Una punzada leve se abre paso a varias, de a poco me incorporo de la cama con los ojos cerrados. Levanto ambas manos a mi cabeza para sobarlo—como si eso fuera a parar el leve dolor—. Me quedo en la misma posición un rato, bostezando me levanto por completo y encamino al baño. Me acerco al estante ubicado encima del lavado, en un cofre de madera guardo lo que son especialmente los analgésicos.
No he tomado desayuno, dudo en tomar las pastillas, no lo hago, lo dejo en su lugar para abrir el caño. Cuando el agua desciende llevo mis manos ahí y los dejo un rato sintiendo el frío, me quedo observando el agua escurriéndose por mis manos, eso logra que me quede sin hacer nada más que observar lo mismo un rato. Consciente me lavo la cara, los dientes, ya terminado lo básico procedo a bañarme y con eso espero quitar el malestar.
Doy un último bocado al pan untado con mermelada de piña. Observo el reloj, es hora de ir a estudiar, primer día de la semana. Las clases se vuelven algo cargadas a medida que pasan los días, el mes de abril se acaba en menos de cuatro días.
***
La semana académica culmina sin ningún pendiente. Preparo algo rápido de cenar; me encuentro cansado, aún no son las nueve de la noche, de igual forma voy a descansar.
A lo lejos escucho un sonido, cada vez se vuelve más y más fuerte. La tranquilidad vuelve cuando el sonido cesa, qué equivocado estoy al pensar que volvería a retomar la siesta, ya que a los pocos segundos el sonido empieza de nuevo, esta vez lo siento más cerca. Con los ojos cerrados busco con mi mano el celular que se encuentra a mi costado (en la mesita de noche). Cuando logro agarrarlo lo acerco a mi cara y presiono contestar a ciegas.
—¡Al fin contestas! —exclama, al que ya reconozco—. He tenido que llamarte varias veces, ¡santo cielo!
—Espero que sea algo importante para llamar a esta hora —farfullo, molesto arrugando el entrecejo.
—Eh, Nash —empieza, nervioso—. ¿Mañana me puedes acompañar a cualquier juguetería para comprarle a la monstruosa su muñeca cantante, esa que tiene cara de terror?
—No, adiós —respondo de inmediato, frunciendo más si es posible el entrecejo. ¿Llamar en plena madrugada para eso?
—Si lo haces te volveré a llamar, y si lo apagas llamaré al teléfono —avisa, rápido.
—Te pasas de pesado, ¿lo sabes, cierto? —sobo mis ojos con la mano libre rendido.
—Pesado tu carisma dirás —su risa escandalosa se hace presente—. Bien, como seguía, te veo a las tres. ¿Voy a recogerte?
Él ya afirmó que iré y no estoy para negarme. La verdad es que quiero seguir durmiendo, conociéndolo...
—Iré a tu casa —un bostezo se me escapa—. Tenías que llamar a esta hora donde las personas están sin nada que hacer más que verte rascar tu jodida barriga, ¿verdad?
—Si lo dices de ese modo, pues no, ya que prefiero rascarme la cabeza y... —No lo dejo terminar, cuelgo.
Fastidioso está pegado a su frente. Sin mucho esfuerzo vuelvo a quedarme dormido.
Queda un cuarto para las tres, ya estoy yendo a la casa de Colin. Casi llegando me detengo en el parque que está a la vuelta de donde vive. En la mañana me llegó un mensaje de texto avisando que lo espere ahí.
Me siento en lo más alto de las gradas que se encuentra dentro de la cancha. Llego a observar todo el parque desde mi posición. De un momento a otro se escucha un quejido, en un movimiento involuntario giro mi cabeza hasta dar con la persona que acaba de quejarse.
ESTÁS LEYENDO
Luz de Invierno (EN PAUSA)
Teen FictionCon solo diecinueve años la vida se empeñó en mostrarle el peor dolor que trae consigo la partida de los seres que más amas. Para él vivir es estar presente sin realmente estarlo. No hay alegría en su sonrisa, ni tristeza en sus ojos. Solo vacío...