Ж Copos de cristal Ж

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Copo cuatro: Luz de día

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Copo cuatro: Luz de día.

Cuando Jack al fin dejó mis labios, nos dimos cuenta de que el paso del tiempo siguió su curso. La luna estaba ya por descender y el sol estaba a nada de proclamarse rey del basto cielo despejado. La temperatura a nuestro alrededor se aumentó unos pocos grados, lo que significaba que el día pronto llegaría. Los pequeños animales nocturnos se iban a sus madrigueras y los lobos, junto con los búhos, dejaban de entonar sus melodías para irse a descansar. El canto nocturno dejó el escenario y el cantar de las aves matutinas junto con el rugido de uno que otro zorro demandó la atención del escenario. Todos -incluso yo- estábamos esperando simplemente a que el sol surgiera ya y proclamara que el día había llegado por fin y que la noche, junto con mis celos, había acabado.

Aún estaba sentada arriba de Jack, sus brazos me rodeaban la cintura, su cara estaba oculta en la abertura de mi cuello y jugaba con el final de mi trenza sin decir palabra alguna. Yo simplemente tenía mis manos alrededor de su cuello, acariciaba sus sedosos cabellos con las yemas frías de mis dedos, sentía la respiración tranquila de mi joven amante en mi cuello, todo era tan tranquilo entre ambos. Cerré mis ojos por un momento y traté de ser egoísta como me había dicho Jack. Besé su frente, sus ojos que estaban cerrados y parcialmente adormilados por las caricias que le daba, besé su linda nariz y, con algo de vergüenza, besé sus labios tan fríos y a la vez tan cálidos, no tarde mucho en recibir una respuesta enérgica de parte de Jack, siempre igual de vivo a pesar que la vida nos dejó hace un largo, pero largo, tiempo atrás. Aquel beso de ser el tímido que yo inicié, se volvió más agresivo gracias a mi joven amante. ¡Me podría volver adicta a esto!

Jack me tomó de la espalda con sus grandes y a la vez finas manos, hizo presión para que yo me fuera acostando junto con él para que quedase arriba. Cuando el piso dio fin al descenso, sus manos recorrieron todo el largo de mi espalda provocándome pequeños temblores -y no precisamente por sus manos heladas-, mis falanges que estaban ocupadas con el majestuoso pelo blanco de Jack, ahora se entretenían en su pecho, sintiendo el palpitar veloz de un corazón que hacía siglos debió pararse y, que ahora, latía. Latía tan rápido y en sincronía como el mío. El beso cada vez tomaba más potencia, ahora nuestros labios no sólo se debatían, también nuestras lenguas. Era algo insólito que jamás pensé que haría. Quizá fue el momento, pero ambos nos olvidamos del mundo entero. Sólo existíamos nosotros dos y lo que impedía que flotáramos en el vacío.

Tan embelesados estábamos con aquel acto que no escuchamos cuando alguien se nos acercó demasiado. Yo, en partícula, sólo me concentraba en seguirle el paso a Jack. Percibimos que alguien cerca de nosotros, yo diría que muy cerca, se aclaró la garganta. Ese ha sido uno de los momentos más vergonzosos de mi vida, y lo peor, es que apenas iniciaban los momentos embarazosos de mi existencia. Norte, quien al parecer se preocupó por nuestra ausencia; junto con Olaf, quien me sorprendió ver ahí; nos miraban intrigados por la situación no tan decorosa en la que nos había encontrado. No hace falta decir que Jack y yo nos separamos en el acto como dos jóvenes amantes cuyos padres habían encontrado a punto de fornicar, ¡cosa que no esperaba hacer aún! Una cosa son los besos muy subidos de tono y otra muy diferente era llegar a hacer aquel acto. Bueno, no es como si yo fuera una santa, tuve uno que otro encuentro subido de tono en mi vida, pero jamás había llegado a eso. Y en ese aspecto, me asustaba mucho llegar a hacer tal cosa con Jack, pero a la vez, lo deseaba tanto.

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