Epílogo: "Oficialmente madre"

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Y así pasaron los días, luego las semanas, y finalizaron los meses. Cada minuto que pasaba, era un nuevo minuto sentimental para mi. Finalmente, Esther quedó embarazada aquella vez que los encerramos en la habitación.

Ésta vez fue cierta, porque a la semana después, corrimos hacia el veterinario, y entramos todos. Violett, Sir Donald, Esther y yo, y ya al escuchar la afirmación del doctor, pude sentirme abuelo.

Sin embargo, creí que todo iba a estar bien. Pero no. Esther cada día engordaba un poco, se quejaba por todo, estaba gruñona y ni siquiera levantaba su trasero de mi cama.

Y eso me estresaba. ¿Saben lo que es tener al cuidado una embarazada? Pues si no lo saben, queden con la duda y nunca lo experimenten.

Lo bueno de todo esto, es que tuve el apoyo de el asqueroso canino que embarazó a mi bebé. Bueno, luego de una fuerte amenaza de mi parte, obviamente tuve que quedarse a su lado. Porque si él no la apoyaba, lo llevaría a una perrera.

La verdad es que para mi no significaba nada la ayuda de él, ya que es un animal y no hace gran cosa. Es más, cuando llega solo se acuesta al lado de Esther. Dios, que apoyo.

Eso sí, siempre tuve el apoyo de Violett, y eso se lo agradezco, demasiado. Realmente no sé qué hubiese sido de mi, si ella no hubiese estado conmigo en esta situación.

Soy un abuelo primerizo, ¿qué esperaba de mi? Además, con mucha suerte podía prepararme un cereal, nada más.

Todo lucía normal y tranquilo, Esther se encontraba relajada, agradecía eso. Pero todo se destruyó, al escuchar un espantoso grito proveniente de Violett.

Corrí de inmediato hasta la cocina, que era donde ella estaba. Y la encontré sentada en el suelo, observando el piso. ¿Qué diablos?

—Justin, hay sangre aquí, y te aseguro que no es mía, ni tampoco de Sir Donald, y si tú estás aquí, completamente sano, no es tuya. Y eso solo nos queda a Esther —ella habló, demasiado rápido, pero si pude entenderla.

Al procesar sus palabras, rápidamente corrí hasta su habitación, y ella no estaba allí. Comencé a preocuparme y a desesperarme.

—¡Joder, Violett, Esther no está aquí! —grité completamente desesperado.

A los segundos, Violett entró y comenzó a revisar cada rincón de la habitación. Mientras que yo, me encontraba apoyado en la puerta, intentado respirar con tranquilidad.

—¿Dónde estás, pequeña? —ella susurró.

—¡Pero tú estás idiota! Obviamente ella no te contestará, no está aquí. ¿Qué parte no entendiste? Ay, Dios. Ella ahora puede estar teniendo a mis nietos, me prometí ver el parto y no lo estoy cumpliendo. Ella estará decepcionada de mi. ¿Y si le sucede algo en el parto? ¿Y si les sucede algo a los bebés en el parto? No me lo perdonaré, por supuesto que no. Ella me odiará, me... —no pude terminar, ya que una pequeña, pero fuerte mano impactó con mi mejilla, dejándome atónito.

—¿Te puedes callar? Diablos, me estás desesperado, Justin —habló, rondando por mi alrededor.

—Ay —me quejé, llevando una mano a mi mejilla.

—Yo revisaré este piso, y tú revisarás abajo, si la encuentras, grita —me apuntó, para luego desaparecer de la habitación.

Intenté concentrarme en sus palabras, regulé mi respiración y corrí hacia abajo. Comencé buscando en el interior de la casa. Cada maldito rincón revisé, pero no había rastro de Esther.

Me dirigí hasta el patio trasero. Desde la puerta observé con detalle cada parte. Sin embargo, mi cuerdo se paralizó al escuchar un pequeño grito.

Puppy's AccidentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora