Sube y Baja.

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Desde niña mis padres me han denominado Toda una chica rebelde y problemática sólo qué antes no le tomé la debida importancia a sus palabras.
No fue hasta qué entré en la etapa de la adolescencia qué todo me empezó a afectar un poco más.
Sobre todo cuando me decían cosas como Eres incorregible o ¿Cuando vas a cambiar?
Sentía qué todo lo bueno qué yo había hecho en él pasado había sido en vano.
Inconscientemente pude haberlas estado haciendo para obtener tan solo un poco de su cariño y aprobación, además de qué durante una temporada, sentí qué me obligaron a destacar.

Cosa qué me trajo problemas con compañeros de la escuela.
En ese entonces solo pensaba qué lo qué decían era solo por envidia, aunque se me hacía más fácil creer qué me odiaban sin motivo, mis circunstancias les insultaban al parecer.
A partir de ahí, comencé a odiar destacar en cualquier cosa gracias a ellos. Ahora cada qué destacaba en algo sin yo si quiera esforzarme tanto, no me sentía feliz, no me sentía orgullosa de mí, no me sentía exitosa...
Lo único qué pensaba en aquellos momentos era qué dirían las demás personas, me preocupaba qué intentarán hundirme.
Y eso pasa por darle demasiada importancia a lo qué dicen de ti.

Había pasado tanto tiempo abajo, qué cuando finalmente estuvo arriba, sentía no merecer estar donde estaba, sentía qué en cualquier momento y sin motivo volvería a donde creía qué debía estar...abajo.

Eso es algo qué yo siento, qué siempre he sentido y sentiré.
Y el motivo quizá fue por qué las personas qué siempre me quisieron ver por debajo de ellas, habían logrado hacerme creer qué ahí era donde debía estar, y sí llegué a creerlo fue por qué yo lo razoné.

¿Como una chica tan horrible y tonta podría merecerse estar en un puesto demasiado alto?

Me dan miedo las alturas.

No solo tengo ese miedo qué se tiene al estar en lo más alto de un edificio.
También me da miedo sentirme así, aunque me atrevería a pensar qué lo qué realmente me causa miedo es caerme, cometer un mínimo error y qué por ese pequeño fallo vuelva a estar abajo.
Y quizá lo mismo me pasa con la altura del edificio.

No es el miedo a las alturas, es él miedo a caerse o fracasar.

Eso fue lo qué pasó conmigo, le tenía tanto miedo al fracaso y al qué dirán qué preferí dejar de destacar para evitarme todo eso. Fracasar.
Quizá suene tonto y absurdo, pero cuando se está mucho tiempo abajo, uno se acostumbra a estar ahí, y las pocas veces qué yo estaba arriba quería estar abajo...sé qué probablemente sé escuche un tanto masoquista pero eso sentía después de todo lo ocurrido con mis compañeros de escuela.
Quienes no solo querían verme abajo y qué yo me creyera qué no valía absolutamente nada.
Me molestaban por cualquier cosa, siempre me hicieron a un lado en todo y me aislaron.
No hubo un solo segundo de esa etapa de mi vida en la qué no me sintiera sola y fuera de lugar.

Desde niña he sido muy tímida y solitaria, siempre me ha costado trabajo relacionarme con las personas a mi alrededor y también hacer amigos.
Una fobia social, según internet.
Y cada qué me preguntan él por qué de mi conducta, jamás sé qué contestar...hoy en día, sigo odiando qué me hagan esa pregunta ¿Por qué nunca hablas? o ¿Por qué eres tan callada? Y la qué me hizo una de las personas qué más me ha odiado en la vida ¿Por qué no tienes amigos?
Está fue quizá una de las peores qué me han hecho, y jamás entenderé él por qué las preguntan y él por qué no puedo contestarlas.
Quizás sean cosas qué no le puedes preguntar a una chica antisocial por qué no te sabría contestar por él simple hecho de qué ni ella misma lo sabe.
Debo admitir qué he tenido muy pocas amigas a lo largo de mi vida, pero ese tema tan doloroso y destructor lo trataré en páginas más adelante, cuando examine mi mente y pueda hablar tranquilamente de ello, sin maldecir por lo bajo, sin suspiros de tristeza, sin esas ganas de lanzar él móvil por la ventana.

Ahora solo quisiera hablarle a la persona qué está leyendo esto:
Creo qué sí has llegado a leer hasta acá, ha sido por algo, quizás te has sentido identificado con mis palabras.
Sí has llegado hasta aquí me alegra qué no hayas cerrado él libro todavía y lo hayas dejado en su lugar.
Quizá lo qué escriba en capítulos siguientes sobre mis  sentimientos y mi filosofía de vida tan absurda, te hagan desesperarte, llorar, entristecer o hasta dejar de leer él libro.
Pero te agradezco querido lector o lectora, qué te hayas tomado la molestia de leer, ya sea por curiosidad o por recomendación.
Te agradezco te hayas atrevido a abrir él libro qué yo escribí, un libro qué hoy en día, ni siquiera me atrevo a abrir.
Tantos malos recuerdos plasmados en él, tantas páginas dedicadas a mis pensamientos, tantas lágrimas derramadas al escribir esto...
Había creado mi propia destrucción y la había plasmado en un libro qué podría abrir, leer y recordar todo lo malo, es un libro demasiado masoquista escrito por una persona qué al parecer jamás olvida nada, ni lo bueno ni lo malo, pero la verdad así es...jamás olvido...no puedo olvidar nada...y ese, era un gran problema, por qué me había ocasionado tanto mal mi propia mente, no solo tantas personas, también yo misma.

En varias ocasiones me llegué a atormentar con mi propia mente, ya sea de situaciones ocurridas, qué ocurrieron recientemente, qué creía ocurrirían y otras tantas qué jamás lo harían. Estás últimas eran las peores, mi imaginación era sorprendente cuando se trataba de atormentar. Me llegó a dar miedo mi propia mente por las situaciones qué creaba, le temía más a lo qué imaginaba qué a lo qué recordaba qué había pasado. Qué ilógico.
Y al final, solo podía consolarme diciendo Todo está en mi mente.
Era lo único qué se me ocurría decir, no tenía más palabras...pero resultaba.

Fueron muchas las veces qué yo quise tener amnesia, para olvidar todo...esa era la única manera en la qué yo podría olvidar, quería olvidarme de todo y de todos.
Podría jurar qué sería mucho más feliz siendo una enferma de amnesia qué siendo lo qué soy hoy. Nadie.
También quise arrancarme él corazón para no sentir, pero esos temas del amor los trataré más adelante cuando ya no llene de lágrimas mi teclado al recordar todo aquello.
Quise arrancarme la mente para ya no pensar más.
Me destrozaba más yo misma qué lo qué las personas me hacían, y ambas cosas eran pésima combinación.
Todo ello me había llevado a estar gran parte del día deprimida, siempre con los ojos llorosos y a punto de soltar en llanto una vez más.

En ese aspecto me conocía bastante bien, siempre cuando yo sabía qué no aguantaría más contener las lágrimas, pedía permiso para ir al baño y me iba a llorar. Hubo una época en la qué no entraba a clases por ir a llorar, sí se escucha ridículo...pero francamente no quería llorar frente a nadie, odiaba hacer eso, pero sí pasaba eso, sabía qué había llegado a mi límite y necesitaba más ayuda y consuelo qué no fuese solo él mío.
De todas formas, todos eran una bola de hipócritas, no les importaba realmente lo qué a mí me estuviese pasando, a nadie francamente le importaba más qué a mí.
Prefería llorar a solas para después aparentar qué todo estaba bien, era buena fingiendo en ese sentido, mis padres jamás supieron nada de esto, ellos siempre creyeron qué su hija estaba perfectamente bien...pero la realidad era otra.

Él estado de ánimo de su hija en esa época, no eran más qué un sube y baja mental.

Tears in Heaven »Lágrimas al Cielo«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora