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Copo siete: Ya no tendré temor, si a mi lado estás tú

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Copo siete: Ya no tendré temor, si a mi lado estás tú.

Los siguientes días que pasé con Anna y la familia de Jack fueron magníficos, sobre todo las noches con Jack. El cuarto día Anna me llevó -mejor dicho, arrastró- por todo el pueblo mostrándome todo, más de una persona creyó que a mi hermana le faltaba una neurona en su cabeza. Me llevó a la panadería donde compramos algunos franceses y pan dulce. Luego fuimos a la carnicería donde, apenas vieron a mi hermanita, le llovieron las ofertas de carne con el más fino corte que le podían dar. De ahí, volvimos a casa donde nos esperaban todos. Le ayudé en la cocina y con Elric, ¡como adoraba a mi lindo sobrino! ¡Era tan hermoso! Jugué con él toda la tarde, le construí juguetitos de hielo, jugó con ellos hasta que se quedó dormido. Lo llevé hasta su cuna donde pensé que al fin podía acabar mi día e ir con Jack, pero no contaban con que Kristoff pidiera mi atención para charlar un poco de, nada más y nada menos, que del hielo. Si, las charlas con él eran exactamente iguales y casi siempre terminaba haciéndole una escultura de cualquier cosa, la abrazaba y se ponía a llorar diciendo que el hielo era hermoso y que nunca en su vida vería algo más espectacular.

Cuando al fin terminé con Kristoff, me dirigí a la mesa del comedor donde me senté y extendí mis brazos cuán largos eran en la mesa. ¡Estaba realmente agotada! En la mesa empezó a dibujarse pequeños diagramas nevados, los que yo usualmente hacía, suspiré agotada y borré aquellos dibujos invernales, me erguí y dejé caer mis brazos a mis costados. Miré el techo hecho de madera y cerré los ojos. Esto acabaría en tres días más, tenía que disfrutar al máximo a mi hermana y sobrino. Abrí mis ojos sólo para encontrarme con otros de un bello color azul. Era Jack. Estaba demasiado cerca, iba a decirle algo pero de inmediato tomó posesión de mis labios. Dios, sus labios eran deliciosos. Nuestras lenguas no tardaron en pedir contacto y de inmediato se encontraron. Algo me decía que esta sería otra noche divertida. Mi cuello se estaba cansado en la mala posición que estaba, pero no me importaba, yo sólo quería seguir manteniendo aquel beso. Pero de poco a poco nuestros beso bajó de intensidad convirtiéndose en uno suave y lindo.

Esa noche no hicimos nada en absoluto, una nueva parte de mí que apenas empezaba a conocer se decepcionó al ver que Jack y yo no compartimos intimidad aquella ocasión, pero la mayor parte agradecía aquello. Mi cuerpo necesitaba descansar, después de todo, el día anterior y este me habían exigido mucho. Fui directo a mi cama donde me acosté y cerré mis ojos. Tenía un sueño realmente atroz. Cuando sentí los polvos de SandMan en mí, me dejé sumergir en un profundo letargo. En aquel sueño, todo era felicidad. Anna sonreía, mi sobrino también, Kristoff era feliz con Sven, Olaf jugaba con el reno igual, Jack estaba ahí con su hermanita sonriéndome. Era todo más que hermoso. Yo fui donde ellos, Anna me recibió y me dio un abrazo, luego Jack se acercó a mí y me besó con esa dulzura y pasión que sólo él me profanaba. Aquel sueño era perfecto. Hasta que una oscuridad lo empezó a invadir todo y, de nuevo, el miedo estaba apoderándose de mí. Mis seres amados se desvanecieron y sólo quedé yo en la total oscuridad.

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