¿Traición?

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Un día más, Naruto se escabullía entre los largos campos de batalla para encaminarse a su "lugar secreto". Ya había notado que aquel ser magnífico solía ir cada tres o cuatro días, pero a pesar de eso él iba casi a diario. Claro que no solo iba para ver al azabache, iba por él mismo, para evadir la realidad. Por milésima vez sentía el agua correr por su cuerpo en un recorrido que finalizaba en la punta de sus pies, acariciando cada molécula de su cuerpo, algo que no se comparaba con nada, absolutamente nada podia ser tan delicioso como el placer del agua en contacto directo con su piel. Cerró los ojos y se dejó guiar dentro de la cascada para reencontrar su paraíso personal, que llevaba siendo invadido por una presencia encantadora que a pesar de la intromisión inadmitida no le molestaba. Es más le provocaba algo inexplicable en el interior: curiosidad, anhelo, indagación, deseo, ganas.... ¿Qué era aquella raza nunca antes vista?

Algunas semanas habían pasado desde la platica con su hermano y por primera vez desde que lo vio decidió seguirlo. Salió del agua, secó su piel como de costumbre, miró alrededor y busco su camino. El rubio intentó esconderse lo mejor que pudo para no ser detectado en el acto, mientras el azabache caminaba por un sendero imposible de ver a simple vista estra matorrales y ramas secas caídas cubiertas de hojas marchitas. Pasaron aproximadamente siete minutos cuando entre los árboles había una planicie con un enorme tronco caído y al parecer hueco sin rastro de hojas estaba asentado en un rincón del lugar. Tenía ventanas y una aurora hogareña la invadía, veía desde lejos lo que estaba a su alcance, no quería ser descubierto.

Una puerta se abrió dándole paso al menor, eso era, su casa. Al sentirse más seguro salió de entre los arbustos y corrió a una de las ventanas, dos siluetas hablaban tranquilos en la sala, una era de su invasor, la otra nunca antes la había presenciado. Una cabellera larga y negra sujetada en una coleta, marcas bajo sus ojos y piel blanca. Seguro es su hermano, pensó el pequeño. Y no se equivocaba en nada.

-Señor le traemos algunas noticias -empezó a hablar el primer subordinado-

-Que sea rápido, no tengo todo el tiempo -respondió el contratante-

-Ya sabemos el paradero de su hijo cuando desaparece-

-Hable de una vez -gruñó el jefe-

-Se dirige a una cascada que esconde un paramo desconocido, pero hay algo aún mas importante

-Qué es! -exigió saber alterado por tantas palabras sin punto-

-Las panteras... aún no están extintas, Señor

-Eso es imposible! -casi grito dando un golpe en su escritorio- , cuantos?!

-Dos señor, hemos encontrado dos

-Traiganme a uno, al que parezca el líder, luego veremos que hacer con el otro, es más, verificaremos si solo son dos

Media tarde, otra tortura, porque era tan necesario el lavarse? Seguro que no le pasaría nada si no lo hiciera. Se desnudo para sumergirse en la fría agua que de un solo choque le erizaba la piel, se frotó el cuerpo unos segundos y salió para secarse. Se transformó y sacudió sacando el exceso de agua que lo hacía sentirse pesado. De repente su oído sintió un sonido, no sabía que podía ser, no solía haber muchos animales cerca. Volvió a cambiar su forma y se vistió, caminó por el rededor del estanque y escuchó de nuevo aquella sinfonía inconfundible, una respiración. Decidió ir tras los árboles y capturar a la criatura desde atrás, hizo como si nada y desapareció entre las hojas. Rodeó el lugar y localizó a una cabellera de un amarillo intenso entre todo el verde del césped. ¿Cómo no lo había notado antes?

Saltó sobre su espalda mientras se transformaba atrapandolo entre sus patas, a lo que el rubio reaccionó con un grito ahogado y girando rápidamente para cambiar de forma también. Se miraron fijo a los ojos, ambos se veían reflejados en los cristales del contrario, los dos se quedaron impotentes ante su oponente.

-¿Qué haces aquí? -empezó el pelinegro-

-Esa debería ser mi pregunta -contestó en tono irónico el menor-

-Acaso quieres que te mate -gruñó molesto-

-Inténtalo -insitó el rubio mientras lo empujaba quedando sobre él-

-¿Crees qué no puedo? -miró sus ojos una vez más, quedó petrificado ante aquel cielo encerrado que nunca antes había visto-

-Se que ganarías -sonrió y volvió a su forma humana-

-¿A caso no tienes miedo? -
cambió también-

-¿Debería?

-¿Qué haces aquí?, no ¿Desde cuando?

El resto de la tarde hablaron como si se conocieran de toda la vida, la confianza fue algo que se abrió desde el primer instante sin razón aparente. Reveló que lo llevaba observando desde hace mucho, claro que sin decir cuanto. Sasuke no lograba entender como podía llevar tanto tiempo con un león sin querer arrancarle la vida a pedazos, era como si todo lo que su hermano decía era verdad, no todo se resolvería solo con golpes y peleas. Había algo en él que no le dejaba herirlo, no sólo eso, esos ojos tenian algo que le llenaba de serenidad.

Ya había oscurecido por lo que tomaron caminos distintos. Naruto fue a su casa a paso lento, pensando en que a pesar de todo él no era una persona fría como aparenta, en realidad solo estaba vacío y se sentía incomprendido y solo. Sasuke fue hacia el otro lado, esperaba contarle a su hermano que él tenía la razón, tal vez dejaría su ambición, tal vez solo estaba equivocado.

A unos metros de su casa vio pasar a varios hombres que cargaban una especie de jaula, lo que más le sorprendió no eran los guardias heridos o la sangre en sus trajes, era la persona que iba dentro, no lo creía, su corazón se puso a cien y corrió de regreso a la cascada.

Calló de rodillas al estar frente a la puerta, no había luz en su forzado hogar, no había nadie dentro. Había recorrido cada centímetro de ella y no podía creer lo que ocurría. Su casa estaba llena de arañazos y sangre. Se lo habían llevado y estaba seguro de quien había sido. Todo había sido un engaño.

Razas Distintas, Mundos Iguales  (Sasunaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora