Capítulo 10

75 11 3
                                    


Pateé todo lo que encontré por el suelo de camino, y de repente... Lo tenía andando a mi lado.

–Buenas noches, Ryoga.–me saludó solo por educación

–Buenas noches...Tsuzuku.–

Me siento como si acabara de cerrarse el telón y lo hubiera hecho justo sobre mí.

Y estaba oscuro...

Aumenté el ritmo al andar para intentar adelantarlo discretamente y desviarme de su camino en la próxima esquina que viera, así no quedaría muy mal, ¿no?

–Qué haces.–vaya por Dios, no le ha hecho gracia

–Tengo un poco de...prisa por llegar a casa.–

–¿La tienes de verdad o es solo porque me tienes miedo?–

Lo tengo.

–No tengo miedo qué tonterías dices.–intenté hacer ver que me lo tomaba a broma

–Me trae sin cuidado si lo tienes o no, no vengo a disculparme contigo, solo a preguntar si lo has contado.–

–¿Ah?–

Los maravillosos principios de Don Tsuzuku, sí señor. Me importa una mierda como si te mato, pero no se lo digas a Yamada que me echan del curro. Genial. Ahora me planteo hacerlo y todo solo por joder, qué se ha creído este, en serio.

–Que si se lo has contado a alguien, ¡¿estás sordo o qué?!–

Se irrita tan fácilmente que como para no asustar, joder.

–No no se lo he dicho a nadie, a mí no me grites.–

–De puta madre entonces.–me empujó para que me apartara de su camino y siguió andando

Yo no entiendo nada, este tío es muy raro. Y lo que me da rabia es que es ese tipo de tío que te gusta más cuanto más gilipollas es contigo. ¿Por qué? ¿Por qué nos hacemos daño de esa forma? Sabes que es imbécil, sabes que le das igual, pero es que joder, está tan bueno.

Después de esa noche los días se sucedieron uno tras otro, por suerte no tuve que aguantar la cara de Byou más que en un par de ocasiones; simplemente nos insultamos un poco mientras pasábamos y ya está, no era un gran problema. Fui subiendo en el ranking de hosts; ya tenía una cantidad aceptable de clientas que pagaban una cantidad indecente de dinero para estar conmigo. De la cual yo me llevaba aún una puta mierda, he de añadir. Aunque con los ahorros que estaba consiguiendo no me iba del todo mal; puse bonito mi apartamento, me compré una guitarra. No sé tocarla, pero da igual, quería una guitarra. Es como si le das dinero a un niño pequeño, quiere comprárselo todo, pues yo igual. Ya aprenderé a usarla. Qué más da, es mi dinero y lo gano yo satisfaciendo a mis putas, me lo gasto en lo que me de la gana.

Lo único que echaba en falta de mi vida en el pubelo era el hecho de que...Bueno, llevaba ya unos meses en Tokio y no había salido ni una vez de noche. Mis días libres los usaba para dormir, y me hacía tanta falta... Que no sé. Me preguntaba si el resto de mis compañeros que ocupaban la misma franja horaria que yo tendrían el mismo problema. Qué felices eran esos hosts que trabajaban en el ''Café time'' y que cuando yo entraba volvían a sus casas tan contentos a retozar con sus novias o clientas-novias. Yo tengo que intentar emborracharlas para cobrar más y ellos que se pongan gordas llenándolas de bollos y pastitas para el té, al final tanto da. Pero en ese turno todos son tan feos...Y no quiero trabajar de mayordomo gilipollas, que a esas horas el noventa por ciento de las que van son pequeñas niñas grandes que se creen lo más kawaii del mundo. Y ya tengo bastante con las pocas clientas que tengo de ese tipo, están en una página de mi libreta de host a la que llamo ''la esquina de castigo de las pubertas''. Pubertas, que palabra más chula, así nos llamaba nuestro profesor de lengua de primero. Pubertas y pubertos, animalitos de bellota.

Sweet P. ClubDonde viven las historias. Descúbrelo ahora