-Narra Steve
Miré a Natasha con temor en los ojos, viendo la explosión llegar hasta nosotros en cuestión de minutos, sin embargo para mi sorpresa, ella estaba tranquila, sus facciones estaban relajadas y cuando le iba a preguntar qué sabía ella que yo no, Natasha ya estaba hablando por su trasmisor, lo cual yo no creía que fuera posible.
-Furia, el Capitán y yo estamos atrapados en la fábrica... Juraría que han magnetizado la puerta... No, el problema es que han activado los explosivos y tenemos seis minutos para salir de aquí... No, no hemos oído movimiento, los trabajadores deben seguir aquí... De acuerdo, seis minutos, nos veremos luego, señor -se despidió Natasha, cerrando el transmisor. Seguidamente, dirigió sus preciosos ojos verdes a los míos y levantó una ceja-. ¿Qué ocurre, Rogers? ¿Has visto un fantasma?
-No, es solo que... No esperaba que el transmisor funcionase, pensaba que al igual que habían cerrado la puerta y activado los explosivos también nos habrían dejado incomunicados -confesé yo, colgándome el escudo a la espalda.
-Pues no, por eso estaba tranquila. Furia nos mandará ayuda, antes de que se activen los explosivos podremos salir de aquí, pero debemos sacar a los trabajadores de aquí, no les han dejado salir antes de cerrar las puertas, les importará más matar a la Viuda Negra y al Capitán América que llevarse cuatrocientas vidas inocentes a la tumba -suspiró Natasha, abriendo su localizador-. Yo me ocupo del ala este, tú del ala oeste, nos vemos en la puerta en cinco minutos.
Yo asentí con la cabeza para a continuación girarme en dirección oeste, pero no pude, Natasha me tiró del brazo e impidió mi carrera.
-Steve... -Comenzó ella, aunque vacilando, como si no encontrase las palabras. Sus ojos estaban distintos, de un verde más azulado, más turquesa y me miraban con algo parecido a... ¿Preocupación?- Ten cuidado, no te entretengas, por favor.
Yo ahogué una carcajada.
-Esto no es posible, la agente Romanoff preocupándose por alguien, por mí de hecho, debo de estar soñando -bromeé yo, a lo que ella me respondió poniendo los ojos en blanco.
-No me preocupo por ti, me preocupo por América y el mundo entero, no creo que si mueres encuentren a otro hombre tan valiente... -Yo abrí mucho los ojos y mi corazón dio un vuelco. Ella creía que yo era único, que América y el resto del mundo me necesitaban- Tan valiente que no tenga vergüenza a ir vestido de bandera, con un casco con alas y mallas súper ajustadas.
Y ahí estaba la Natasha que yo conocía.
-No te preocupes, Romanoff, "América y el mundo" verán por mucho más tiempo mis mallas súper ajustadas -respondí yo, sustituyendo su nombre por "América y el mundo".
-¡Qué suerte "la suya"! -Respondió ella, y tuve la impresión de que ella había hecho la misma sustitución que yo.
Recorrí todos los pasillos del ala oeste en busca de personas mientras casi podía escuchar el inminente estallido de la explosión. Mis movimientos estaban coordinados con el incesante tic tac del reloj. Tic tac, tic tac. Menos de cinco minutos.
Ya había estado en situaciones parecidas a esta, por supuesto, y peores, pero había una diferencia, una diferencia pelirroja y vestida de negro. Por supuesto que sabía que Natasha era capaz de valerse por sí misma y que estaría a salvo porque era más que capaz de protegerse, mas el solo veloz pensamiento de que algo malo pudiera ocurrirle hacía que sintiese un vacío irreparable en el corazón.
Llegué a la primera sala y abrí la puerta de golpe. Incontables ojos me miraron en ese momento. Mujeres, hombres e incluso niños trabajaban en esa pequeña habitación sin ventanas iluminada únicamente por las tenues luces parpadeantes del techo. En cuanto entré por la puerta dejaron lo que estaban haciendo y se quedaron inmóviles, con los ojos clavados en mí y perpetuando un silencio que me vería obligado a romper, mas no fui yo quien lo hizo, se me adelantó el fuerte llanto de un bebé.
