capítulo 2

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La puerta del ascensor se abre y mis ganas de ir disminuyen. Hace como dos horas que llegue de clases, cansado. 

Colin me dijo que vaya a su casa para cenar a las 6:30 pm. Viendo en el reloj de recepción, voy saliendo apenas para llegar exacto.

Al momento que iba a levantar mi mano para empujar la puerta de salida, escucho que me llaman, algo incómodo volteo al saber de quién trata.

—Nash, ¿cómo estás, hijo? —pregunta, con una sonrisa de lado tímido.

—Bien, Julio —respondo, cortante. Dando a entender que hasta ahí llega la conversación.

Evado su cansada mirada. Ser indiferente me daba igual al inicio, ahora me cuesta, porque me doy cuenta de lo grosero que llego a ser con personas cercanas.

Suspira pesado e inmediato vuelve hablar. 

—Te quiero comentar que hemos contratado un nuevo servicio de limpieza, y estamos preguntando a quienes le pueda interesar. La señora que ha sido contratada es de confianza, así que por ese lado no se deben de preocupar por un mal servicio.

­—Gracias, pero ya sabes que no me hace falta. Si eso es todo me despido, cuídate. — Asiente resignado.

Fuera del edificio me replanteo la idea de no ir, aunque de alguna forma me sentiría mal, ya he aceptado.

Las primeras tres veces le dije no por teléfono. La cuarta dudé, su hermanita me lo pidió. La quinta acepté, esta vez fue su mamá.

Aunque dejar plantado a Colin es algo que suele suceder, en este caso es una cena con su familia a la que tengo aprecio.

Colin es el único con el que hablo más que unas cuantas palabras, lo conocí con apenas 6 años. Mi abuela, que en esos tiempos vivía con ella, era cercana a la madre de él; nos veíamos continuamente, mejores amigos desde pequeños. Toda la alegría cambió a una fría relación que sigue tratando de mantenerse estable por parte de él.

Desde el día que ella se fue, cambié. Ya no soy el Nash alegre, ahora solo soy alguien que trata de ocultar sus sentimientos y estoy consciente de ello.

—Nash —escucho mi nombre proveniente de una voz femenina a mis espaldas —. Nash, Hola —vuelve a repetir, pero esta vez más segura.

No tengo necesidad de voltear porque ella ya se encuentra frente a mí.

—¿Qué...? ¿Tú otra vez? —pregunto, estupefacto por saber mi nombre e incómodo por volver a verla.

Puedo decir que me ha interceptado doblando la esquina del edificio donde vivo.

—¿Yo? —me mira desconcertada para luego sonreír sin sentido—. Hola, soy Layla —su voz es suave—. Mucho gusto en conocerte, Nash —pronuncia mi nombre con gracia.

No entiendo porque está que se presenta. No tiene sentido.

Seguro que vio mi cara consternada, ya que, con una voz pausada —como si le estuviera contando a un niño— me explica.

—Quería empezar de cero, para así poder llevarnos mejor. Supongo que al llamarte por tu nombre te espantó —oculto la expresión de desconcierto, opto por parecer indiferente—. Sé que esto ya parece acoso, o quizá me talles de loca.

Directamente no lo pensé de ese modo. Ahora que lo dice, sí, es justo lo que está haciendo.

—Sinceramente, no tengo una razón que me justifique. Solo es algo que... no puedo explicarlo, porque ni yo misma sé con certeza —confiesa, nerviosa.

Luz de Invierno (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora