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Le dije a papá que no quería ir a comprar los libros y CDs, porque me sentía algo cansada y enferma. Pero, en realidad, sin razón alguna me inundaba una tristeza inimaginable.
Corrí hacia mi habitación, cerré la puerta con seguro y me tumbé en la cama. Lágrimas empezaron a correr por mis mejillas, y encontré una excusa por aquellas gotas que se resbalaban en mi rostro: me sentía inútil.
Lloré y lloré hasta quedarme dormida...

Un Huésped MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora