2. "No puedo negarle nada a una dama"

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- ¿¡Qué mierda...!? ¡Mirad, tíos, si sólo es una nenita!- Exclamó uno de ellos, olvidando que momentos antes la misma "nenita" lo había puesto en serios apuros.

- Podrías haberlo dicho antes, guapa-. Dijo lascivamente otro más-. Tenemos sitios de honor para las zorras como tú.

Ignorando las mofas y comentarios, la intrusa se giró lentamente hasta quedar frente a su objetivo, que seguía apuntándola con el revólver. En ese momento, el joven pudo contemplar el rostro inhumanamente bello de la dueña de aquel cuello irresistible. No sin esfuerzo, tras la sorpresa inicial recobró la compostura. Además de que no era el momento ni el lugar para pensar en aquellas chorradas, le molestaba su actitud. Aquella desconocida estaba extrañamente tranquila y confiada, como si, a pesar de la situación, lo tuviera todo bajo control.

No imaginaba que, en realidad, tras esa máscara de esfinge ella estaba manteniendo una agitada lucha interna, reprochándose a sí misma su colosal estupidez y recordando también todos sus otros fracasos. Había estado esperándolo, buscándolo sin descanso. Lo necesitaba. Él era su presa, y se resistía a creer que ahora se habían vuelto las tornas.

Otra de las muchas ironías que le había deparado el destino.

Ante su proximidad, se agudizó esa sensación que sentía desde la primera vez que lo vio, semanas antes. Un cosquilleo en el estómago que le quitaba la respiración, que la volvía incapaz de pensar en otra cosa que no fuera él y la hacía olvidar todo lo demás. Su corazón comenzó a latir más deprisa y sus hermosos labios, tan perfectos como los de una pintura, se entreabrieron en una expresión anhelante.

Tenía tanta... hambre.

Aunque esa sensación, que experimentaba cada vez que se encontraba ante una presa potencial y se agravaba con cada crisis que sufría, bien podría malinterpretarse.

Ese pensamiento desató su ira, avivando el rubor de sus mejillas. Era totalmente absurdo que un ser como ella pudiera experimentar sentimientos tan típicamente humanos, ¿no?

"¿Un ser como yo? ¿Y qué soy yo realmente?" Después de aquello, ahora se aproximaba más a una humana corriente que a cualquier otra cosa.

"¿Pero qué estoy haciendo? ¿Cómo puedo compararme con esas criaturas inmundas?" Frustrada, frunció el ceño inconscientemente, tal y como solía hacer cada vez que se enfadaba consigo misma.

A pesar de que jamás estuviera dispuesta a admitirlo, la verdad era que sí sentía algo de curiosidad por las emociones de aquellos humanos a los que tanto despreciaba. Exhaló un profundo suspiro, y, a continuación, se mosqueó al descubrirse divagando de nuevo. Aquella turbadora sensación tan solo era producto de su voluntad por conseguir su objetivo, de la emoción que sentía al verse más cerca de alcanzarlo. Sus pupilas se empequeñecieron y la dureza volvió a su mirada. No tenía nada que ver con el joven, quien solamente era -o, para ser exactos, el alma de éste- una pieza más para conseguir aquello que tanto ansiaba: enfrentarse cara a cara con su debilidad, con aquellos nostálgicos recuerdos que la asaltaban de improviso.

Mientras tanto, su otrora presa, convertida ahora en cazador, perdió la calma ante la insistencia de los comentarios soeces y despectivos de sus compañeros y exclamó:

- ¡Callaos de una puta vez! ¿Es que no veis lo que os ha hecho, capullos? Esta zorra solita se os ha follado a todos-. Tuvo que bajar los ojos para mirarla directamente, ya que sobrepasaba su altura más de una cabeza. No había dejado de apuntarla con el arma. - ¿Y bien? Ya va siendo hora de que nos digas quién coño eres tú.

"¿Un alma errante, sin pasado y sin futuro, consumida por una esperanza vana?" Quizá esa era la clasificación que más se aproximaba a la realidad.

Y después, oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora