capítulo 7

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Aquel domingo fue agotador, empezando por el sueño que cargaba encima. Tenía en mente retomar mi siesta al irse Siara, sin embargo, a los minutos a alguien se le ocurrió llamar. Sí, Colin. Todavía recuerdo la conversación y lo que ocurrió después de eso.

—¿Qué quieres? —contesto de mal humor, por el evidente cansancio.

—Saber cómo te encuentras, es la principal. —Su voz es tranquila, sin afectarle el modo hosco con el que contesté.

—No estoy de...

—¿Humor? —termina de decir, acompañado de una risa seca—. Nash, estoy acostumbrado, por eso y que estoy a punto de comer una deliciosa tarta de limón, lo dejo pasar.

Si me pongo en su lugar, no debe ser nada agradable tener que aguantar el humor agrio de mi parte, y menos si es él con quien mayormente suelo ser así. Paciencia, él tiene bastante.

—Después de no verte en el antro te llamé, al estar apagado opté por llamar a Julio —hace una pausa de pocos segundos—. Pensé que preguntarías algo tipo: ¿Por qué tienes el número de Julio?

Trata de imitar mi voz. De tantos años de conocer a Colin, sé que tiene los números de teléfono de personas que puedan saber el paradero de sus familiares. Es precavido para cualquier situación.

—Julio quedó en avisarme por si llegabas. Llamó después de varios minutos y cuando lo hizo, no te mentiré, respiré tranquilidad.

—Por si no lo sabes soy mayor de edad y sé cuidarme solo. —Ruedo los ojos.

—Seguro acabas de rodar tus ojos —ríe—. Hablando de ojos, los míos están hinchados. Sigo teniendo sueño.

—Lo que digas.

—Bueno, también te quiero contar que una chica quedó encantada contigo. No paraba de comentar los hermosos ojos que tienes —se le escapa un bostezo—. Pues, a decir verdad, el azul de tus ojos llama la atención, opacando tu agrio humor.

—Seguro —contesto, sin importancia a todo lo que dijo.

—Bien, debo suponer que no te interesa ni la chica, ni mi comentario.

No respondo. La línea queda en silencio unos cuantos segundos.

—Bien... —alarga la palabra—. Aunque tengas un humor de bebé cuando no descansan bien, eres genial.

—Sí, genial —ironizo.

—Para mí lo eres, y sé que tú también lo sabes. Solo está dormido en algún lugar de ti, tengo la certeza que despertará en cuanto te tire un buen golpe de realidad.

—¿Realidad? Lo que en verdad es una enorme exageración.

—Me ofendes, ¿exagerado yo? Ja-ja-ja

—Da lo mismo —resto importancia—, si eso es todo, adiós.

—Te dejo descansar. Se me olvidaba, mándale saludos a tu almohada.

La llamada terminó escuchando su risa. Y si pensaba que retomaría la siesta, equivocado estaba escrito frente a mí.

—¡Nash! —gritan tras la puerta—. Vengo a devolverte lo que me prestaste.

Antes de abrir apoyo mi frente en la puerta y respiro hondo. Suceso tras suceso, no me permite dormir.

—Hola —saluda una sonriente Layla—. Gracias, me sirvió de mucho.

Estira su mano con el pequeño botiquín, lo recibo. Espero a que se vaya, sin embargo, se queda parada mirándome con duda en silencio.

—¿Se te ofrece algo? —Desvío la mirada.

Luz de Invierno (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora