Antiguo

72 4 1
                                    

Caminamos y subimos un sin fin de escalones. El número de ellos era proporcional a las preguntas que les hacía a medida que avanzábamos. La curiosidad me mataba y el miedo también, aún no sabía que podía molestarlos así que preguntaba con respeto (Aunque al parecer la respuesta para todo era ignorarme). Todos mis esfuerzos fueron en vano.  

Al fin llegamos a la entrada, era enorme; más de lo que aparentaba a la lejanía. La puerta era de madera con bisagras grandes y antiguas. En la cual se apreciaban unas claras grietas y empezó a abrirse a medida que nos acercábamos.

  —Éste lugar está algo descuidado, es normal pues tiene 100 años desde que alguien entró. —El mago gris por fin hablo. Todo era polvo, el salón era inmenso, en el había solo estantes llenos de libros. Un hermoso paraje en el centro saltaba a la vista; era un pequeño jardín con un árbol de gran follaje, que de inmediato llamó mi atención.

—¿Qué es esto? —pregunté mientras volteaba al rededor y desempolvaba algunos libros extraños.

—Bueno antiguamente te gustaba leer Óliver. Decías que los libros humanos te hacían comprender un poco más sus sentimientos, emociones y necesidades. —Al instante me detuve, y sin dejarme preguntar, el mago continuó hablando.

—Yo morí hace miles de años, pero sabes, aunque morimos nuestros espíritus reencarnan y es por eso que ahora estoy aquí. Esta es la casa de Órclent, y será tu casa ahora. —Mi voz no salía de mi garganta; las palabras se atoraban como si hubiera algo obstruyéndolas. —El espíritu de Órclent ha reencarnado en ti.

—Yo no puedo ser un mago, yo soy alguien normal. Incluso soy tan normal que la mayoría ni siquiera nota que existo. Normalmente ni siquiera puedo con mi tarea de la escuela. ¿Cómo pretenden creer que podría con las tareas de un guardián del mundo? Esto debe estar mal, tu amigo el del norte, el tal Niroc tiene razón ¡se equivocaron de persona! 

—Una persona que mueve objetos con sólo su mente no puede ser normal Óliver. —dijo Siran.

—¡Lo sabía! sabía que me seguían, sentí que alguien me observaba.

—Te enseñaremos a utilizar tus poderes naturales y cuando los hayas dominado se te regresaran las habilidades de guardián que fueron selladas en nosotros y junto con ellas tu posición como guardián de el norte.—concluyó Siran al tiempo que se sentaba en una banca de roca, la cual se encontraba justo en ese paraje que antes observé.

—Disculpen, pero ¿no esperarán que después de lo que acaban de decirme yo responda «Claro no hay problema, cuando empiezo»  verdad? Porque si es así les aseguro que están muy equivocados. —Mis gestos eran incontrolables, tenía los nervios por las nubes. Mi cuerpo no se sentía cómodo en ninguna posición.

—Sé cómo es no comprender lo que pasa. Entiendo el miedo que te embarga al descubrir lo que en verdad eres. —dijo Érecan al tiempo que se acercaba. —Cuando el espíritu de Érecan reencarno en mí, me sentía igual. Pero debes comprender que aún con todo nuestro poder te necesitamos. La tierra ha sufrido cambios desde tu partida, el equilibrio no se ha restaurado ni se restaurará hasta que tú te nos unas. Tus poderes no van a desaparecer solo porque escapes, tendrás que lidiar con ser diferente el resto de tu vida hasta qué mueras como humano. Pero si eliges ese camino muchos morirán; algunos de sed porque las lluvias nunca llegaron y otros de hambre porque el invierno nunca cesó. Cien años después de tu muerte el guardián Órclent reencarnará de nuevo, pero el daño sufrido en su ausencia nunca podrá ser reparado. Tienes una decisión muy grande y difícil ante ti, y no te diré qué hacer. Solo te pediré lo que a mí una vez me pidieron; decide sabiamente por favor.—

Ahora lo veía todo un poco mas claro; ellos me necesitaban. La decisión era grande e involucraba responsabilidad pero las palabras de Érecan no dejaban de resonar en mí. Podía ayudar a cuidar de la vida de éste mundo. Todo lo que amaba estaba en él. Si decidía huir seguiría siendo ese tipo sentado en la esquina del salón sin que nadie siquiera supiera que existo, ignorado y sin ningún propósito. Si decidía ser guardián sería igual, nadie sabría que yo existo pero la diferencia es que tendría un propósito y usaría ese anonimato para ayudar a los demás. 

—¿Y qué les asegura que yo podría con la tarea? ¿qué les asegura que no voy a fracasar? —les dije un tanto dudoso, sosteniéndome de uno de los estantes de libros para no desmayar.

—¡Yo lo aseguro! —Una voz de mujer respondió justo detrás de mi ,al tiempo que Érecan y Siran retomaban sus formas originales y se apresuraban a arrodillarse e inclinarse. Giré la vista y vi a una mujer que aparentaba  unos veinticuatro o veinticinco años de edad. De hermosa figura, piel clara, ojos grandes y de color negro impactante, cabello oscuro y vestía un largo vestido azul.

—¡Arrodíllate ahora! —dijo Siran. Orden que sin vacilar obedecí. Después de todo alguien que merecía tal respeto y temor de parte de ellos seguro también lo merecía de mí.

—Sus formas humanas estaban bien, no se preocupen, después de todo yo también estoy usando una. —dijo la mujer. —¿Donde está Niroc? —preguntó.

—De ninguna manera mi señora, no es digno presentarnos con formas humanas ante usted. —respondió Siran, aún sin despegar la frente del suelo. —Niroc no sé encuentra en la ciudadela, pero de inmediato haremos que sé presente.—

—No es necesario. Y ahora déjenos solos. —Al terminar de decir estas palabras, Érecan y Siran  se levantaron y desaparecieron.

Me encontraba de nuevo frente a un personaje que no conocía. Y aparentemente más poderoso que mis otros dos amigos...

La Orden De Los Cuatro MagosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora