capítulo 5

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Estos días no he podido dormir bien, los dolores de cabeza no dejan de presentarse. Toda la semana de clases he estado desganado —los recuerdos me absorben—. Mi mente no deja de jugarme malas pasadas, necesito despejarme. Un rato más y la bomba en mi cabeza va a estallar. Necesito salir, es sábado y queda una hora para la media noche. Ya sé que debo hacer.

—¿Nash? —contesta el celular al primer timbre sorprendido— ¿Qué pasó?

—Iré a la fiesta —acepto, con voz cansada—, ¿sigues en tu casa?

—¿Estás bien? —pregunta, preocupado—. Estoy terminando de arreglarme, paso por ti en unos veinte minutos.

—Sí, te veo —finalizo colgando la llamada.

Suspiro cansado. 

—Espero al menos que el ruido de la fiesta evite que tenga este sinsabor de recuerdos.

Termino de cambiarme poniéndome una chaqueta de cuero negro. Al instante tocan la puerta, miro el reloj y ya sé de quién trata.

Me acerco a la puerta y cambio lo mejor posible la expresión de cansancio por una tranquila. Ni bien abro, la voz chillona de Colin entra por mis oídos. 

—¡Matador!

Ruedo los ojos y cierro la puerta echando llave. 

—Vamos.

—¡Por supuesto! ¡Hoy es de rompe! —exclama eufórico, saltando en su mismo sitio alzando los brazos. Solo inhala y exhala, recuerda que así es él y su comportamiento todo infantil.

Al llegar al antro una bomba de luces coloridas se puede apreciar. Cada persona que viene tiene su propio motivo, lo frecuente es embriagarse hasta no recordar su propio nombre. En mi caso, a tratar de despejarme.

Ya dentro nos acercamos al grupo de Colin. Ahí estoy un buen par de horas escuchando sus anécdotas, viéndolos bailar. Por mi parte, solo hago que presto atención mientras voy recién por el segundo vaso de whisky.

La mayoría del grupo a estas alturas se encuentran ebrios (unos bailando, otros perdidos). El caso de mi compañero es bailando energético con una chica que conoció recién.

Me levanto del sillón y me acerco a la barra a pedir una botella de agua. De acá puedo ver cierto panorama del lugar, las personas bailando a un lado y al otro lado lugares donde sentarse. Todo el lugar está repleto.

Necesito respirar aire fresco, no un montón de perfumes combinados con sudor, licor, entre otras cosas que no identifico. Sin chocar con las personas camino a la puerta trasera. Mientras me acerco al pasillo donde debo doblar para llegar a la calle algo capta mi atención. Una joven delgada vestida con unos jeans pitillos negros hasta la cintura, un polo de tiras holgado corto (color palo rosa) y calzada con tacos del mismo color del polo.

La veo desorientada mirando de un lado a otro. No hay tanta luz por lo que no puedo deducir bien sus gestos. Me detengo a observarla. No me encuentro tan lejos, solo a unos cuantos pasos. Hay unas cuantas personas alrededor perdidas en su mundo —eso pienso hasta que veo como un hombre de unos 30 años por lo menos se acerca a la joven como si su presa se tratara—. No lo pienso, solo actúo por impulso.

Corto la poca distancia a pasos rápidos, envuelvo su cintura con mi brazo y la empujo a la salida, sin dejarla oponerse. No reacciona hasta que la suelto fuera del antro.

—¡Oye! ¡¿Qué te pas...sa?! —Retrocede tambaleándose de manera defensiva.

—¿Con quién has venido? —pregunto serio, dejando de lado su reclamo.

Luz de Invierno (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora