Copo ocho [EXTRA]: ¿Puedo vivir de nuevo?
¿Cuantos años habían pasado? ¿Quinientos, setecientos, mil? No lo recuerdo. Lo único que sé es que, ahora, desde nuestro nuevo castillo de hielo, estaba cargando a mi pequeño Anthony. Mi bebé era la cosa más hermosa que mis ojos hubiesen visto, tenía el cabello como el mío, pero se notaba que su carácter era el de Jack, mi esposo. Desde que Mamá Naturaleza nos unió en eterno, literalmente hablando, matrimonio, hemos sido felices. He de admitir que a veces hemos tenidos nuestras riñas, pero siempre las superamos y recordamos que nos amamos, nos adoramos y nos deseamos. A pesar de que ya tenemos a nuestro pequeño copo de cristal, Jack se ha puesto la meta de darle un hermanito o hermanita a nuestro centro del mundo. Y. Para mí. Eso es sinónimo de noches en las cuales no tengo descanso, y para la ciudad de Arendell, noches de fuertes tormentas de nieve. Su tacto bajo mi piel seguía tan candente y pasional como cuando éramos unos principiantes, yo, por mi parte, me volví más dominante. Más posesiva. Jack era mío, eso me había enseñado él. Cada vez que una nueva espíritu se enteraba de la existencia de mi esposo, Jack, yo dejaba bien en claro que era de mi propiedad. Aunque ya no era necesario, todas sabían que el espíritu de los días invernales y diversión estaba casado con la hermosa Reina de las Nieves, pero tampoco faltaba la chiquilla que creía conseguir el corazón de mi esposo sabiendo que ya tenía dueña.
Estaba tan entretenida entre adormecer a mi lindo Anthony -cosa que logré con una canción que solía entonarle-, y recordando las divagaciones que no me di cuenta cuando, Jack, llegó hasta que sentí sus brazos alrededor de mí. No había cambiado nada, bueno, somos inmortales, no envejecemos. Su cabello blanco era el mismo, su tez blanca emparejaba con la mía, sus profundos ojos azules se posaron en los míos y, después, en el pequeño Anthony que yacía dormido entre mis brazos. Lo alcé un poco para que pudiera contemplar su regordeta carita, le dio un leve beso en la frente evitando despertarlo y, después, me dio a mí un beso en los labios. Ese era el saludo. Jack había viajado hasta Londres para llevar diversión a los niños, después de todo, era su trabajo. Cuando aún no teníamos al pequeño Anthony, solía acompañarle por todo el mundo, jugábamos con los niños que nos podían ver y siempre dejamos una sonrisa. Por las noches, éramos los amantes más pasionales que jamás había visto alguien. Conocí varios bosques gracias a ello. Jack y yo nos entregábamos cada ocasión que se nos permitirse, llegamos hacerlo por casi un mes entero descansando sólo cuando dormíamos.
- ¿Cómo está mi hermoso copito nevado y mi preciosa Reina de las Nieves? - Preguntó con tono infantil mi esposo.
- Anthony es muy travieso, me ha arrojado ya cuatro bolas de nieve en la cara... Dios... ¿Será hijo tuyo? - Le expresé con una sonrisa.
- Somos como dos copos de nieve, por eso es mi "copito nevado". - Me explicó Jack mientras ponía a Anthony en su cuna.
- Mi hermoso bebé... Como me hubiese gustado que Anna lo hubiese conocido... Sería su adoración. - Comenté algo triste, Anna siempre me pidió que le diera un sobrino, tanto como que hiciera muñecos de nieve.
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COPOS DE CRISTAL
RomanceElsa después de ciertos eventos ha sido elegida para ser un espíritu, después de que pasan 300 años un encuentro inesperado con los guardianes y un "regalo" que Norte le tiene preparado, la joven Reina de Las Nieves debe estar en compañía del más jo...