontraba detrás de ellos. Una parecía ser mi visitante anterior, que termino capturándome,  las otras dos, al igual que él, parecían estar envueltas en ropas antiguas. Y también tenían la característica barba encanecida. Aunque una diferencia que los separaba era el color de sus ropas.

El color de la ropa de uno era oscura como la misma noche, parecía tener una pechera de cintos de cuero desgastados por el tiempo debajo de su capa, y dos bolsas de piel colgadas a su cintura. Su altura (de por si, la de los tres ya era enormemente alta) era superior a la de los otros dos. Su forma física era un tanto mayor también, empuñaba un báculo aparentemente hecho de metal, aunque no brillante; mas bien áspero y opaco. Y en el extremo superior del mismo, unos aros hechos de algo parecido al bronce girando en sentidos opuestos uno de el otro al rededor de una pequeña roca en forma de esfera. Cubriéndola, dando la semejanza a un átomo.

El segundo portaba unas prendas grises, pero él no portaba capa, solo tenía un gorro que ocultaba su rostro y el resto de su ropa era solo una prenda larga amarrada con un Cinto. Tenía un peto con símbolos extraños que se extendía desde su pecho hasta sus rodillas. Las mangas de su prenda eran menos holgadas. Y en estatura y complexión era menor a la de los otros dos ya que parecía mas delgado y solo un poco mas chico que ellos.
Su báculo parecía estar hecho de cristal con un tipo de inscripción que lo rodeaba y se extendía de punta a punta. Y en su extremo superior no había nada.

—¿Quiénes son? ¿y cómo llegaron aquí tan rápido? ¡hace tan sólo un momento ustedes no estaban! Y más importante ¿cómo llegué yo aquí y por qué?—Les dije, casi gritando por el miedo que me provocaron.

—Nosotros siempre estuvimos aquí, solo que hasta ahora te hemos permitido poder vernos—Respondió la figura de ropa gris.

—Mi nombre es "Siran" mago del "Sur" y miembro de la orden de los cuatro magos—Dijo mientras ponía su mano en el pecho. Esta vez no pude ver nada en ella, no tenía los signos escritos en tinta negra que si tenía el que me había capturado.

—¿Y el quién es?—dije mientras señalaba con una de mis manos temblorosas al más grande de los tres.

—¡Tú no tienes porqué saber mi nombre! Y yo no tengo porqué presentarme ante alguien así. Eres totalmente patético Tiemblas incluso al señalarme. Me es increíble que no hayas mojado con orina tus ropas—Respondió abrúptamente la figura, su voz era la menos cálida de los tres; gruesa y pesada, pero un tanto más rasposa... cómo si dentro de su garganta hubiera una parvada de cuervos. Y pronunció cada palabra sin moverse un poco siquiera, como si cada palabra fuera un gasto innecesario hacia mí.

—Tranquilo por favor, él solo esta asustado y confundido—contestó el de ropaje gris. Su voz era igual de poderosa que los otros dos. Pero hablaba mas pausada y serenamente.

—Exacto, está asustado y es débil ¡esto no debería ser así! Mi hermano era fuerte, valiente, noble también, pero siempre un guerrero destacado ¡Él no se le asemeja en lo mas mínimo! Nuestra señora Aglaia jamás cometería un error, eso lo sé, así que este debió ser un error tuyo "Éracan" ¡seguro trajiste a alguien equivocado!—

—Tranquilo hermano, sé que es el correcto. Tal vez si adoptáramos una forma mas humana él se tranquilizaría y escucharía el porqué lo hemos traído—

—¡Nunca he adoptado un forma humana desde mi nueva llegada! Y mucho menos lo haré por alguien como él. ¡Yo me retiro!— dijo el de ropaje negro, al mismo tiempo que golpeo con su báculo el suelo y en su cara se iluminaba de color azul intenso una linea de sellos que atravesaban de forma vertical su ojo izquierdo (parecidos a los que tenia en la mano el que llamaban "Érecan") permitiéndome ver por un momento la mitad de su rostro, para después desaparecer.

—El tipo amistoso que acaba de irse se llama "Niroc".- dijo Éracan. Mientras el gris el que se llamaba Siran se acercó a mi y apoyando su rodilla en el suelo me dijo;

—Perdónalo por su comportamiento Óliver. Es solo que su lazo contigo anteriormente, era muy fuerte.

—¿Conmigo? Imposible, les juro que jamás lo había visto... ni a él ni a ninguno de ustedes—Contesté sorprendido. A cada minuto que pasaba en ese lugar todo se volvía más y más confuso. Ya no era solo uno, ahora eran  tres tipos y, por si fuera poco, desaparecían y aparecían a voluntad. Una ciudadela oculta, magia, magos, poderes, etc. Mi inquietud y miedo crecía a cada segundo.

Óliver es momento de que te expliquemos porqué te hemos traído aquí...

La Orden De Los Cuatro MagosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora