Capítulo 1 -El novio de Sam-

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Esto no es amor. Es un simple gusto por mirarlo pasar por el pasillo. Es un mero deseo por saber de él, si está bien o si está mal. Es una casualidad que me hace dirigirle apenas dos palabras. No, esto no es amor.

El amor es distinto. Se siente como una cadena que oprime tu cuello con tiranía. Es una pasión que te tiene eternamente agotado porque se alimenta de tus energías físicas y mentales. El amor es una pistola cargada que siempre te apunta directo a la cabeza y cuando menos lo esperas, el gatillo se jala. En el mejor de los casos, estas muerto. En el peor... quedas por siempre malherido.

¿Cómo lo sé? He estado ahí algunas veces, al borde de declararme enamorado, mas al darme cuenta de todo lo que he descrito, me he acobardado y decidí retroceder. No quiero salir herido pero en el intento siempre termino hiriendo a alguien más.

Por eso es que esto no es amor y no debe serlo jamás. Si lo dejo florecer, sería un pecado. Así que tomaré su tierna semilla y la sepultare en el cementerio de mis desamores, en cuya tierra nada vuelve a florecer, salvo los cardos que, con sus espinas, mantienen a mi corazón en una prisión de dolor. De esa manera, cuando lo miro a los ojos, mi corazón duele y sangra entre las espinas, grabando con sus afiladas púas el monótono mensaje que, irónicamente, me mantiene a salvo: "Esto no es amor".

Mas el corazón es terco, indisciplinado y estúpido. Se olvida rápidamente de las lecciones aprendidas y no resiste las tentaciones, especialmente una como él.

-Hola Dean -me saludó aquella tarde, mientras yo lavaba el auto fuera de la cochera -¿Está Sam en casa?

-Hola Cass. Sí, está ahí dentro.

Era pequeño pero con un par de hermosos ojos azules cuya mirada me derretía hasta el alma. Su cabello negro siempre estaba en desorden, lo cual lo hacía lucir aún más atractivo. Su sonrisa era sincera y dulce, sus movimientos corporales demostraban cierta timidez pero en general se desenvolvía con seguridad y espontaneidad, especialmente en presencia de su hermano, Gabriel, o del mío. Cuando me lo encontraba en el pasillo de la preparatoria, sin embargo, se mostraba temeroso y retraído, cosa que odiaba. No es como si yo fuese un monstruo o algo parecido, nunca lo había lastimado ni molestado, ni aunque esa fuera mi fama y mi diversión. Era intocable para mí, no solo por ser el novio de mi hermano, sino también porque ya había tenido problemas con Gabriel y no quería desatar más conflictos. Además, me gustaba. No lo aceptaba ante nada ni ante nadie, pero me gustaba.

En tal caso, ¿por qué no fui tras él? ¿Por qué no lo hice mi novio antes de que mi hermano lo hiciera? Es simple: porque no soy tonto. No iba a arruinar mi vida en la preparatoria sólo porque me gustaba un chico. Yo era popular entre las chicas, no había ninguna que no deseara besarme y estar conmigo y yo jamás me hartaba de eso. Si aceptaba públicamente que Castiel me gustaba, eso se acabaría y, con el tiempo, me aburriría de él. Lo sabía, me conozco bien.

Sam, por el contrario, es un chico más interesado en los sentimientos y esas cosas. A él no le importaba lo que dijera la gente, en tanto fuera feliz con Castiel. Y hay que admitirlo, hacían una linda pareja. En parte, tengo que aceptar que me daban un poco de envidia: caminando tan tranquilamente por el pasillo, tomados de la mano, con Gabriel revoloteando alrededor suyo. Nadie se metía con ellos porque mi hermano era capitán del equipo de baloncesto, así que además de su posición dentro de la pirámide estudiantil, su altura era bastante intimidante. Además, ese Gabriel era todo un hijo de puta, parecido a mí, debo decir. Quizá por eso no nos llevábamos muy bien.

Como sea, volviendo al asunto de aquella tarde, Castiel pasó tiempo de calidad con mi hermano, estudiando. Sam era mayor que él, por lo que no coincidían en clases, pero siempre estaba dispuesto a servirle de tutor con las materias que le eran difíciles. Mientras ellos repasaban una y otra vez sus ecuaciones, yo me senté a mis anchas en el sillón para ver un poco de televisión. En repetidas ocasiones, Sam me hizo bajar el volumen y hasta me pidió que no me riera tan alto. Lo ideal hubiera sido irme a mi habitación pero quería fastidiarlos, así que continué cambiando canales y riendo muy fuerte cuando encontraba algo gracioso.

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