Nunca me he llevado bien con los finales, me ponen nostálgica o me domina el miedo, pero hay finales que siempre serán necesarios, aquéllos donde no encontramos otra salida para terminar con el dolor o el sufrimiento, que nos impiden progresar como persona, como una amistad tóxica, una relación romántica llena de infidelidades que nos hace daño, un objetivo que ya no nos interesa o un compromiso que ha dejado de tener sentido. Pero son esos finales, que nos permiten movernos de una etapa a otra. Una de las reglas de la vida es que todo, absolutamente todo, tiene un final y para ella, no hay excepciones.