Capítulo 40

2.1K 135 11
                                    


NARRA ERIC

- Altaira, es tu turno – comenté saliendo a la sala donde, los que aún no habían probado el suero del terror, esperaban.

Se levantó, seria y fría como un témpano de hielo, intenté que mi semblante no transmitiera nada de lo que estaba sintiendo en ese momento.

Una vez entró dentro de la sala, pasé y cerré la puerta. Se escuchaba la voz de Cuatro intentando tranquilizar a alguno de ellos en la sala contigua a esta.

- Siéntate ahí – le ordené señalando la butaca en la que se habían sentado ya demasiados osados.

Sin decir nada, hizo lo que le pedí, su mirada estaba clavada en el suelo y algo en mí se enfureció.

Cabreado me encontraba y eso era algo que no podía negar. Todo lo que estaba sucediendo era demasiado como para no estarlo.

Hice lo que debía para que la simulación comenzara. En cuanto sus ojos se cerraron cogí la pantalla y me senté en el suelo para ver lo que sucedía. Estaba cansado de la silla que había en esa habitación, por lo que el suelo pareció una buena opción esta vez.

Un lago apareció entre demasiada oscuridad, agua de un color verdoso se postró en el escenario de su simulación. La altura no me pasó desapercibida, era algo que tener en cuenta, pues realmente se veía muy por debajo todo el paisaje.

- Te dejo un momento sola y casi te ahogas, no tienes remedio Altaira.

Esa voz...

¿Sam?

- Menos mal que siempre estás para salvarme, ¿eh? – esta vez fue Altaira. Mis dudas se disiparon cuando Sam fue enfocado perfectamente. Ahora el agua se encontraba demasiado cerca.

- Pues sí, no sé qué harías sin mí – dijo de nuevo él, no lograba entender nada, nunca había visto a Sam actuando de esa manera, con nadie.

- No te pases, Sam. Oye...

- Dime – dijo él demasiado cerca de Altaira.

- Sabes que te quiero, ¿verdad? – le dijo ella como si nada.

Todo cambió.

Ahora solo se podía ver agua y más agua, una mano, seguramente la de Sam, estaba empujándola hacia el fondo del maldito lago.

El miedo y la desesperación se ahogaron en mi pecho. No podía hacer nada, intenté convencerme sobre ello. El nerviosismo que sentía se instaló en mi pierna derecha. No podía dejar de moverla, una y otra vez.

Altaira se quedó sin oxígeno tiempo después y cerró los ojos, por eso todo se sumió en la máxima oscuridad. Pero otro escenario se presentó enseguida.

- ¡Mamá! – gritó - ¡Mamá, vuelve! ¡Mamá!

Esta vez una pequeña habitación se instaló en la pantalla, ella se encontraba tumbada en lo que bien podría ser su cama.

El semblante de una mujer preciosa, que se parecía demasiado a ella, apareció en su campo de visión, pero poco a poco se fue difuminando hasta que dejó de existir. Ella no podía dejar de sollozar y gritar, deseaba recordar, pero no lo lograba.

Se quedó dormida, por lo que, de nuevo, algo apareció en la pantalla.

Estaba entrando en una cabaña intentando que sus fosas nasales lograran captar algún olor, no podía saber cual, pero ella parecía tenerlo claro.

- ¿Papá?

Preguntó algo asustada.

- ¿Papá? – volvió a preguntar más alto.

Entró en la cocina, pero nada, ni rastro de nadie.

Lo primero que hizo fue coger la cafetera y abrirla, estaba vacía, hecho que provocó que sus manos empezaran a temblar.

Unos pasos empezaron a sonar en el mismo suelo en el que ella se encontraba. Su mirada se alzó y dos hombres con la cara más que tapada aparecieron. Ella intentó luchar para que no se apoderaran de su cuerpo, pero lo único que consiguió fue que un golpe en la cabeza fuera el causante de que sus ojos, de nuevo, se cerraran.

Tras esa, un montón de situaciones en las que el fin era la oscuridad pura y dura, fueron sucediendo. En cada una de ellas se me encogían los dedos de los pies, estaba en peligro y no podía protegerla como sin dudarlo lo haría.

Compañeras de colegio, ella misma, Sam, su padre, su madre...Todos la acababan destruyendo.

Entonces algo cambió. Nada tenía que ver ya con Cordialidad, ahora se encontraba en Osadía, no tenía duda alguna sobre ello.

Aparecí yo en medio de la oscuridad, yo besando a mi hermanastra, yo diciéndole que la amaba y que la mataría a ella para que nuestro amor siguiera en pie.

Poco tiempo después se encontraba en una habitación, lloraba y lloraba sin consuelo, hasta que, de nuevo, se durmió.

La siguiente escena también tuvo que ver conmigo, y la otra. Y así, otras cinco.

Algo se quebró en mí, yo era el responsable de prácticamente la segunda parte de sus miedos, era el culpable de tanto dolor. Yo era el culpable de su desesperación.

Todo terminó, la simulación acabó y sus ojos se abrieron descubriendo más que lágrimas en ellos. Eran grandes pozos de desilusión y devastación. Sabía que había podido ver algo más que su alma en esas imágenes y no se avergonzaba en absoluto, pues me estaba mirando, provocando una comprensión por mi parte.

Una comprensión que no pude permitirme, porque si se la entregaba, todo terminaría en oscuridad y desolación. No quería eso para ella, no podía dejar que eso se introdujera en su cuerpo, como ya lo había hecho en el mío.

JenGVargas

Las quiero, a todas, sin excepción

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las quiero, a todas, sin excepción. 

De nuevo, me disculpo por la tardanza. ¿Qué opinan?

CAPÍTULO EDITADO

Treat you betterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora