IV: DESCONOCIDOS

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Habían pasado dos semanas más, el clima estaba inestable y muy cerca de donde vivía había muerto una mujer a manos de su esposo. Lo reporté en mis cartas y me quedé pensando largo tiempo respecto a lo sucedido, ¿estaría pasando mi mamá por lo mismo, estaría bien? Así que la llamé pero como de costumbre nadie contestaba, quise llamar a Richard..., pero sabía que era muy estúpido arriesgarme así. Aunque era muy probable que mi padre le hubiese contado mi paradero y que ese tal Lucas no fuera más que él. Nadie me regalaría flores, ni menos siendo una desconocida.
Divagando largo rato uní situaciones y me percaté de una idea a otra que a mis vecinos jamás los había saludado ni ofrecido pastel o algo parecido como salía en televisión, no sabía quiénes eran, tenía que presentarme, preparar algo. Sin embargo me reí ante la idea de estar cocinando, pero podría averiguar la verdad de Lucas si descubría quienes estaban tras esas puertas y me sonreí ante el plan que había ejecutado o que estaba por ejecutar.

Bajé al parque y corrí a la librería, hacía frío y no me había abrigado lo suficiente. Cuando entré una brisa tibia me recorrió el cuerpo, había un nuevo librero, no lo había visto antes, ya no era el hombre mayor que solía estar allí. Rodeaba los treinta años, era alto, quizás un metro ochenta y tenía ojos y cabellos marrones, era de piel morena y estaba vestido con jeans desgastados y una camisa azul que destaca su piel y su espalda. Me quedé congelada y saludé:
- Ho-hola...bueno...venía a buscar...- se dio la vuelta completamente y dejó de ordenar un montón de libros de Oscar Wilde.
-¿Un libro? - se rió y señaló el libro que tenía en la mano- Has venido al lugar ideal - me contestó y le sonreí algo avergonzada y rogué que me aparecieran aquellos dientes perfectos que siempre quise .
Le pregunté si tenía libros de gastronomía; pensativo me contestó:
- Cualquiera pensaría que buscarías a Austen, no a algún italiano...-sonrió con amabilidad.
- No sé cocinar -respondí- y me mude hace poco al edificio verde de...
- ¿Te mudaste al viejo Williams? Yo vivo ahí hace un tiempo - me quedé en silencio, ¿cabía la posibilidad que fuera él?
- ¿En serio? ¿En qué piso?
- En el primero...ahora pensándolo bien creo que te he visto, - me miró pensativo- ¿tú no eres la de los gatos? -me reí con ganas, ¿tenía pinta de la soltera de gatos? Me reí más fuerte cuando recordé que iba adoptar uno.- ¿Eres tú? - Negué con la cabeza sujetándome de una torre de libros de Cohelo.- Apostaría que sí...bueno, aquí hay algunos recetarios, repostería, y todas esas cosas. - Me le quedé mirando idiotizada, cuando me di  cuenta que me estaba hablando y no me había percatado me sonroje de buena manera.- ¿Creo que tenemos algo de ensaladas...por si...?
- No, está bien. Me llevo los cinco que están allí, pero...por casualidad ¿sabes preparar pasteles? - Reí y él me guiñó el ojo y me dijo que esperara. Me quedé congelada ¿se había tomado mi pregunta en serio? ¿a caso le había le había invitado indirectamente a mi casa? ¿A...cocinar? Tardó en salir, quería irme, pero no podía porque aún no pagaba los libros y no podía cocinar sin ellos, hasta que lo hizo, acompañado de otro hombre, uno mayor.
-Ah...la señorita de Alcott -me saludó el viejo George- ¿cómo van las cosas con Laurie?- le sonreí. - Pues anda, yo te cubriré- le dijo al joven.
- Aún no pago los libros-respondí.
- Oh...está bien. - Pagué los libros y me fui, el joven del que todavía no sabía el nombre iba a mi lado, me sentía sumamente baja a su lado, me superaba a lo mucho por  quince centímetros.
- ¿Cómo te llamas? - pregunté con ciertos nervios.
- Adivina.- me reí.
- ¿Alejandro?
- No, no es con "a".
- Dame una pista - le dije.
- En el abecedario estoy después de la "i".- Mi corazón latió con fuerza.
- ¿Lucas? - Mis ojos centellaron, pero él negó. ¿Después de la "i"?- ¿John?
- No.
- ¿Javier?
- Muy bien, guapa. - Me desilusioné, era muy simpático era una verdadera pena que no se tratara de el  enigmático que me había dado las flores y que yo andaba buscando- ¿Y tú?
- Rose.
- Lindo nombre. - Estábamos cruzando el parque, que en ese momento estaba sin ningunas de esas hojas que me gustaba triturar. Los niños corrían tras sus padres llorando, otros riendo. Me acordé de los míos y me volví a preguntar ¿qué había sido de ellos?- ¿Qué cocinaremos entonces? - preguntó despertándome de mis pensamientos demasiado lejanos,  de mi casa, de mi playa y de las mil situaciones que me había planteado.
- ¿Tal vez podríamos probar con repostería? - Sugerí.
- De acuerdo. - Sus labios gruesos se movieron con suavidad y me entraron unas ganas locas de devorarlo. - ¿Entremos?- asentí.

Las escaleras se habían hecho eternas, podía sentir su cuerpo cada vez más cerca y me reí de mí locura, jamás invites un extraño a casa, jamás.  Y allí estaba a punto de cocinar con un chico que había visto cinco minutos, tal vez será divertido, me respondí.
Número 15, habíamos llegado. Estaba todo muy desordenado.
- ¿Es en serio? ¿Ni un solo gato? - me reí.
- Estoy pensando en tener uno, pero no sé si las políticas del edif...
- ¿Eres abogada?
- No...yo...
- Lo siento, te incomode - sonrió con malicia.
- No, no es eso. - Me dejé caer pesadamente en el sillón.- No he podido estudiar, este año comenzaré, pero aún no tengo pensado en el qué...
- ¿Repostera? - Sonrió.
- Tal vez...dependiendo cómo nos va con los pasteles hoy...
- ¿Pasteles? - Sonreímos y me levanté. Fui en busca de los libros y los materiales que en estos pedían, terminamos cubiertos de harina y levadura en polvo. Pero tres pasteles pequeños quedaron listos en la mesita, deformes pero riquísimos, según esperábamos. Nos quitamos los delantales de cocina y fui a buscar la radio de la playa y coloqué a Bon Jovi, una sonrisa de satisfacción salió de los labios de Javier.
- Por eso sabía quién eras, ¿siempre fumas cigarrillos, verdad? - Asentí- Tú lo cantas a él siempre...- indicó a la radio- Soy tu vecino, pero el de al lado, el número catorce. - Me sonroje con fuerza y me reí nerviosa.
- Tienes que pensar que estoy loca.- Contesté.
- No, me parece muy divertido. - Me contestó y me lanzó un poco de harina. - Y bien señorita...¿ por qué dejó el nido y se vino a este feo edificio?
- Es muy pronto para decírtelo ¿no crees? - Reí y Javier se encogió de hombros y le di la espalda mirando a mi ventana.- Estoy huyendo de la policía, me buscan por golpear a un preguntón con una radio pequeña- se rió. Me di la vuelta y caminé a la mesa, tomé el pastel más bonito y se lo entregué- eran para mis vecinos, por lo tanto ese es tuyo - me sonrió y me dijo que le agradaría servírselo conmigo. - De acuerdo, -contesté- pero me tienes que acompañar a dejarlos ¿de acuerdo? - asistió. Se colocó el delantal con flores y me pasó un pastel.  Cada uno llevó uno, tocamos el número trece y nos abrió una señora menudita que como nos dijo se llamaba Louisa, nos agradeció el pastel y fuimos al doce, mi corazón latía con fuerza, golpee temblando y esperamos con el pastel en las manos, pero tras cinco minutos nadie salió, nos devolvimos algo desilusionados y preparé café, Javier me estaba sonriendo y se acercó a las Margaritas.
- ¿Lucas te ha hecho un regalo? - abrí los ojos como platos y le pregunté cómo sabía de él. Javier se rió y me contestó que no me fiara, que no  era  más que un baboso de sesenta años que le gustaba molestar a las mujeres menores que él, y que por eso no nos abrió la puerta.
No podía creerlo y aún así me reí de mi forma tan infantil de recibir un ramos de flores, él me aconsejó que no confiara en desconocidos y me sonrió, no hubiese estado más de acuerdo, así había conocido a Richard.

YOU AND MEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora