CAPÍTULO VEINTINUEVE

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Con mucha suavidad, la depositó sobre la colcha blanca sin dejar de mirarla fijamente a los ojos. Lentamente, se incorporó de nuevo y se quedó de pie, a su lado, mientras aún mantenía el contacto visual con ella y sus propias manos comenzaban con la tarea de desvestirse.

Estaba impaciente por gozar de las cálidas y ardientes caricias de su chica, de sentirla jadear bajo su roce, de hacerla gozar hasta explotar de placer y de saborear una vez más su embriagadora sangre... En definitiva, quería hacerla suya de nuevo.

Elena, por su parte, sentía lo mismo que él, solo había que ver su mirada cargada de deseo para comprender. Inconscientemente, se pasó lentamente una lengua juguetona por los labios, humedeciéndolos y dejando claro que estaba también hambrienta. Sin dudas, ella lo necesitaba tanto o más que él.

Después del mal trago pasado con su ex jefe y el amigo de este, Elena lo único que quería era sentirse segura y querida, saber que tenía alguien que la protegería y le daría amor. Y ese alguien era sin dudas su hombre.

El vampiro continuó desquitándose la ropa, quedando completamente desnudo ante los ojos ávidos de la mujer. Ella había estado todo el rato observándolo en silencio, el cuál solo era roto de vez en cuando por el sonido de las ropas al caer al suelo y cuando suspiraba profundamente, anticipando lo que estaba a punto de ocurrir. Se encontraba tumbada de lado, con la cabeza apoyada en un brazo doblado, mientras su codo se clavaba en el cómodo colchón.

Una vez libre de prendas, Cristián se acercó a su mujer aún con la mirada puesta en sus risueños ojos y la besó apasionadamente. El brillo resplandeciente de los húmedos labios que ella lucía en esos momentos lo había cautivado y hasta que no los saboreó, no quedó satisfecho.

Aún jadeando por el intenso beso, Cristián se separó lo justo para susurrarle en el oído...

—Gatita, hoy estoy que me salgo... —hizo una pequeña pausa, lo justo para lamer su lóbulo. Elena se estremeció bajo su caricia—. Y estoy muy creativo. Pienso hacerte cosas que nunca antes me atreví hacer contigo...

Inevitablemente, Elena no pudo evitar jadear ante aquellas palabras que no prometían nada que tuviera que ver o se asemejara con la palabra "decente". Si antes estaba excitada, ahora estaba que estallaba; si seguía por esos lares, sin duda alguna, acabaría viniéndose.

—¿A qué te refieres? —se atrevió a preguntar cuando logró controlar su agitada respiración.

—Lo vas a descubrir pronto, gatita... —sus palabras rozaron su mandíbula mientra continuaba lamiéndola y besándola hasta llegar a su esbelto cuello, dejando un reguero húmedo por donde había pasado—. Muy pronto...

Otro jadeo inesperado surgió de su garganta sin poderlo contener, mientras apretaba las piernas para evitar correrse antes de tiempo. Aún así, no pudo evitar humedecer las braguitas y desprender con ello un dulce aroma que al vampiro no le pasó desapercibido.

En ese momento, Cristián estaba jugando con la punta de su lengua en el punto exacto donde la vena de Elena palpitaba con más fuerza y al oler la fragancia de su chica, que le advertía que estaba ya muy cerca, perdió el control y la mordió con urgencia.

La cálida sangre de su mujer se vertió en su garganta, saciando su lado más primitivo y animal, mientras una de sus manos la sujetaba por la nuca para acercarla más a su hambrienta boca y la otra, también ávida y necesitada, acariciaba por encima de la tela de la camisa el pecho que tenía más a mano.

Elena no pudo evitarlo, finalmente se vino con fuertes espasmos y temblores, mientras sentía cómo su vampiro bebía de ella y tragaba con ansias.

Sintiéndose empapada con su propio jugo, Elena se agitó bajo su beso de vampiro y deseó sentirlo dentro. Se acomodó como pudo para quedar de tal manera que pudiera rozar su sexo con la enorme erección que reclamaba su atención.

Saga La Era De Los Vampiros Libro III: Amante CautivoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora