Capítulo 8 -El último partido de la temporada-

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Mi orgullo mantenía cautivo a mi corazón en una fría torre, desde donde me hacía contemplar a quienes habían seguido con su vida como si nada hubiera ocurrido. Porque todo continuaba de la misma manera, las cosas seguían su curso sin alterarse, sólo era yo quien estaba atrapado en una prisión de rencor y amargura. La verdad, cada vez me costaba más trabajo mantener mi actitud altanera e indiferente, estaba cansado de estar enojado todo el tiempo y de tener que aparentar absoluta fortaleza. Me sentía agotado, estresado y más deprimido que nunca.

Obviamente, todo lo que me estaba ocurriendo a nivel interno, se vio reflejado en mis actividades diarias: mi nivel académico bajó, tuve problemas con el equipo de fútbol y varios de mis compañeros comenzaron a cuestionar mi liderazgo cuando empezamos a perder los siguientes partidos y a jugar mal. Fue un duro golpe darme cuenta de que estaba perdiendo mi seguridad, así que hice desesperados intentos por recuperarla, o al menos por fingir que lo había hecho, pero todo fue en vano. Después del excelente inicio que habíamos tenido, el equipo se fue a pique y las derrotas nos impactaron con todo. Antes del último juego de la temporada, los chicos hicieron un círculo en torno a mi y me amenazaron: si perdíamos el partido, le iban a pedir mi cabeza al entrenador.

Acepté el reto, aunque eso sólo aumentó la presión que ya me tenía tan agobiado. El día del juego, me olvidé de mi orgullo y hablé con mi hermano para invitarlo a que me apoyara desde la tribuna. Sam se mostró apesadumbrado, me dijo que era el mismo día en que se jugaba la final de baloncesto y que, de hecho, él también había pensado en hablar conmigo y pedirme apoyo. Le di un abrazo fuerte, para desearle buena suerte, tras el cual sonreímos y le confesé que lo había extrañado.

-Y yo a ti -me dijo- Es estúpido estar molesto con tu propio hermano y no hablar con él aunque duerma justo en la habitación de al lado.

-Sí, lo sé -reí- Sam, lo siento.

-Tranquilo, no es necesario hacer esto -me puso una mano en el hombro- Tan sólo quería a mi hermano de vuelta.

-Yo igual -sonreí.

-¿Estás bien? -me preguntó, frunciendo el ceño con preocupación- Te noto nervioso. Nunca antes te había visto nervioso previo a un juego.

-Es el final de la temporada, tengo que ganar.

-Son un equipo, no sólo depende de ti.

-Soy el capitán, mucho depende de mí -sonreí forzadamente y cambié el tema- ¿A quién más invitaste?

-A Gabriel -me con cautela, quizá temiendo una reacción negativa de mi parte.

-Que bien -asentí.

-Tienes muchísimos amigos, no me dirás que no irán irán verte.

-Bueno, la mayoría están en el equipo o son porristas, así que... de hecho, estarán ahí.

No podía mostrarle a mi hermano lo mucho que me afectaba el no poder contar con su apoyo en el partido. Nuevamente tuve que ser el fuerte, el que brindaba ánimos porque no los necesitaba. No obstante, mi hermano parecía realmente triste de no poder ir a verme; a mi también me habría encantado ir a su juego, sin importar que Gabriel estuviera ahí. Al parecer, esos dos habían arreglado sus problemas y habían vuelto a ser amigos. En secreto, me sentía feliz al respecto y tranquilo. Mi hermano había logrado lo que yo apenas estaba intentado con él: hacer a un lado su orgullo. Seguramente Castiel también iría a verlo jugar, pero no había querido decirme.

A las 4:00 p.m. todo estaba listo para el inicio del partido. Los chicos me volvieron a advertir en los vestidores respecto a lo que pasaría si perdíamos. Salí al campo hecho un manojo de nervios pero con enormes ganas de callarles la boca y darles una victoria; después de eso, renunciaría, aunque no estaba seguro de cómo se vería eso en mi hoja de registro para la Universidad.

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