Reto número 35

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-Piensa en tus miedos más oscuros. Haz un relato en el que a tu personaje le pasen al menos 2.

El problema aquí, es que mi peor miedo es la muerte, aunque según la psicología no es al acto sino a lo que esté conlleva: lo desconocido, la incertidumbre de lo que significa dejar de existir, a no ser recordado... a no ser. Mis otros miedos, terminan en lo mismo, temo a los cocodrilos y a los tiburones porque, aunque me fascina ver como cazan y devoran a su victima, obviamente no quisiera tener una muerte tan dolorosa y martirizante como esa.
Otro, aunque ilógico por mi manera de actuar, es a la soledad, aunque teniendo en cuenta que mi falta de habilidad social la cambio por libros, películas, series y redes sociales; muy diferente sería una completa, total y absoluta soledad, porque no habría que hacer... como en "Soy Leyenda", pero sin zombies, aunque creo que sería incluso peor una absoluta soledad.

Todos murieron mientras dormían, ¿quién iba a pensar que el químico solo funcionara así? El científico que lo creo fue bastante inteligente; nadie sufrió, nadie supo porqué paso. No hay ya nada rescatable en este planeta, pero ese era el punto "Si no podemos salvarlo, lo mejor será darnos una muerte digna y sin terror." Eso nos había dicho nuestro jefe, el hombre a quién se le otorgó el poder de decidir sobre la vida de todos, se le dio el privilegio de ser Dios...
Todo había comenzado porque habíamos tomado consciencia muy tarde del daño que estábamos causando, pasamos el punto de no retorno, y cuando se vio como en un par de años, el cambio comenzaría a ser notable, temiendo un descontrol debido al pánico que los cambios y el eminente fin provocarían; se decidió que lo mejor, sería terminar con todo antes de que siquiera comenzara. Ya no había segundas oportunidades, no había ningún milagro que nos salvara.
Yo no quería morir, me negaba rotundamente a su idea (aún lo hago), había llorado de coraje, me había facturado varios dedos de las manos y los pies al romper cosas en medio de mis crisis nerviosas; incluso había hecho varias paradas en el hospital por mis ataques de pánico. Pero aún con eso, no dije nada de lo que planeaban. No más de 1000 personas, en diferentes países, lo sabíamos. Y todas se llevaron el secreto a la tumba.
El gas atacaba el sistema nervioso cuando la persona se encontraba dormida, haciendo que la actividad cerebral disminuyera, inducia a todos en un sueño profundo, y después, de a poco, hacia que el sistema circulatorio fuera disminuyendo sus funciones paulatinamente, hasta que al final, el corazón dejaba de latir. Había funcionado en las personas, los animales, las plantas... todas las formas de carbono en el mundo. Mi único consuelo, fue aferrarme a la idea de la vida después de la muerte.
Cuando "El día del juicio" llegó, ya había dejado todos mis pendientes resueltos, incluso (como lo había hecho cuando era niño y tenía miedo) me había quedado a dormir con mis padres; les resultó de lo más extraño que quisiera dormir con ellos, pero después de que los convencí de tener una noche de películas todos juntos, no objetaron nada. Esperé hasta que ellos se durmieron, los observe por un momento, me acurruqué al costado de mi madre, abrazándola, y sostuve la mano de mi padre. Lloré en silencio hasta que me quedé dormido. Por un segundo, había sentido alivio, creí ver la luz y de poco abrí los ojos, esperando ver lo que había "del otro lado". Me sentí seguro al ver las mismas 4 paredes donde había crecido, pensé que "el mas allá" era la versión hermosa y perfecta de nuestro mundo; sin embargo, me di cuenta de que sostenía algo frío entre mis manos y las lágrimas se habían derramado sin impedimentos en mis mejillas, cuando vi los cuerpos inertes de mis padres a mis espaldas.
Todo murió, todo y todos; excepto yo. Sabía que era adoptado, pero eso no me quitaba lo humano, yo debía haber muerto.
Salir de la casa y ver nuestra creación, fue espeluznante. Había tal silencio y tensión en el ambiente, que creí que en cualquier momento alguien, o algo saldría a matarme (como en las películas de terror) pero no sucedió. No había nada.
En lugar de dar gracias por seguir con vida, corrí al laboratorio a tratar de entender qué estaba mal conmigo; y después de varias pruebas (muy costosas, pero qué más daba, tenía los recursos y nadie más los iba a utilizar) descubrí que mi material genético era ligeramente diferente, pero jamás lo había descubierto porque la diferencia era tan microscópica, que se engañaba fácilmente a los exámenes de laboratorio.
Ahora era la única "cosa" viva del planeta y ni siquiera sabía qué era.
Traté de seguir viviendo en la ciudad, pero el silencio fue insoportable, además que el aumento de temperatura aceleró la descomposición de los cuerpos y a donde quiera que fuera, el olor a muerte me perseguía. No pude quedarme más de una semana en ese lugar. Tomé provisiones y me fui. Viajé primero a un bosque, pero la naturaleza también estaba siendo presa de una descomposición acelerada; los arboles se pudrían, los pastizales se secaron. La tierra estaba volviendo a su estado primitivo más rápidamente de lo que habíamos calculado, pues no tomamos en cuenta el aumento de temperatura extra que causaría la descomposición de todos los organismos.
Viajé a la costa, aún conservaban parte de su familiar olor, o al menos eso me pareció cuando me acercaba a ella, hasta que vi toda la fauna marina fuera de su medio.
¡Todo era un espectáculo aterrador!
La calidad del aire disminuyó, pero al parecer a mi cuerpo no le afectaba, fue como si todos mis años previos hubiese vivido al mínimo de mis capacidades. ¡¿Pero que importaba si era inmune a la muerte de mi planeta?! ¡Qué si quizás fuera inmortal! ¡La locura me iba a consumir!
Mi último recurso fue irme a el polo norte, no creí que mi cuerpo soportara la hipotermía, aunque mi instinto de supervivencia seguía tirando de mí. Seguí recolectando provisiones, y dispositivos electrónicos ¡Necesitaba tener contacto con otro ser humano! Escuchar otra voz que no fuese la mía, ver el reflejo de otra persona. ¡Dios, como extrañaba las risas! Tenía meses sin reírme.
7 meses soportó la electricidad, 7 meses de ver todas las películas, series, libros y música que había pospuesto por el trabajo, vi las publicaciones en redes sociales de mis amigos, todas las fiestas y reuniones que me había perdido. Estaba perdido en una profunda depresión. ¡Quería que la muerte viniera ya por mí! Pero cada día mi cuerpo se hacia más fuerte, mi piel mas resistente, al punto de no poder cortarla (había intentado cortarme las venas y la garganta. No funcionó.) Ningún golpe fracturaba mis huesos. Para el mes después del apagón, había intentado suicidarme de todas las maneras que pude imaginar. Nada funcionó.
La locura ahora me acecha, veo personas donde no hay nada, escucho voces distantes... quizá sea un mecanismo de defensa de mi mente. ¡Ya no puedo soportar más! ¡Quiero irme! ¡Quiero mi final!


Ahora que terminé, me doy cuenta que sí son mis mayores miedos. Ahora mismo estoy sintiendo miedo por mi personaje, porque ni siquiera puedo darle lo que me pide... Quizá después.

52 retos de escritura 2016Donde viven las historias. Descúbrelo ahora