CAPÍTULO 10

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Nunca había creído que pudiese sentirse tan bien. Esa mañana había despertado entre los fuertes brazos de un hombre que era tan distinto a él, y sin embargo, conseguía entenderle de una forma en la que nadie más había podido.

Ronroneó con una pequeña sonrisa mientras se deleitaba con ese delicioso aroma que desprendía la acanelada piel. No era capaz de descifrar el aroma de esa piel, quizás era sándalo, quizás cedro o quizás era otra cosa, pero el aroma que fuese, conseguía deleitar sus sentidos y adormecer su mente.

Abriendo los ojos, se dio el placer de observar ese bien constituido cuerpo mientras con las yemas de sus dedos le acariciaba, delineando cada centímetro de la acanelada piel, sonriendo ante la inconsciente reacción que tenía ésta, erizándose bajo sus dedos. Mordió su labio inferior mientras delineaba suavemente los marcados abdominales e iba incluso más allá, sintiendo los cortos rizos picarle la palma de la mano.

—¿Te estás divirtiendo?— la ronca voz consiguió estremecerle. Volviendo la mirada, se encontró con un par de medias lunas que le miraban con diversión junto con una suave sonrisa adormilada. Sacando a relucir su labio inferior, se estiró sobre el duro cuerpo mientras sus labios buscaban los contrarios.

—Un poco...— ronroneó.

—¿Dormiste bien?— murmuró mientras sus largos dedos peinaban distraídamente los rosados cabellos de algodón.

—Muy bien. ¿Y tú?— inquirió mientras se inclinaba y acariciaba con la punta de su nariz el cuello contrario y repartía descuidados besos que llegaron poco más allá del hombro.

—Maravillosamente.— sonrió— A pesar del par de patadas que me diste a media noche.— el menor se carcajeó hasta sentir los escurridizos dedos del moreno sobre la piel desnuda de sus caderas.

—¿Qué crees que haces?— frunció juguetonamente el ceño.

—Nada...— murmuró sonriente, delineando suavemente con las yemas de sus dedos la espalda baja, ascendiendo lentamente, causando suaves temblores en el delgado y fino cuerpo. Mirándole seriamente, Ji Yong acarició con sus largos y delgados dedos el contorno de los suaves labios, inclinándose después lo suficiente como para besarlos atentamente, emborrachándose de ese delicioso sabor mientras su lengua jugaba con la contraria— Eres precioso.

—Ya lo sé...

—La modestia no es tu fuerte, ¿Cierto?

—Idiota...— rio para luego apartarse, llevando una de las sábanas consigo mientras se levantaba de la cama.

—¿A dónde vas?

—A ducharme. No puedo quedarme todo el día en esa cama, a pesar de que quiera.

—¿Y por qué no?— ambos rieron.

—Tú deberías también levantarte, ya pasan de las diez. ¿Acaso no piensa ir a trabajar señor trabajólico?

—No...— ronroneó estirándose en la cama— Pensaba quedarme todo el día en cama. Ya sabes...— le miró de pies a cabeza.

—Qué pena. Yo tengo muchas cosas que hacer.— rio antes de entrar al cuarto de baño.

Esa había sido una de las mejores noches de su vida, sin lugar a dudas, sin embargo, ya era momento de volver a su rutina. Seguramente su teléfono, donde quiera que el pelinegro lo hubiese dejado, estaría saturado de llamadas y mensajes, después de todo, no le había dicho a su hermano dónde estaría, ni mucho menos que no llegaría a casa.

Dejando la sábana sobre el cesto de ropa sucia, abrió las llaves de la regadera, nivelando el agua antes de meterse bajo el chorro de agua.

Ronroneó dichoso mientras sentía la tibia agua recorriendo su sudorosa piel. Tomó la barra de jabón, comenzando a pasarla sobre su pálida piel mientras cerraba los ojos y recordaba lo dulce que había sido el mayor la pasada noche, recorriendo su cuerpo con esmero.

ATYPICAL PRINCESSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora