Capítulo: 4 Reencuentro

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     -Antony...

Eso es todo lo que sale de mis labios. Está ahí, sentado, con su hermosa sonrisa congelada en sus carnosos labios. Nunca lo he admitido ante nadie y me cuesta hacerlo ante mi misma, pero cada que le miro, se me acelera el corazón.

Después de unos segundos que me parecen eternos, se pone de pie. No sé si esta como lo recuerdo o para mí siempre se ve perfecto. Lo conozco desde hace varios años, lo he visto en su adolescencia y parte de su etapa cuando se convertía en el hombre que es ahora. Puede estar lleno de acné, parecer inmaduro, estar furioso o extasiado, y para mí, siempre ha sido el mismo.

Cuando lo tengo justo frente a mí, me toma entre sus largos brazos para ponerme a la altura de su rostro. No soy una mujer de baja estatura, con estos tacones mido aproximadamente 1.75, pero, aun así, ante él me veo pequeña.

     -Hola, linda pequeña -sonríe – nunca en mi vida espere encontrarme de nuevo contigo, al menos no aquí

     -Antony, no son tan pequeña -aun me tiene entre sus brazos. Estoy muy emocionada, lo extrañaba demasiado -ya he crecido, soy toda una mujer.

     -Yo jamás podré verte como una mujer. ¿Sabes lo difícil que es eso? ¡Te llegue a ver en pijama de Bob esponja!

Como siempre sucede cuando estamos juntos, nos olvidamos del mundo, del momento y lugar que nos encontramos. Tiene ese efecto en mí, es mi mejor amigo. Un carraspeo es lo que nos regresa de un plomazo a la realidad.

     - ¿Desde cuándo se puede ser cariñoso con la jefa? ¿Desde cuándo se conocen? Y sobre todo y más importante, ¿Por qué me ignoran?

No es la primera vez que escuchamos las mismas preguntas. Cuando estábamos en secundaria éramos muy unidos, los demás eran los que se acoplaban a nuestro dúo dinámico. Solo de recordarlo me comienzan a dar unas ganas incontrolables de reír, parece que Antony piensa lo mismo. Ahora somos dos los que se ríen a carcajadas.

ANTONY:

Hace una semana llegue a Londres, con el único propósito de tomarme unas bien merecidas vacaciones. Me estaba quedando en casa de mi amigo, Carlos, compañero de la carrera de fotografía, cuando un día llego, diciéndome lo que pasaba en su trabajo. Él tenía el plan de regresar a Venecia, donde residía su familia, pero no podía hasta conseguir un trabajo allá. Cuando por fin lo consiguió intento hablar con su jefa, recibiendo por respuesta que, si no tenía un remplazo, no se podía ir.

Estuvo por varios días intentando convencerme, pero yo no cedía. En muchas ocasiones me hablo de su jefa, jamás me dijo el nombre. Contaba que era buena persona, pero cuando se trataba del trabajo era alguien muy perfeccionista, estresante. Al principio no aceptaba, pues ¿Quién desea trabajar con una persona que esta presionándote todo el tiempo? Nadie. Sin embargo, de haberme dicho su nombre, no lo hubiera dudado ni un segundo.

Conozco a la mujer entre mis brazos desde hace 10 años, se convirtió en mi mejor amiga y la mujer más importante para mí, claro después de mi familia, desde que me sonrió. Con sus cabellos negros enmarcando su rostro, su tímida sonrisa, esos preciosos ojos de un color tan exótico, que es imposible no quedarse embobado.

     - ¿Recuerdas todas las ocasiones, que te contaba de mi mejor amiga? ¿Esa preciosa chica de cabello negro? -sonrío. Pensarla tiene el efecto de ponerme feliz, ahora con ella a mi lado...

     -Claro que lo recuerdo, nunca dejas de hablar de ella. Tu querida amiga... -su voz poco a poco se apaga. Parece que los ojos se le saldrán de sus cuencas al momento de unir las piezas. La apunta con un dedo, boquiabierto- Shayla...

¿Huyendo del destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora