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Copo cinco: Enséñame a ser un amante

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Copo cinco: Enséñame a ser un amante.

¿Por qué? ¿Por qué me pasaba esto a mí? ¿A caso le había hecho algo malo? ¿Tanto se había enojado con su hermana mayor cuando le encontró con su amante en pleno cortejo? «Anna me odia...», pensé mientras entre mis brazos cargaba a Elric quien no paraba de llorar, sus gritos inundaban el enorme caserón vacío en casi su totalidad, sólo se podía ver la figura de Jack corriendo -o mejor dicho, flotando- de aquí para allá con los biberones que demandaba a todo pulmón el pequeño ser que sostenía, diminutos copos de nieve se formaban a su alrededor denotando su insatisfacción por el alimento que aún no recibía. Sus facciones se fruncía más con cada nuevo chillido, su cara pasaba de ser pálida a una totalmente roja, de su nariz salía mucosidad haciendo burbujas, la salivaba era también expulsada a montones y sus movimientos se volvían tan violentos que tuve que acomodarlo en mi hombro para que pudiese sostenerlo con firmeza. «Si, Anna odia a su hermana mayor, y yo tanto que la amo», suspiré mentalmente.

Anna y Kristoff habían salido de casa encargándome el cuidado de Elric, la madre de Jack junto con su hermanita también habían abandonado la vivienda con la excusa de tener que comprar la despensa pues el invierno era realmente duro y la comida escaseaba mucho. Ambos estábamos prácticamente solos con un bebé que no era nuestro llorando por la comida que aún se calentaba y Jack era el encargado de monitorear. Me senté en una de las sillas del comedor, mientras trataba de apaciguar el llanto de mi sobrino observé a conciencia el lugar. Era realmente espacioso, tenía una chimenea que suministraba calor a los habitantes del hogar, la mesa junto con las sillas estaban fabricadas de una madera no muy buena, pero que era resistente, un reloj de péndulo colgado en la pared indicaba la hora exacta y el escudo de Arendell, que consistía en un copo de nieve, era el único arreglo que se podía ver arriba de la chimenea.

Volteé a una puerta que conectaba el comedor con la cocina de donde al fin salía Jack con un biberón que despedirá vapor. Se acercó lo más rápido que pudo y me lo tendió, yo lo cogí y susurrándole palabras cálidas al pequeño Elric le metí el chupete a la boca. Nunca en mi vida vi a alguien devorar algo tan rápido como a mi sobrino, de unos cuantos sorbos ya sólo tenía la mitad del biberón lleno, y, según lo que Anna me había dicho antes se irse, Elric se tomaba a diario dos biberones. Miré a Jack rogándole que tuviese otra botella lista, pero sólo lo vi flotar de nuevo a la cocina y escucharle maldecir porque se había quemado con la leche que estaba hirviendo. Jack Frost, sin duda, el peor cocinero del mundo, creo que hubiese sido más eficaz que él sostuviera al pequeño bebé mientras yo me encargaba de la comida, claro, si es que Elric se hubiese dejado sostener por Jack, al parecer era igual de celoso que su madre, pues cada vez que Jack se me acercaba demasiado -y si yo lo tenía en brazos- empezaba a llorar demandando toda mi atención.

Cuando el pequeño que sostenía en brazos estaba a punto de acabarse la botella de leche, como un milagro, Jack apareció con otra mamila entre las manos. Le saqué el chupete a Elric y le puse el otro que estaba lleno. Lo vi comer con tanta felicidad que le di un pequeño beso en la frente y le susurré palabras cariñosas que sólo una tía le podría decir a su sobrino. Al ver al pequeño Elric, pensé en que problema habría sido yo a esa edad, y sobre todo, la sorpresa que se llevaron mis padres al ver que su pequeño retoño podía hacer bolas de nieve y estrellárselas en la cara cuando se enojaba. De seguro fui una carga para ellos, pero su amor era mayor. Abracé a Elric y con mi nariz acaricié sus sonrojadas mejillas, aquel pequeño sería al que yo cuidaría con tanto esmero a partir del día en el que Anna falleció, y no sólo a él, sino a todas las generaciones que siguieran. Tan entretenida estaba divagando en mi mente que no me percaté cuando Jack jaló una silla y se puso en frente de mi apoyado en sus rodillas con su mirada fija en lo que hacía.

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