Capitulo VIII

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Kuroko había tenido un extraño sueño. En su sueño, él era perseguido por una pantera negra y un tigre siempre lo defendía. Corría siempre en medio de lo que parecía ser una selva topándose también con un jaguar que al parecer buscaba a la pantera, y mientras intentaba huir, la pantera siempre lo encontraba primero, sin embargo, cuando pensaba que era su final, heroicamente un tigre aparecía para comenzar una riña buscando salvarlo del felino. El jaguar a su vez, aparecía después, buscando salvar a la pantera. Kuroko era un espectador, y cuando se quedaba solo con el tigre pensando estar seguro, un cocodrilo se acercaba. Antes de mirar dentro del hocico del reptil, divisaba a un halcón en el aire y después la mirada desencajada del tigre. El cocodrilo terminaba devorándolo porque el tigre lo había entregado. Ese sueño se llevaba repitiendo una semana antes de haber conocido al gigante y al azabache en la fiesta de Aomine y Momoi.

Kuroko se levantó nuevamente con un extraño semblante, se fue a la regadera y salió a calentar los fideos que tenían para desayunar. Akashi no había dormido, eso pensaba. Los libros estaban extendidos en la pequeña mesa que tenían para ese fin, Kuroko se preguntaba cuanto más el peli rojo iba a aguantar eso. El dinero no alcanzaba. Estaba ansioso por comenzar a trabajar en una guardería y después en una escuela. Quería que los años pasaran volando. Sin embargo, no sabía que al contrario, transcurrirían muy lento para todos.

-Vamos a buen tiempo – había dicho Akashi cuando comenzaba a vestirse – Terminé el trabajo para hoy. Recibiré dinero y servirá para la renta.

-Akashi-kun, ¿has dormido?

La mirada fija del peli azul penetro la espalda de Akashi. Sentía la mirada severa. Incluso Kuroko a veces podía hacerlo estremecer.

-Claro que si, Tetsuya.

-¿Cuánto? ¿Media hora?

-Lo suficiente – atajo Akashi con su sutil sonrisa.

Kuroko suspiró.

Le hizo seña de que fuera a comer el plato de fideos ya servido y desayunaron en silencio. Estaban a media carrera, aun les faltaba un buen tramo que recorrer, esperaban que fuera lo que ellos pensaban. Solo querían trabajar y llevar una vida tranquila, solo eso. No iba a ser así. No.

Esa mañana, Himuro despertó en casa de su hermano, tenía algunos golpes y la resaca estaba desapareciendo recién. Kagami había dejado que èl y Murasakibara se quedaran ya que uno estaba aún ebrio y el otro algo cansado cuando les abrió la puerta.

-Corrí desde Shibuya – dijo el gigante, sorprendiendo al otro – Pensé que sería más fácil si lo hacía de esa manera. Muro-chin y yo no nos esperábamos la emboscada.

Eso había dicho el gigante cuando llamo a su puerta a las dos de la mañana. Takao no estaba con ellos. Murasakibara no contestó cuando le preguntaron por èl. Ahora, Kagami se daba cuenta de que llegaría tarde a la universidad mientras preparaba el desayuno para sus dos huéspedes. Murasakibara había acabado con todo lo que tuviera azúcar en esa casa. Himuro era el que no despertaba, pero estaba vivo. Solo tenía uno que otro rasguño en su rostro. Cuando al fin despertó, se le hizo bastante cómico estar en el departamento de su hermano.

-¿Qué te hace gracia, idiota?

El azabache contemplo a su hermano que terminaba de alistarse para la universidad, se acercó un poco a la cama observándolo.

-Me recuerda a América.

Kagami abrió un poco los ojos y después desvió la mirada. Le recordaba a América. Las veces que de niños dormían en casa de Kagami después de una práctica con Alex, después de haber peleado con otros niños de ahí. Buenos recuerdos. Hermosos recuerdos. Dolorosos recuerdos.

Do you have a cigarette?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora