9: Deseo.

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—Espera... ¿Porqué dices que éramos?— pregunta.

—También hice mis travesuras de niño, George.

Me miró dudoso.

—Cuentame una.

—Por ejemplo...— pienso un poco— Cuando embarre a Abby de betún negro.

Reí.

—¡Sí, lo recuerdo!. Soulla te dejó sin carritos por un día.

—Fueron dos, de hecho.

Reímos.

—Ya vez que sí hice travesuras.

Asintió.

Gracias a Dios que sí lo recordaba.
No podría creer que pasaría sí George se llega a enterar que días antes yo también había besado a Daniela, o que ella me había besado a mí, bueno en realidad fui yo quién la beso. Pero y eso qué... ¡Era una criatura indefensa!.

—Blake.

—George.

—Ya, ya. ¡Se me olvidaba!.— gritó con preocupación en su voz.

—¿Qué?— respondí alarmado. Esto parecía una escena dramática.

—El trabajo de literatura. El poema, Blake.

—Ugh.

Busqué mi cuaderno y busqué en la pagina donde había escrito el trabajo. Revisé ya que George siempre me hacia bromas de este tipo.

—Es correcto.— Confirmé.

—Me iré a casa Blake. Ya está anocheciendo y mamá debe de estar esperándome.

Recogió sus cosas y colgó si mochila en ambos hombros.

Nos dimos un abrazo y el con su simpatía dejó un beso sonoro en mi mejilla.

—¡George!.

Salió corriendo. Después de varios minutos no había ningún ruido en las escaleras. Su risa loca y sus pisadas ya habían desaparecido.

Suspiré.

Este año estaba más que duro. Trabajo comunitario, clases de español, francés. Las duras y largas clases de Biología. Y el libro de matemáticas que aún no resolvía sus problemas solo.

Revisé mi mini-biblioteca y encontré un libro llamado " Antología poética"  de Federico García Lorca.
A mi parecer era un buen libro, ya lo había leído antes, pero, no recordaba en absoluto ninguno de sus escritos.

Lo leí rápidamente y encontré poemas llamados: Los encuentros de un caracol aventurero, sueño, balada de un día de julio, balada de la placeta, la sombra de mi alma, balada interior, etc.

Estos y muchos más. Pero el que más me gustó fue el llamado "Deseo".

—Deseo— comencé a leer, empezando por su título— Sólo tu corazón caliente, y nada más. Mi paraíso, un campo sin ruiseñor ni liras, con un río discreto y una fuentecilla. Sin la espuela del viento sobre la fronda, ni la estrella que quiere ser hoja. Una enorme luz que fuera luciérnaga de otra, en un campo de miradas rotas. Un reposo claro y allí nuestros besos, lunares sonoros del eco, se abrirían muy lejos. Y tu corazón caliente, nada más.

Terminé de leer y cerré el libro.

Esto me había hecho recordar a una persona especial...

Daniela.

*

Te reto a ti... ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora