Lunes, 03 de Abril 2017.
El único sonido que se reproduce es el de la música entreverado con recuerdos. Camino mirando a las personas y a la vez perdido en algún punto de mi mente. Con pasos más rápidos me encamino a casa; desorientado como lo estoy, no veo conveniente seguir fuera de la comodidad que mi silencioso cuarto me genera.
El semáforo se pone en verde, me detengo a esperar ansioso que vuelva ponerse rojo. A esta hora la gente no se amontona, como suele pasar en las mañanas. No suelo pasar por acá seguido, al contrario, opto por tomar el camino largo, donde es más tranquilo. Rojo, al dar un paso siento que alguien me jala, provocando que dé un paso atrás y gire para poder encarar a la persona.
Capto el movimiento de sus labios e incómodo me saco los audífonos, el ruido que este emitía se reemplaza por su chillona voz.
—¡Podrías tener siquiera la amabilidad de responderme! —su grito no es fuerte, pero si lo suficiente para fastidiarme, ¿quién se cree que es? Hago notar la evidente molestia que emplea en su tono. Me quedo en silencio con el ceño fruncido observándola.
Su voz se hizo presente de nuevo.
—Ahora que tengo tu atención me ignoras, y eso es de mala educación —coloca ambas manos a cada lado de su cadera—. Solo te estaba preguntado por si conoces un restaura...
—No, no lo conozco, lo siento —suelto rápido sin dejarla terminar.
Eso parece fastidiarle y justo cuando iba a responder, vuelvo hablar, ahora sí con una visible mueca de disgusto, aunque sinceramente me siento apenado por no dejar que termine de hablar.
—Puedes preguntarle a otra persona. —La veo fruncir el entrecejo. Abrir y cerrar la boca, queriendo decir algo y a la vez no.
Estoy siendo descortés, lo sé. Y no es excusa, pero si ahora no puedo soportarme, peor a una extraña.
Volteo a mirar el semáforo, está en rojo. Casi suspiro aliviado, en vez de eso cruzo dejando atrás a aquella joven.
Al llegar a casa puedo respirar con tranquilidad. Hoy no es un buen día. Tener ese sentimiento de extrañar, es algo con lo que tengo que lidiar todos los días.
En estos momentos y en años atrás, seguramente estaríamos preparando tarta de manzana, el favorito de Ma Sara, al igual que a mí. Dejó de estar conmigo hace como un año; es el segundo cumpleaños que no puedo abrazarla por tener más años de vida y agradecerle por brindarnos su amor. No quiero pensar mucho, menos recordar, ya que solo provoca punzadas de dolor en lo que va quedando de mí.
La muerte de un ser querido te queda marcada, algunos saben sobrellevarlos y otros simplemente se dejan hundir.
Me acerco a mi escritorio a sacar los apuntes del día, y como medio de distracción me dedico a repasarlos. Después de unas horas repasando siento hambre, me levanto a buscar que comer.
Se me pasó la hora de almuerzo, ya son poco más de las 2 de la tarde. Con lo poco que tengo en la nevera —Tengo que recordar hacer las compras lo más antes posible— logro comer dos simples sándwiches de jamón, un jugo de pera y agarro dos manzanas para llevarlos a mi cuarto mientras sigo estudiando.
Todo lo que queda de la tarde me la paso entre apuntes, libros y concentración exclusiva en ello. Estudiar es mi método para tratar de olvidar los días lúgubres, a veces funciona, hoy es el caso.
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Luz de Invierno (EN PAUSA)
Teen FictionCon solo diecinueve años la vida se empeñó en mostrarle el peor dolor que trae consigo la partida de los seres que más amas. Para él vivir es estar presente sin realmente estarlo. No hay alegría en su sonrisa, ni tristeza en sus ojos. Solo vacío...