César.

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¡¿Qué carajos hacia César en mi sala?! ¿En mi casa? ¿Acomodado plácidamente como si de la suya se tratase? Creo que la ira está comenzando a correr por mis venas, porque ya siento un par de colmillos a punto de salir de mis labios y un avemaría de palabras que le diré. Se percata de mi presencia, se levanta con esa gracia tan sutil y esa cara de: "no rompo ni un plato". Trata de besarme en la mejilla pero le impido el paso, frunce el ceño y ahora trata de abrazarme, pero también lo detengo.

-¡¿Qué mierda haces en mi casa?!- digo casi gritando pero procurando que ninguno de mi familia escuche.

-Me enteré que volvías hoy de Agartha y que mejor bienvenida que yo.- pone sus brazos en jarras y sonríe.

-Muy graciosa la broma. Debes de irte.

-Acabo de llegar.

-¡Me vale una mierda que acabes de llegar! ¡Tienes que irte de...!- mamá llega a interrumpirnos.

-¡Oh, cariño! Veo que ya conoces a César, es un buen chico. ¿Puedes creer que me ayudó con las compras del supermercado? Es tan caballeroso.- mamá limpia sus manos mojadas en el delantal, se acerca a nosotros y aprieta las mejillas de él.

-Demasiado caballeroso.- digo forzada y una vez que mamá se da la vuelta le reclamo- ¡¿Nos has estado espiando?! ¡¿ME HAS ESTADO ESPIANDO?!

-Me encontré con tu madre de casualidad.

-Ah, sí. También de pura casualidad supiste que esa mujer era mi madre.

-Lo he invitado a cenar- anuncia.

-No puede, mamá. César tiene que irse.

-Pero acaba de llegar, cariño.

-Pero...- una buena excusa, una buena excusa- pero, sus padres lo han llamado justo ahora porque su hermana están en el hospital.

¡¿Enserio, Blanca?! ¿Su hermana en el hospital? También le pudiste haber dicho que era un vampiro y habría servido como excusa válida. Me doy golpes mentales.

-¡Santo cielo! ¿Ella está bien? ¿Necesitas algo? ¿Quieres que te llevemos?- mamá actúa como una loca ahora- Pero, ¿qué clase de pregunta es esa? ¡Claro que te llevaremos!

-Mamá, no es nada de qué preocuparse.

-Blanca, por Dios. Su hermana está en el hospital y tú me dices que no hay nada de qué preocuparse.

Vuelvo y repito, la mejor excusa del día. ¿Qué digo del día? ¡Del mes! No, mejor aún. ¡DEL AÑO!

-¡Steve! ¡Steve! ¡Pídele a papá las llaves del auto!

-Mamá, enserio, haces un escándalo de la nada. Deja que lo acompañe yo al hospital.

-No, no, no. Demasiados peligros allá afuera.

-Si supieras que soy un peligro.- digo entre dientes.

-¿Dijiste algo?

-Que César prefiere que lo acompañe yo, ¿no es cierto, César?

-Sí, claro, señora.- habla después de un buen rato.

-Ok, pero me llamas en cuanto pises ese hospital, ¿entendido Blanca Suárez?

-Entendido, mamá.

Mamá nos da a ambos un beso en la mejilla, coloco los ojos en blanco y salimos de casa. No hemos caminado ni veinte metros, cuando César comienza a partirse de la risa, sostiene su estómago y se hecha al suelo sin poder controlarse. Admito que no fue la mejor excusa que se me haya ocurrido, pero no es para tanto. Lleva como dos minutos riéndose, pequeñas lágrimas salen de sus ojos y yo solo estoy de brazos cruzados con la mejor mirada para asesinarlo.

Este es mi secreto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora