Pasó el colegio como siempre, yo intentando ignorar los papelitos que me daban en la cabeza y las risitas de los que me las lanzaban y de sus complices, ya no me afectaba nada de eso, me sentía renovada. Tampoco me afectaban mis demonios, que intentaban hacerme perder la cordura. Se paseaban delante mío intentando llamarme la atención, pero yo simplente ignoraba todo, estaba demasiado contenta para dejarme afectar por eso, estaba tan contenta que incluso estaba sonriendo. La vida no era tan mala después de todo.
Cuando llegué a mi casa me fui directa a mi cuarto y le dibujé a él. Le dibujé con su traje azul y su sombrero del mismo color, le dibuje con su pelo rubio y su característica sonrisa, incluso le dibujé con las vendas que tenía en su cara tapandole un ojo, ¿qué habría debajo de esas vendas? Me acerqué el dibujo a mi y lo observe atentamente, me daba mucha curiosidad saber que había debajo de su venda pero sabía que debía actuar con delicadeza sobre ese tema.
Miré por la ventana imaginandome que podría tener debajo de sus vendas cuando de repente le vi. Estaba con un globo rojo en la mano y parecía que un papel estaba atado en su extremo.
Abrí la ventana a toda prisa y vi como se esbozó una sonrisa en su cara y soltó el globo, acto seguido yo estiré mi brazo y agarre el globo, desaté el papel que estaba atado en su cuerda y dejé al globo ser libre.
Miré el papel y resultó ser un dibujo de nostros. Yo estaba abrazada a el y el tenía un palo en la mano, y con el palo alejaba a todas los demonios que yo tenía, era un dibujo precioso, entonces me acordé de mi dibujo y fui un momento a darle unos retoques me dibujé a mi misma dandole la mano, los dos estabamos sonrientes en el dibujo, hice un avión de papel de mi dibujo y lo lancé donde estaba él.
Vi al avión planear hasta él, vi cómo volvió el dibujo a su forma original, sonrió y me dedicó una sonrisa que hizo latir a mi corazón, me escondí avergonzada detras de su dibujo y cuando volví a asomarme vi que se despedía de mi con la mano y se fue.
Apreté el dibujo contra mi pecho. Mi corazón no dejaba de latir, nunca había tenido esta sensación, aún me quedaban tantas sensaciones positivas por vivir.
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El Amanecer De La Desgracia
HorrorNadie podía entenderme, nadie sabía el dolor que me provocaban las voces en mi interior, nadie podía ayudarme.