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En la sala de espera no había mucha gente, sólo había un hombre manoseando una cinta desesperadamente, una anciana llorando y rezando entre jadeos, y yo, sentada en medio de ellos, asustada, esperando, sin saber qué hacer. Nadie más.
Había estado allí unos 30 minutos pero me parecía como si hubiese estado allí unas dos horas, cuando un hombre alto, de piel clara,  con su uniforme, y
—Familiares De Christina G.—Llamó el doctor que la atendía.

—Yo—contesté.
—Lamento informarle que la señorita Christina ha perdido su bebé. Por otro lado, ella ahora se encuentra estable.
No sé por qué pero enseguida las lágrimas acudieron a mí.

Un Huésped MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora