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No sé qué pasó después, porque decidí salir de la casa antes de que todo se convirtiera en un desastre.
Al salir mis ojos se tardaron en adaptarse a la luz que percibían, hacía un calor muy sofocante.
Fui a una tienda de libros y revistas, compré dos libros titulados «El Olvido Que Seremos» de Héctor Abad y «Moby Dick» y una revista de una banda que me gustaba muchísimo: Nirvana. Fue todo lo que pude comprar con ese dinero. Ah, y fui a comer a un restaurante al que siempre iba con papá, pedí una cena vegetariana que contenía una ensalada dulce de textura muy colorida, una porción de un exquisito puré de patatas, una pequeña tortita (la verdad no supe muy bien de qué era), para beber pedí una limonada acerezada, que por cierto me cayó muy bien después de haber caminado tanto bajo la temperatura tan elevada a la que me encontraba; y esa fue mi cena.
Quería y no quería volver a casa. Quería porque ya estaba anocheciendo y la verdad es que no me gusta andar sola por ahí durante la noche, por callejones oscuros, insegura. Y no quería volver, porque sabía con lo que probablemente me encontraría al llegar, una discusión seguramente entre todos, papá, mamá y Lily. Pero... Ahg, qué tonta, de cualquier modo en algún momento debo volver.
Así que, sí, me dirigía a casa, pero, no sé por qué razón me estaba perdiendo y el miedo me empezó a consumir cuando dos figuras alargadas, musculosas, se acercaban desde el extremo opuesto del callejón en el que me encontraba, me aterró al ver que se dirigían hacia mí y me gritaban cantidades de palabrotas y cosas vulgares.
Salí corriendo de vuelta de donde venía, pero lo único que conseguí fue tropezar, caer y obtener un gran moretón en la mejilla y pequeñas heridas en las palmas de mis manos. Entonces, decidí que lo mejor era caminar rápido, ya que a mí no se me da muy bien eso de correr ni deportes, nada que tenga que ver con esfuerzo físico.
Por fin logré llegar a otra calle pero sin dejar atrás a mis supuestos asesinos, ladrones, o lo que sea que fuesen.
Por suerte, en aquel momento pasó un coche que me resultó muy familiar, claro, un taxi, de inmediato le hice señas y este se detuvo frente a mí.
Aliviada me metí dentro del coche y suspiré descansada cuando por fin se puso en marcha hacia mi casa.

Un Huésped MásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora