¿Un Terrón de Azúcar? ¿O Dos?

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-Ya llegué.-

Una sirvienta se acercó al chico para recibir la chaqueta que se estaba quitando. 

-¿Has visto a...?-

-Esta en su cuarto con Carrie.- Dijo la joven antes de que el hombre terminase la frase. Este suspiró y se dirigió a las escaleras de mármol pulido cubiertas por una alfombra negra. Las subió lentamente, sin importarle el tiempo, él tenía todo el tiempo del mundo. Mientras más se acercaba a la segunda planta, su sonrisa se ampliaba, escuchaba la melodiosa risa de un niño y los sonidos de tazas chocando entre sí, sentía el aroma a vainilla que desprendía su habitación y ahogaba el pasillo entero. Pasaba los dedos por las puertas de madera de cedro, dejaba que su peso hiciera rechinar el suelo de la misma madera para alertar a su pequeño, y cuando llegó a la puerta del fondo, tocó un par de veces y la abrió. 

Ahí estaba él, sentado en una silla de cristal con una taza de porcelana en las manos, vestido con un ridículo vestido negro de encaje que le quedaba de maravilla, tenía dos coletitas en la parte superior de la cabeza atadas con listones negros y más encaje. La niña enfrente de él, Carrie, tenía un vestido casi idéntico, de no ser porque su color era blanco y tenía algunas manchas de tierra y mugre. 

Ambos reían mientras bebían té de bugambilia ignorando a Ash que estaba recargado en el marco de la puerta. 

-Hola Carrie, ya no te había visto por aquí... ¿Cómo va todo en el infierno?- Habló con un tono suave y amable, la niña de piel nívea  lo miró y sonrió como solo ella sabía hacerlo, provocándole ternura al mayor, ella llevaba los cabellos castaños peinados en tirabuzones desordenados, se levantó, hizo una reverencia y se fue a sentar a las piernas de Kayden que bebía de su tacita sin inmutarse. 

-La enfermera Wellesley te manda saludos.- La pequeña bostezó, se levantó y caminó fuera hacia su habitación dando saltitos. Y Kayden volvió a sentarse correctamente, Ash tomó asiento enfrente suyo, en otra silla de cristal mientras el menor le servía más Té.  

-¿Un terrón de azúcar? ¿O dos?- Dijo alisándose el vestido, tenía cubiertas las manos con unos guantes largos blancos que llegaban más arriba de los codos, el mayor se levantó, cargó al pequeño y confundido Kayden, lo lanzó sobre la cama haciendo que un par de peluches cayeran al suelo.

-Ahh.. Ash.. N..no seas brusco.- Gimió el menor al sentir su cuello ser atacado por besos y mordidas, su cuerpo se estremeció también al sentir unas manos frías colarse bajo los pliegues del vestido, acariciando esas menudas piernitas cubiertas por unas delgadas mallas de color blanco, se las alzó para pegar sus rodillas a su pecho y con una sola mano romper esa delgada tela, también rasgando su ropa interior e introduciendo sin previo aviso o lubricación dos dedos en su entrada, ahogando los gemidos del chiquillo en un pasional beso que fue correspondido con dificultad, las manos de Kayden recorrieron la nuca de su atacante, halando su cabello con poca fuerza para no lastimarle mientras con desesperación lo acercaba más a él, no se necesitaban palabras, Ash obtendría de nuevo lo que quería, se quitó con prisas el resto de la ropa para ponerse encima de su pequeño y penetrarlo. 


Un par de horas después 

K A Y D E N

-Mmmnh...- Después de tener sexo con Ash me quedé dormido, y desperté en la mañana del día siguiente, miré a mi alrededor pero no había rastro de él, solo un cenicero con un par de colillas de cigarro y a un lado estaba la cajetilla con el encendedor, me estiré para alcanzarla pero el dolor en mis caderas me detuvo. -Agh... ¡Idiota!- Le grité a la almohada, Ash siempre es un bestia en esto, cada vez que lo hago con él siento que voy a morir... Y para acabar, ¡Se corrió dentro! ¡Como cinco veces! Tengo las caderas hechas polvo... No siento mis piernas.

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