IX: PAÍS DE LAS MARAVILLAS

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Richard me estaba mirando con resentido odio, una mueca de asco me hacía sentir de nuevo indefensa, pero mi vida había cambiado y no tenía porqué tenerle miedo.
- ¿Cómo has sabido dónde vivo? - Con aparente calma solté la pregunta, aunque la respuesta era bastante obvia.

- Tienes unos padres muy cooperadores. A tu madre me ha costado más sacarle información, pero claro...todo se arregla ¿no? - Un miedo infundado surgió desde lo hondo de mi pecho, las manos me temblaban y toda la felicidad que me había embargado minutos antes se había esfumado.

-¡¿QUÉ LE HAS HECHO A MI MADRE, MALDITO BASTARDO?! -  la dije gritando mientras me abalanceaba a golpearlo, toda mi rabia acumulada la estaba expresando en ese momento, el chofer siguió inmutable, se lo agradecí. Richard no hacía nada, le había roto el labio y arañado las mejillas, pero luego de un minuto de golpearlo me agarró de las muñecas y me las apretó con fuerza como lo hacía antes de golpearme hasta dejarme inconsciente, nuevamente el pánico me invadió y ya no pude defenderme. Se abalanzó sobre mí, y a horcajadas se sentó arriba mío.

- Así no quería que fueran las cosas, mi amor. - Me dijo meneando la cabeza negativamente- Tú me has obligado hacerlo, ¿por qué crees que tus papitos no te han llamado? ¿Qué hay de tu nuevo amiguito, te gusta verdad? El viejo,  - se acercó de tal manera a mi rostro que pude sentir su aliento ácido y nauseabundo. - me rogó que no le hiciera daño a su hijo, ¡Já! Como si ese bastardo fuera su hijo, te prometo cariño que no hubo demasiada sangre - mis ojos estaban llenos de lágrimas, sentía que en cualquier momento iba a morirme o dormir y despertar en mi cama en una mañana soleada sin ese imbécil; mi estómago comenzó a revolverse y las nauseas y el bilis amenazaron con salir de mi garganta.
- Tú...no...- gemí tartamudeando.
- Sí, muñeca. Maté a ese viejo de mierda, pero después de que llamaras claro,  estaba esperanzado que luego de irme podría llamar a la policia, pero no soy tan estúpido como para dejarme en evidencia viva...el pobre estaba aterrado.- El chofer estaba llorando, mientras  sus nudillos estaban tan blancos aferrando el volante que contrataban de gran manera a su piel morena. - Lo que resta a ti, iremos a recordar los viejos momentos, cuando estábamos juntos. Tu amigo se llevará una gran sorpresa cuando te vea con otro hombre ¿verdad? Lo importante es que estamos unidos nuevamente, luego de un maldito año en prisión...Nosotros, nena,  nunca debimos separarnos - su voz se quebró - ¡TODO FUE POR TU CULPA! - Tomó mi cuello y comenzó a estrangularme con furia, golpee las ventanas con los pies y ya que me soltó las muñecas, traté de defenderme y  comencé a arañarlo,  pero me mordió mientras me daba cabezazos y mi cuerpo comenzaba a sangrar como solía hacerlo antes.
Cuando pasó su ataque de furia me encontraba muy mal, Richard con fingida ternura me tomó en sus brazos y   me abrazó, me daba besos a la fuerza y me decía que no tenía porqué ser así, que podíamos ser felices, simplemente no podía responderle. No sabía cuál sería el destino de ese viaje, cuál sería mi final y solo pensaba en George mientras de mis ojos se saltaban las lágrimas, y volvía a pensar  en Javier, en mi madre y en las promesas que le había dicho, todo muerto, destruido.

Habían pasado muchas horas, la sangre me había coagulado y comenzaba anochecer, de seguro Javier iría a mi departamento, no oiría nada y me llamaría, pero el sonido infinito del teléfono seria el que le contestaría; luego iría a ver a George, por si me encontraba allí trabajando pero solo encontraría en él al único  parecido a padre que pudo haber conocido: muerto, todo por culpa mía. Me odié en tal extremos en esos momentos que desee nunca haber cruzado el umbral de esa librería, jamás haber sobrevivido a los ataques de Richard, comencé a sudar frío y mientras éste dormía, abrí la puerta del auto, pero el conductor le avisó a Richard con un grito y éste desató nuevamente  su furia en mí.

- Ni lo intentes, maldita. - Volví acurrucarme en la orilla del asiento y pensar en los últimos momentos de mi vida, no podía seguir luchando, el dolor físico y emocional me estaba llenando por completo.

YOU AND MEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora