Capítulo 4

73 14 1
                                    

Una vez pensé en ser astronauta.

-No te pregunté.

¿Nunca has tenido un sueño absurdo?

La cálida brisa refrescaba el patio trasero de la tía Alice. Hacía demasiado calor incluso a las nueve de la noche.

Sonreí.

-Quería ser estilista.

Pero ni siquiera te peinas.

-¡Ey!

¡Es verdad!

Observé absorta cómo mis primos jugueteaban en la alberca con Mateo y mi familia.

¿Por qué no te metes?

Preguntó después de minutos de silencio.

-Estoy en mis días.

No lo estás, ya me hubiera dado cuenta yo.

-Me duele la cabeza.

Si te doliera a mí también me dolería.

-No quiero hacerlo, no tengo ganas.

Mecía lentamente mi cuerpo en la mecedora, exasperada.

Sospecho que nunca tienes ganas.

-No.

Métete.

-¿No escuchaste? No quiero.

Pero yo sí.

Silencio.

Son tu familia, no te dirán nada.

-¿Piensas que lo hago por mi cuerpo?

Estoy seguro.

-¿Te sientes bien? ¿Por qué eres amable conmigo?

Tengo que pasar 75 días contigo. Además cuando despierte no recordaré nada así que qué más da ser amable con una gorda.

-Sutil, casi me convences.

Hablo enserio, Annie. Sufrí demasiado cuando comiste naranjas, así que saco la bandera blanca de paz.

Reí.

-¿A quién no le gustan las naranjas?

¡A mí! Oh y por si lo olvidaste no sólo no me gustan, las odio.

-Annie, cariño prueba el agua.

Gritó sonriente mi tía Alice.

Vamos, An Annie.

-¡No tengo puesto bañador!

-¡No importa, coloco tu ropa en la secadora mientras te bañas!

-¿Estás seguro de esto Daniel? Después tomaré una laaarga ducha.

Susurré mientras me ponía en pie.

Ya superamos eso. Solo tienes que usar el antifaz para dormir que elegí. Lo traes ¿no?

-¿El qué uso cuando me cambio y me baño?

.

-No.

Contesté susurrando al dejar mi teléfono y audífonos en una silla.

Oh ¿sabes qué? Cambié de opinión.

-Muy tarde.

Susurré rodando los ojos antes de lanzarme al agua.

La calidez del agua templada envolvió mi cuerpo cuando hundí mi cabeza en ella.

-Annie ¡te metiste! Vamos a jugar al tiburón.

Suplicó la pequeña Lucy.

-No.

¡Oh vamos! ¿Le dirás que no a esos ojitos?

Lucy batía sus largas pestañas mientras me miraba como si hubiera visto un gato atropellado.

-Lucy ¿lo estás haciendo a propósito?

-¿Funciona?

-No.

-Entonces no es a propósito, es una expresión de angustia natural.

Anda, juguemos. Pide ser el tiburón.

-Bien, pero tú eres el tiburón ¿de acuerdo?

¿Qué? ¡No!

-¡Sí!

Contestó Lucy emocionada. Esa noche nadé tanto que ya no podía con el dolor de los hombros, mis músculos dolían.

*
¡Joder! ¡Anastasia cierra los putos ojos!

-Perdón, lo olvidé.

Deslicé mi ropa interior por mis piernas hasta quedar completamente desnuda. Toqué la tina y, sin abrir los ojos me coloqué dentro.

-No me llamo Anastasia, imbécil.

¿Ah no?

-No me cambies de nombre cuando te de la gana, gilipollas.

Ey yo nunca haría...

Abrí un ojo mostrando una parte de mi muslo.

¡Annie! ¡No!

-Bien parece que recordaste mi nombre.

¿An Annie?

Preguntó después de un largo silencio.

-¿Qué?

Silencio.

No tienes tan fea pierna.

Sentí mis mejillas acalorarse un poco.

-Claro, ahora me vas a decir que te provocó el muslo de alguien como yo.

Claro...claro que no. Sólo intentaba hacer un cumplido.

-Buen intento.

.

-Sí.

...

Sí...

80 días con élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora