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Debía de encontrar la manera de sobrevivir en este mundo.

Indar me había preparado muy bien para responder a los comportamientos humanos. O eso creía. <<Responde lo contrario a lo que haría tu verdadero yo>> me había dicho antes de dejarme cruzar el portal.

Shirwill me miraba intentando ocultar la esperanza que depositaba en mí.
Berabil estaba de brazos cruzados y sonriendome desafiante.
Wixer tenía la cara que pones cuando te das cuenta de que no tienes ropa limpia en él armario.
Helkay estaba serio y con una sonrisa forzada.
Me habían venido a apoyar en mi primera misión, pero también se podía considerar la última vez que me verían. Sus rostros coincidían en una emoción: miedo.

Tanto ellos como yo, éramos consientes de que al cruzar el umbral, el portal mágico, cabía la posibilidad de no regresar.
Era uno contra los muchos cara rata al servicio de Aldric. Debía de mantenerme siempre alerta. Pase lo que pase, cueste lo que cueste. <<Proteger a la reina. Cuidar de la reina. Salvar el reino>>.

En ese pueblo todo tan geométrico y frío. Los humanos apenas entablaban conversación.

El portal no me había facilitado el éxito de la misión. Al contrario, aparecí en una ciudad muy lejana a Harmony.
Llevaba meses guiándome por las palabras de los humanos. La mayoría de ellos, eran amables y pacientes conmigo.
Tuve que aprender al coger el autobús, leer esos garabatos tan raros humanos y a desconfiar de mi entorno. Nada era lo que parecía.
Me había quedado sin dinero, ahora debía esperar a que Shirwill me proporcionara más fleeks humanos.

En lo que llevaba de tiempo en la tierra no me había cruzado con ningún faciemali. Dicho en idioma humano, ningún <<cara malvada>>.
Cualquiera que los viera aprobaría el nombre por el cual son conocidos en mi planeta.
Aquí se camuflan como judíos y señores de narices respingonas. Pero yo se detectarlos, y ellos a mi también.
Nuestra radiación mágica puede llegar a delatarnos.

Mis manos estaban congeladas. La ropa apenas me calentaba la piel.
Mi temperatura debía de estar muy por debajo de la habitual de un aer. Eso me preocupaba. Yo siempre había resistido las elevadas alturas que estaban ligadas a unas temperaturas súper bajas. Me sorprendía lo impotente que me había llegado a sentir a pesar de mis largos entrenamientos en campo Victoria.

Pasé por delante de un escaparate de golosinas, su visual dulzura casi hizo que babeara el cristal. En lugar de eso, vi mi rostro. Estaba erguido por el frío. Con los hombros encogidos, el pelo con pequeñas motas de hielo y las mejillas y nariz rojas. Mis ojos parecían perdidos en una fuerte neblina. La cual, a medida que avanzaba, no dejaba de volverse más densa.

<<Debes sobrevivir, proteger y cuidar a Phoebe. Ella es la salvación, pero aún no está preparada>>.

Maldije en voz alta golpeando al cristal con el puño a Shirwill.
Para esto me había entrenado durante tanto tiempo en el campo Victoria? Para vigilar durante dos años a una adolescente, que según el jefe, era la única salvación de nuestro reino. Cuando me lo dijo no pude evitar el sarcasmo.

-Tras una larga pausa sin un líder original en el reino solo queda una alternativa, Phoebe Chastain.

-La hija de la reina Margaret, pero no habían muerto? - pregunté casi afirmando.

-Max. Ahora estás preparado. Tus resultados en los entrenamientos del campo han sido los más notables, elevados, excelentes...

-A dónde quieres llegar Shirwill - dije tajante.

-Debes cuidar de Phoebe - me dijo el anciano de pelo azulado con los ojos cerrados.

-Cómo? Espera, me he estado entrenando durante todos estos meses, con dificultades familiares y de colonia y tú me dices que debo malgastar mi entrenamiento en una chica de cuántos, 14 años? - dije indignado elevando la voz en la escalofriante sala.

-Serán solo tres años - dijo serio.

- Yo me entrenaba para el campo de batalla. No para vigilar a chicas con las hormonas desatadas. - dije indignado - Pero no estaba muerta al igual que Adam y Margaret?

-Max, tranquilizate - quise elevarlo por los aires - Para el reino y Aldric sí, pero para los que fuimos testigos del engaño no. Huyeron a la Tierra, y allí viven en un pueblo feliz, hasta que llegó él. Entonces Margaret se mudó a Harmony y ahí es donde vas a vivir estos 3 años.

-Claro. Ahora todo tiene sentido - dije sarcástico. Por que maleficios habían simulado la muerte de la familia real?
Quién era él? Quiénes habían sido testigos del engaño? Cómo se suponía que debía proteger a Phoebe Chastain.

-Sí, y ahora la necesitamos con nosotros. Dudo mucho que la paz armada se prolongue muchos más años. Debes vigilarla, cuidarla y estudiarla - dijo dando formas a las palabras con sus manos. Al parecer no había captado mi sarcasmo.

-Por qué? - pregunté anonadado.

-Es la esperanza, cada vez nuestro mundo se debilita más. Las colonias especulan y hacen divagaciones sobre lo que pasa aquí dentro, en el consejo supremo. Debemos proteger a la reina, así lo dicta nuestra cultura y así se hará. No puedo dejar que Aldric se vuelva a salir con la suya. Phoebe corre peligro en la tierra. Hemos de esperar a que madure. No queremos a una reina insoportable - dijo Shirwill dejando mostrar su odio hacía el ya muy ex-rey de Atasifán.

No hizo falta que el jefe me lo dijera. Entonces por fin lo comprendí. Aldric, el hermano menor de Adam, había matado a mi rey.
Había acabado con él antes de que las canas asomaran por su rubio cabello.
Él había sido el culpable de perder a un rey irreemplazable, inigualable, único.

<<Recuerda, ahora eres su alfa desconocido>>.

Avanzaba las calles. El dolor de mis omóplatos seguía presente. Mis alas. Mis fieles y preciosas alas.
Días antes de abandonar la colonia me las habían desprendido. Toda mi historia a partir de ese momento sería como una página en blanco.
Phoebe.《 Todo es por la reina》me decía a mi mismo mientras caminaba por las calles solitarias y frías.
Parecía que todos hubieran levantado un toque de queda para esconderse de mí.

Me hallaba solo, desamparado, con ganas de llorar. Sentía que no lo conseguiría, entonces mi cuerpo cedió.

Me desplomé, arrastrando todo el cansancio acumulado a los largo de esos meses, cargados de insomnio.
La gravedad me empujó con ira contra la acera gris.

Atasifán: El Reino PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora