La policía llevaba tres días buscando, sin éxito. El rostro de Rafael empapelaba todo el barrio. Gerard salía durante la mañana y recorría los alrededores hasta altas horas de la madrugada junto a Bruno. Habían preguntado en el instituto, a sus compañeros y profesores, pero nadie sabía nada de él. Incluso Ángel, quién también estaba preocupado por la situación, había cerrado la tienda durante todo un día para ayudar con la búsqueda.
—¡Es increíble que nadie sepa nada ni los haya visto! —exclamó el muchacho, pasándose la mano por la cara—. Tienen que haberlo visto, no pudieron haberse ido tan lejos... ¡Las personas no desaparecen así como así, joder!
—Aunque lo hayan visto, nadie dirá nada, Gerard... —el hombre terminaba de pegar un cartel con la foto de su hijo y los números de contacto en un poste—. Sigamos buscando y mantengamos la esperanza, mi hijo es un chico fuerte, tú y yo lo sabemos.
—Lo mejor en estos casos es tener paciencia, Gerard —intervino Ángel, palmeándole la espalda—. Sé que es difícil pero es lo único que podemos hacer, ya buscamos por todas partes y nadie parece haberlo visto. Muchos vecinos conocen a Rafa, te aseguro que no dudarán en avisarnos si llegan a verlo. La policía también está buscando.
Gerard asintió; en su interior sentía que Rafael estaba con vida. Sabía que si Avriel estaba con él, intentaría protegerlo a toda costa; quería pensar en ello y aferrarse a esa chispa de luz. No tenía más opciones y lo último que haría sería rendirse y dejar todo en manos del destino.
Avriel intentó hasta el cansancio abrir la puerta para escapar, pero cada vez que tocaba las escaleras, aquella fuerza sobrenatural lo empujaba de tal manera que su cuerpo acababa estrellándose contra la pared. La desesperación comenzaba a hacerse presente; no le quedaba mucho tiempo, y Rafael tampoco tendría la fuerza suficiente para detenerlo cuando llegara el momento.
El francés se dejó caer, apoyando la cabeza contra la pared. Su cuerpo había sanado completamente luego del último encuentro con Alessa, pero su alma se había destrozado al enterarse del cruel destino que le tocó a Sasha. La ira se apoderó a nueva cuenta de él, y arremetió nuevamente contra la salida, pero como era de esperarse, el resultado fue el mismo.
Rafael se encontraba en un rincón, ya no tenía fuerzas para detenerlo. Llevaba tres días sin agua y sin comida, y en ocasiones sentía que el oxígeno en aquel sitio escaseaba. Caminó a gatas hasta el francés, sosteniéndolo de la mano cuando este se disponía a atacar nuevamente.
—Para ya, no vas a conseguir nada —habló en un hilo de voz.
El rostro del rubio lucía tan pálido como una hoja de papel. Dos surcos oscuros se habían dibujado bajo sus ojos, lucía tan demacrado que Avriel temía que se desmayara en cualquier momento.
—¡No voy a quedarme ahí sentado esperando morir! —exclamó—. No pienso cumplir con los caprichos de esa maldita bruja egoísta.
—Lo sé, pero debemos pensar en una manera de romper ese... campo, o lo que sea que hizo en la puerta. Tú no puedes tocarlo, no importa las veces que lo intentes, el resultado será el mismo.
El hombre se sentó junto al chico, rendido. Los primeros síntomas aparecían: le ardía la garganta como si hubiera gritado hasta dañarse las cuerdas vocales, comenzaba a estar sediento y aquello le preocupaba sobremanera. Rafael apoyó la cabeza en su hombro, cerrando los ojos. Avriel aprovechó el momento para observarlo. Su expresión tranquila lo trasladaba a un sitio muy lejos de allí. Le recordaba la paz que hallaba en la mirada tranquila de Sasha, aquella que le evocaba los atardeceres más hermosos, los que la bruja le había arrebatado por mero capricho. Comenzó a encontrarle sentido a aquel entrevero de sentimientos que se manifestaban cuando Rafael estaba cerca. Sabía que había algo más escondido detrás de esa imperiosa necesidad de protegerlo, algo que iba creciendo conforme pasaban los días, y que ya no podía seguir ocultando. Temía no poder actuar a tiempo y acabar con el único ser que lo había hecho sentirse vivo y vulnerable de nuevo.
Las gotas de sudor frío corrían por su frente pálida. El palpitar tranquilo del corazón de Rafael comenzaba a inquietarlo, sentía aquel flujo corriendo por sus venas y las imágenes volvían a hacerse presentes en su cabeza como aquella vez, torturándolo. Empujó al muchacho cuando la sed comenzaba a hacerse cada vez más insoportable. Su estómago dolía como si estuviera quemándose por dentro. Rafael se despertó bruscamente y lo miró con el entrecejo fruncido.
—Avriel...
—Mantente alejado de mí —gruñó.
El chico no respondió. Sabía exactamente lo que estaba sucediendo y el miedo llegó hasta él de inmediato. Reconocía aquella mirada asesina que lo acechaba desde el otro extremo del sótano; el Avriel que él conocía desaparecería en cualquier momento, y él debía ser lo suficientemente fuerte para actuar si quería mantenerse con vida.
—Rafael... prométeme que lo harás... —jadeó el francés, apoyando una mano sobre la pared mientras la otra acariciaba su garganta, como si pretendiera calmar la molestia que sentía.
—Te prometo que lucharé por mi vida si tú luchas contra esto.
—¡No puedo luchar!
—Sí, puedes y lo harás, por favor...
Las últimas palabras temblaron en los labios del rubio al notar que el hombre avanzaba hacia él. Guardó silencio cuando la mirada felina del francés se clavó en la suya, entonces supo que ese ser ya no era el Avriel que conocía; era una bestia sedienta de sangre que aguardaría el momento exacto para atacarlo.
ESTÁS LEYENDO
A través del tiempo
ParanormalUna bruja se enamora de un joven y persigue la fantasía de ser correspondida; pero él ya tiene un gran amor. Enfurecida conjura un hechizo para separarlos, sin conocer el destino que les depara.