Capítulo 3

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Tras ese momento de inestabilidad emocional y física, me dispuse a buscar a mi padre en el campo para comunicarle que todo había ido bien. No quería decirle los resultados, pues como él había dicho antes era algo totalmente personal y de propia elección. Al día siguiente lo descubriría.

-Hola papá - lo saludé una vez lo encontré agachado en una parte del campo.

-Hola Altaira, ¿cómo ha ido? - preguntó levantando la mirada.

-Bien, ha ido bien - le comenté con una sonrisa.

-¿No te vas a quedar aquí, verdad? - preguntó aceptando mi pérdida, un pinchazo se hizo presente en mi estómago, doloroso y avaricioso.

Negué, no era capaz de abrir la boca en ese momento, siempre había creído que los gestos y las miradas hablan por sí solos.

-Bien hecho, cariño - dijo levantándose del verde suelo para darme un abrazo. El segundo en mucho tiempo.

-Lo siento - me disculpé. Lo que más temía es que no me perdonara en mi elección.

-No tienes porqué. Ya te dije que se trata de elegir, mañana sabré hacia dónde te diriges, pero seguro que hacia donde vayas estarás bien. Eres inteligente Altaira, muchísimo más que los de aquí, sabes lo que quieres y no dudas en ir a por ello, lograrás ser feliz, formar tu pequeña familia.

Otro pinchazo me recorrió, no deseaba una familia, quería ser feliz, pero sola, la soledad era mi mayor amor y no veía en esos momentos que nada ni nadie la pudiera sustituir.

Unos momentos más y ya todo volvió a la normalidad entre nosotros, la frialdad era nuestra mayor virtud. Ambos sabíamos que nos estábamos despidiendo, pero a ninguno nos afectaba en gran medida, al menos nos conocíamos el uno al otro lo suficiente en ese aspecto.

Sam.

Ese era mi mayor miedo, alejarme de él sería demasiado duro, pero debía hacerlo, sería bueno para mí y eso era un gran hecho.

Fui a buscarlo a su pequeña casa para hablar con él. No conocía mi elección, era algo que siempre me había guardado para mis adentros, pero al hablar con él sabía que debería decirle los resultados de mis pruebas, pues él no dudaría en hacerlo.

-¿Señora, está Sam? - le pregunté a su madre que estaba, en ese momento, saliendo de la casa.

-Sí cariño, volvió hace una hora, pero se marchó al lago - me comunicó algo apenada.

-¿Ha ido todo bien? - le pregunté compungida.

-No lo sé, no ha logrado decirme nada, solo ha venido para que viera que estaba bien y se ha marchado.

-Bien, gracias, iré a buscarlo entonces.

-De acuerdo, adiós Altaira.

-Adiós, señora - le dije despidiéndome seriamente, pues aunque ella no tenía ni idea, nuestros caminos probablemente no se volverían a cruzar.

Poco a poco me fui acercando al lago donde supuestamente se encontraba Sam, no sabía a qué me enfrentaría, dependiendo de su estado de ánimo la conversación podía ser tranquila y racional o loca y pasional.

Sam cuando me vio la primera vez subida a mi roca me comentó, como todos los demás, que estaba realmente loca, hasta que un día le hice subir conmigo, cuando vio lo que yo contemplaba día tras día me comprendió. Yo siempre le ofrecía acompañarme pues estar con él también formaba parte de mis momentos de paz, pero él siempre se negaba alegando que ese era mi sitio, que en algún momento él encontraría el suyo propio y entonces no dudaría en enseñármelo como bien había hecho yo en su momento.

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