Ж Copos de cristal Ж

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Copo seis: ¿En qué me has convertido?

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Copo seis: ¿En qué me has convertido?

Una brisa nueva me daba en la cara, el sol me lastimaba y sentí un frío muy agradable en mi espalda junto con uno aún mejor que recorría todo mi cuerpo. Me traté de tapar con la manta que tenía sobre mí y me volteé para acomodarme mejor, pero algo en mi cintura me lo impidió. Un brazo. Todos los recuerdos de la noche anterior bombardearon mi mente sin aviso previo. Las caricias. Los besos. Las lamidas. Las penetradas constantes y salvajes. El delicioso orgasmo que sentí cuando mi amado llegó al clímax en mi interior. Todo. Un frío intenso se volvió a apoderar de mi vientre y mi cara se puso roja, percibí un pequeño dolor en mi entrepierna que de seguro era el precio por tan magnífica y placentera noche, también sentía molestias en mis piernas y abdomen. Al parecer, hacer aquel acto, era más exigente de lo que pensaba. Mi cabeza seguía dando vueltas hasta que al fin decidí sentarme para ver si, así, mi cerebro tenía más oxigenación.

El entorno era totalmente blanco, parecía como si alguien hubiese pintado todo de aquel color. A nuestro alrededor se veían grandes picos del más sólido hielo erigirse en todo su poderío. Los árboles que alguna vez marcaron los límites del claro, ahora estaba doblados por sostener voluminosos cúmulos de pesada nieve que sostenían en sus frágiles cuerpos. Al parecer, una nevada, no, una tormenta realmente fuerte había caído ahí. Y lo que sabía. Era que esa tormenta la había ocasionado yo. Me estremecí con tan sólo pensar en lo que aquel acto provocaba en mis poderes. Si hubiese hecho aquello en una condición más, vivida, de seguro todo Arendell me hubiese odiado por convertirlo en un invierno (más corto) de nuevo. Y me hubiera odiado a mi misma por ello. Ahora entendía porque Jack me llevó a aquel lugar desolado.

Miré a mi costado donde estaba Jack acostado, tenía una radiante sonrisa en el rostro y su pecho pálido estaba expuesto. En todo su cuerpo se veían marcas cristalinas, como si estuviese congelado. Pensé que si él estuviese vivo, de seguro que habría muerto petrificado entre mis manos. Eso me asustó mucho. A mi mente llegaron pensamientos caóticos: «¿Y si Jack hubiese muerto?, ¿Y si mis poderes fueron más allá y le causaron daño?» Su seguridad era lo primordial en ese momento. Acerqué mis dedos temblando, ¿qué pasaría si no despertaba? Al tener contacto con su piel percibí su temperatura. Frío. Pero movió sus cejas en señal de inconformidad y me permití exhalar un suspiro de tranquilidad. Estaba bien y al parecer no quería que perturbara su sueño. Mi felicidad fue enorme con tan sólo ver ese pequeño gesto de su parte.

Jack estaba acostado abrazando mi cintura, apresándome para que no escapara. Su cabello estaba lleno de escarcha blanca, en todo su cuerpo había marcas invernales de mi propiedad, tenía nieve en todas partes, su respiración era tranquila y una sonrisa se le veía en la cara. Era tan lindo poder apreciarlo así. Pero un sonrojo se apoderó de mi cara al darme cuenta del estado en el que ambos estábamos. Desnudos. Volví a mirar a Jack y aprecié todo aquello que me negué a ver en la noche. Su tez blanca como la leche, pero tan fina como la porcelana «¿En serio había sido un plebeyo?», me aventuré a pensar; su hermoso pecho que por la muerte prematura estaba lampiño, pero así me encantaba; la sábana que había fabricado al parecer a él le estorbaba, porque sólo tenía cubierta las piernas dejándome ver aún más de su tan perfecta anatomía; los hermosos glúteos que había tocado ayer ahí estaban, tentándome con su superficie apretarle; bajé por un momento la mirada y lo vi. La masculinidad de Jack. « !¿Eso entró en mi interior?! », pensé cuando me di cuenta que algo tan, grande y, algo, grueso, había estado dándome penetradas salvajes.

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