Mini capítulo 1

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¿Mi vida? Genial
Las anorexicas me respetan al igual que el instituto. Respeto. Algunos lo llamarían intimidación...pero cuando eres obesa tienes dos opciones: o lo aceptas o lo cambias.

En mi caso no estaba dispuesta a cambiar mi fisionomía para encajar en el sistema. Y es por eso que a mis 17 años pesaba nada más y nada menos que 98 kg.

¿Que si me disgustaba? En mis primeros años en la secundaria sí, por las burlas. Pero aprendí que el peso lejos de ser un error del cuerpo es una ventaja sobre los débiles. La cosa está así.

El peso en realidad se mide en newtons, y no es la cantidad de volumen que tenemos, si no la fuerza de atracción que tenemos al centro de la tierra. Entre más peso...más fuerza chicos.

Y si me preguntan esa fue una de las pocas clases de física en las que puse atención. Porque me convenía saber esa información.

Y juro que mis calificaciones serían impecables a no ser por las tareas...y tal vez por las suspensiones por maltrato físico y verbal a docentes y estudiantes.

No, la verdad era que no era agresiva, simplemente las oportunidades para burlarse de la gorda en un salón de clases son impresionantes, y no estaba dispuesta a ser la sumisa sin cuerpo de modelo del instituto.

True Story amigos, yo era la matona del lugar. Y no me drogaba ni me acostaba con cualquier individuo con pene.

Salí de ducharme después de media hora en la tina con hidromasaje. Definitivamente tener un hermano mayor, doctor y soltero era muy agradable. Me quedaba con él los fines de semana.

Puse un pie fuera del agua y sentí un tirón en el pecho, hilante hacia abajo. Gemí y manchas oscuras, cada vez más grandes inundaron mi campo de visión hasta que sentí las baldosas debajo de mi piel. Mi visión se volvió negra y perdí conciencia de mí misma.

Suerte que no estaba desnuda.

Desperté...ahí mismo. Mi hermano tiraba de mi antebrazo en un intento por levantarme, pero él apenas si pesaba unos 55kg. Lo escuchaba hablar y lo veía pálido, revisando mi cabeza y mis signos vitales...o lo que sea que hagan los doctores en casos así.

-Annie ¿puedes mover las piernas? ¿Te duele la cabeza? ¿Quieres vomitar?

Cabe aclarar que acababa de conseguir su primer empleo como médico, por lo que la experiencia no era algo de lo cual mi hermano abundara.

-Mi cabeza.

Gemí. Tomó mi mano y me ayudó a sentarme lentamente.

-Te llevaré al hospital. Afirmó totalmente decidido.

-No...estoy bien.

-Necesito que te hagan una radiografía y tomografía para revisar si no tienes algún golpe interno en la cabeza.

-Mateo estoy bien.

-La cabeza es muy delicada Annie, hay golpes que por fuera no se ven pero por dentro se desarrollan coágulos que pueden ocasionar la hinchazón de...

-No es nada.

Me miró serio, tratando de adivinar si mentía o decía la verdad.

-Bien, pero si te mareas o sientes...

-Te avisaré, ya entendí. Ahora ¿quieres ayudarme a ponerme de pie? El suelo es muy frío y estoy en traje de baño, no es muy cómodo aquí.

Asintió y tiró con todas sus fuerzas de mis brazos para ponerme de pie. Puse fuerza en mis piernas para no dejarle todo el peso, pero al ponerme de pie me sentí mal.

80 días con élDonde viven las historias. Descúbrelo ahora