Caminaba a paso apresurado por la calzada, esquivando a los transeúntes que se ocultaban bajo las capuchas de sus abrigos, o los paraguas. Dobló la esquina, apresurando el paso cuando algunos destellos en el cielo amenazaron con desatar una nueva tormenta; no quería volver a sentir ni por un minuto esa sensación de amenaza que se alborotaba en su estómago cuando los truenos rugían sobre su cabeza.
Llegó cerca de las nueve y cuarto de la mañana.
—Llegas tarde.
Gerard se encontraba parado frente a una pila de cajas de todos los tamaños. Llevaba una planilla en la mano con la que, al parecer, estaba controlando el contenido.
—Lo siento, tuve una muy mala noche y me quedé dormido. Es la primera vez que llego tarde.
—Esperemos que sea la última. —Le dedicó una mirada seria, que no mantuvo por mucho tiempo al ver la expresión de tristeza dibujada en el rostro de su amigo—. Que es broma, tonto. Ven, ayúdame con esto. Ángel llegó cargado de su viaje; debemos hacer inventario de todo lo nuevo y acomodarlo en la nueva repisa. —Señaló con el bolígrafo una estantería de madera ubicada contra la pared—. Ten mucho cuidado, algunas estatuas son muy frágiles. Hay muchas que tienen bastante polvo, así que cuando acabemos esto debemos limpiarlas a todas.
Gerard le extendió otra planilla y un bolígrafo. Las cajas eran diez en total, así que separaron cinco para cada uno.
Rafael decidió quedarse hasta la una de la tarde para ayudar a su amigo, ya que su primer clase comenzaba a las dos. Lograron terminar el trabajo antes de que Ángel regresara a la tienda. Al final, solo quedó una caja sin abrir, de la cual Gerard insistió en hacerse cargo. Una de sus tareas favoritas era clasificar los objetos recién llegados; era como un niño recibiendo su regalo de navidad.
Las clases parecieron ser mucho más largas que de costumbre. Bostezó varias veces, recibiendo una reprimenda por parte del profesor. Estaba exhausto, nunca se había sentido tan aliviado cuando el timbre tocó. Se colgó la mochila al hombro y esperó a que los demás salieran para abandonar el salón. Gerard le había pedido que pasara por la tienda después de clases. Se colocó la capucha y guardó las manos en los bolsillos delanteros de su abrigo color beige. Extrañaba su móvil, su lista de canciones preferidas, las cuales solía escuchar para relajarse. Debía ir por él cuando su padre no estuviera.
—¡Jovencito, espera!
Se detuvo, levantando la vista. Una mujer se presentó frente a él. Llevaba puesta una pollera larga, un sacón de lana gruesa y un pañuelo cubriéndole la mata de pelo, donde sobresalían unas cuantas canas. No parecía tener más de cuarenta, pero las marcadas ojeras bajo sus ojos colorados, y aquella sonrisa macabra, le ponían encima un montón de años más.
—¿Qué sucede?
Se quitó la capucha observando a la mujer, que revolvía con frenesí dentro de una pequeña cartera tejida.
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A través del tiempo
ParanormalUna bruja se enamora de un joven y persigue la fantasía de ser correspondida; pero él ya tiene un gran amor. Enfurecida conjura un hechizo para separarlos, sin conocer el destino que les depara.