Capítulo 1

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Observar el agua durante horas, esa era mi misión diaria en el único lago que existía en nuestra facción. Podía pasar todo el tiempo que tuviera libre buscando su belleza, aunque no era complicado dar con ella. Las aguas me absorbían como nada ni nadie lo hacía, sentía paz en todo mi cuerpo y podía pensar en mi muy querida madre todo lo que quisiera. Hacía demasiado tiempo que se la habían llevado, pero sus ojos y labios no habían logrado escapar de mi mente, como sí lo habían hecho sus gestos y cuerpo.

La echaba de menos, eso era algo indudable, pero la soledad iba bastante por delante de la añoranza. Mi padre, siempre tan cordial y caballeroso no podía darme el amor que ella me proporcionaba. Había momentos en los que lo intentaba con sutiles gestos, pero pocas veces lograba atraparme, de hecho, hacía algunos años que no era capaz.

Me levanté de la roca en la que siempre me sentaba, pues las vistas desde ahí eran perfectas y bajé tranquilamente por la cuesta rocosa que había a mi derecha. La primera vez que subí a esa parte del lago, muchos de los presentes, por no decir cada uno de ellos, empezaron a acercarse y a gritarme, preguntándome si es que me había vuelto loca y quería acabar con mi vida, algo que no suele verse en Cordialidad. Yo me reí, como llevaba tiempo sin hacerlo. "Solo observo lo que hay ahí abajo" - les respondí con un leve gesto, el cual fue más que suficiente para que todos se marcharan.

Una vez llegué a la carretera, me giré para echar un último vistazo al paisaje y me marché hacia mi casa.

-Buenos días, Altaira - me saludó la señora Williams.

-Buenos días - le contesté de forma cortante pero con una sonrisa, una realmente ensayada durante muchísimos años.

Abrí la puerta de casa y el olor a café inundó mis fosas nasales, no conseguí evitar la sonrisa que se formó en mis labios.

-Buenos días, papá - dije entrando en la cocina.

-Hola cariño, ¿cómo estaba el lago esta mañana? - preguntó cómo cada día desde que empecé a hacer mío ese hábito.

-Precioso.

-Me alegro. Desayuna, yo voy al campo, Hastings llamó hace una hora, al parecer han tenido un pequeño problemilla con la cosecha, de todas formas debía ir antes hoy.

-Bueno, esperemos que no sea nada - dije sirviéndome una taza de café. El desayuno era la única comida que se hacía en cada cabaña, las demás siempre eran en conjunto, cada uno de nosotros se ocupaba de una cosa distinta a la hora de prepararla.

Asintió y se marchó, nuestras conversaciones no tenían gran cabida en casa, pero era una rutina más.

Desayuné un trozo de pan medio quemado, pues lo mío no era preparar comida, junto con un café. Me peiné mi melena pelirroja y cuando Sam picó el timbre, cogí mi bolsa y salí.

-Buenos días, Sam - lo saludé con una sincera sonrisa.

-Buenos días - dijo devolviéndomela.

Él era el único amigo de verdad que tenía en este lugar, siempre estaba cuando lo necesitaba y eso para mí era más que suficiente. Entre tontas conversaciones llegamos al "centro", la zona donde los menores de dieciocho años aprendían a sobrellevar su existencia. Al menos eso era lo que yo veía, pues tanta información durante cuatro horas diarias no servía más que para meterte en la cabeza lo que ellos querían que creyeses.

Al entrar en el "centro", también conocido como el gran almacén de la facción, nos sentamos donde encontramos y esperamos a que empezara la gran tortura, como le gustaba llamarla a Sam.

Dorothy entró al cabo de unos minutos y el silencio se estableció a nuestro alrededor.

-Vamos a empezar hablando de la esperanza. ¿Alguno de vosotros sabría definirla? - preguntó manteniendo un serio contacto con todos nosotros.

-Esperanza es lo que tengo yo cada día - comentó Karol, una de mis grandes ex-amistades.

-¿Puedo saber en qué aspecto la tienes? - preguntó de nuevo la creadora de la gran cuestión.

-En no verte más.

Esas palabras originaron el caos, el cual no era demasiado complicado crear en ese lugar. Dorothy no podía soportar, en lo más mínimo, que alguno de sus alumnos pensara diferente a ella, por lo que las discusiones sobre los temas que proponía no se hacían esperar, llegaban con demasiada facilidad.

Al principio, para mí, participar era un hábito, incluso lograba disfrutar haciéndolo, mis amigas lo hacían divertido. Con el tiempo, al decidir que deseaba con todas mis fuerzas desaparecer, al menos de esta facción, no tenía un gran sentido expresar mis opiniones, pues nunca coincidían con nada de lo que se podía decir en el centro.

Las cuatro horas pasaron, yo me dediqué a mirar, asentir y en algunos momentos sonreír. Sam participaba, siempre le había gustado estar por encima de cualquiera de aquellas personas hipócritas, como él bien las describía y la verdad es que no se le daba nada mal.

Cuando salimos de allí el calor se empezó a hacer presente, paramos a comer en los grandes comedores expuestos al aire libre y después cada uno se dirigió a su lugar de trabajo. Todo estaba tremendamente calculado por lo que no había tiempo que perder.

Mientras ayudaba a mi padre en sus quehaceres no pude evitar responderme a la pregunta planteada por Dorothy. ¿Qué significaba para mí la esperanza? Salir de aquí, ser libre o quizá respirar otros aires, conocer gente nueva...Vivir. Algo muy distinto a esto, tenía esperanzas, demasiado grandes quizá para ser una chica creada para vivir en una facción. ¿Se puede ser feliz estando siempre dirigida por otros?

JenGVargas

Esperar, siempre esperamos, un día, un momento, una cita, un examen...¿Y después que? Viene algo nuevo por lo que derrochar el tiempo...

He visto esto y debo compartirlo, su voz es...DEMASIADA VOZ...¿Qué pensáis?

Sé que es algo aburrido, pero primero tengo que introducir la historia, Altaira, ese es el nombre de nuestra protagonista, espero que os guste como se va desarrollando la historia, en nada empezará a ponerse algo más interesante.

¿Y vosotros...Qué esperáis en este momento?   

Buenas noches desde España, os mando muchos besitos, osados por supuesto!! :3

CAPÍTULO EDITADO

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