14. Los Cinco (Parte I)

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14. Los Cinco (Parte I)

Hotel Waldorf Astoria,
Upper East Side, NYC.

Zara sostuvo el arma contra la cabeza del idiota que estaba esposado a la cama, vendado, completamente desnudo y amordazado, llorando y empapando la tela de la corbata que cubría sus ojos.

Balbuceos sin coherencia eran emitidos a causa del teipe en su boca, también forcejeos sin éxito de escape producto de las esposas en ambas muñecas que lo ataban al cabezal de la cama, y lloriqueos inútiles que gritaban silenciosamente piedad a su alma.

Pero la Emilietti no tenía intención de apelar a su lado clemente.

- Eres un jodido llorica. Esto te pasa por vender drogas sin permiso en nuestro club y por tratar de violar a mi hermana - dijo la morena con desprecio, apretando el cañón en su sien sudorosa y recibiendo llantos más fuertes a cambio -. Te creías muy macho violando chicas cada noche, ¿verdad? - Se inclinó hasta posicionar sus labios cerca de su oído y susurró burlona :- ¿Qué se siente ser la víctima ahora?

Su teléfono la detuvo de apretar el gatillo. Maldijo en voz baja y lo sacó del bolsillo trasero de su jean oscuro, contestando sin ver el identificador.

- Zara Emilietti - Anunció a la voz detrás de la llamada -. ¿Qué quieres, Santi? Estoy algo ocupada - Su hermano comenzó a hablar apresurado, tropezando las palabras -. Calma, más lento - Hizo caso omiso y siguió la palabrería sin sentido. Zara se apretó el puente de la nariz con la mano que sostenía el arma -. ¡Zitto, Santiago! Parla lentamente, fratello, per favore [Habla más lento, hermano, por favor] - Dijo suavemente, con Santi era imposible estar molesta.

Además, el italiano era como una nana para el menor de los Emilietti, por lo que este tomó una bocanada de aire al escuchar la voz de su hermana y esta vez habló con coherencia.

- Mierda. Dile a Olivia que vaya en mi lugar, no quiero tener que verle la cara a Ángel - Respondió cuando Santi le dijo la noticia -. Me importa poco si es nuestro hermano, actúa como si fuera todo lo contrario - A Zara le molestaba lo poco que Ángel convivía con su familia. Ya ni pasaba por su casa para cenar -. ¡Bien! Voy para allá en una hora, tal vez dos - Colgó sin despedirse, volteando a ver al llorón amordazado -. Problemas familiares, cariño, lamento la interrupción, ¿en qué estábamos?

Malditas reuniones de Los Cinco, siempre se daban en los momentos menos oportunos.

- Stella, amore, necesito que te deshagas de un idiota - Colocó el teléfono entre su hombro y su oreja para poder hablar mejor. Rápidamente puso una almohada sobre la cara del hombre y disparó a través de esta para amortiguar el ruidoso estruendo. Había olvidado su silenciador en casa -. ¿Tibio? Por supuesto, linda. Jamás te daría algo podrido.

Stella Whittemore era su "limpiadora" personal. Una mujer que solía trabajar para la morgue del departamento policial de Nueva York, y que fue despedida por vender información de la estación a criminales. Zara entendía su situación. El salario que le pagaba el departamento no era suficiente para alimentar a sus tres hijos, ya que era madre soltera, así que un poco de dinero extra le ayudaba con las necesidades de su hogar.

Una vez que a Stella la despidieron, Zara la rastreó y le ofreció un empleo poco convencional. Básicamente quería a alguien que se deshiciera de los cuerpos sin vida que ella dejaba a su paso, ya que era mejor no permitir a los federales hurgar en el club de su familia en busca de pistas incriminatorias en su contra e ir a la cárcel por múltiples asesinatos.

La mujer aceptó el empleo agradecida, pues la paga que Zara le propuso era el triple de lo que su antiguo trabajo le pagaba.

Después de dos años de trabajar para la Emilietti, Whittemore fue capaz de comprar una casa para su familia en un buen barrio de la ciudad, lejos de la inseguridad del guetto, e invitaba a Zara a cenar una vez a la semana.

Bad Girls © (Sin editar)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora